Superviviente del tsunami de 2004 en Indonesia: "Parecíamos banderitas ondeando bajo el agua"

Lucía –su nombre ha sido transformado por RTVE–, llegó de vacaciones con sus padres y su hermana menor a una isla de las Maldivas dos días antes de que se produjera el potente terremoto seguido por el mortífero tsunami. Tenía entonces 21 años y se alojaba en un complejo turístico que estaba construido sobre el agua.

Según su relato, más de tres horas transcurrieron entre el terremoto y el momento en que la ola demoledora azotó las Maldivas, a 2.500 kilómetros de distancia. Durante ese tiempo nadie era consciente del peligro que corría.

"De madrugada, sobre las seis de la mañana, me desperté porque sentí el temblor en el bungaló", recuerda la mujer. "Al mirar por la ventana no vi nada raro, todo era agua, nada se movía".

Entonces volvió a la cama y menos de dos horas después fue con su familia a desayunar. A continuación, Lucía fue a practicar el submarinismo, por lo que estaba en medio del mar cuando ocurrió el tsunami.

"Acabábamos de sumergirnos cuando empezamos a notar unas corrientes brutales que nos impedían avanzar y que al cabo de un rato nos obligaron a agarrarnos a los corales. Parecíamos banderitas ondeando bajo el agua", recuerda ella. En aquellos momentos pensó que el submarinismo era una práctica desagradable "con tantas corrientes, tanto esfuerzo nadando para no avanzar nada".

"La ola en un segundo nos subió y, al llegar al barco, me di cuenta de que me sangraba la nariz". Esa fue la única herida que le causó a Lucía el paso del tsunami. "No viví el pánico, porque cuando volví a la superficie ya todo había pasado", sintetiza.

Al regresar al hotel vio un bungaló destruido y a un grupo de personas "subidas al tejado de la recepción del hotel, el punto más alto que encontraron". Más de un centenar de personas murieron ahogadas en el resto del archipiélago, pero en la isla en que se encontraba esta familia española solo perdió la vida un empleado del hotel.

"Vi cómo un trabajador del hotel abría la mano de su madre y depositaba en ella el anillo y las joyas del gerente. Así les dijeron que había muerto. La chica [la hija del fallecido, que también había llegado para verle durante la Navidad], era hasta ese momento afortunada: iba a estudiar en la universidad y tenía una familia que la quería y que tenía dinero. La ola se lo llevó todo".