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Un grupo de académicos opera en secreto para salvar del saqueo el patrimonio de Siria

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Un grupo de académicos opera en secreto en las zonas más peligrosas de Siria para intentar salvar lo que aún no ha sido destruido de la rica herencia histórica y cultural de la región. El saqueo de piezas históricas y de arte es la segunda principal fuente de financiación del Estado Islámico.

Un grupo integrado por unos 200 académicos, historiadores de arte y arqueólogos forma una red secreta que se dedica a una tarea extremadamente difícil: intentar salvar o al menos documentar la gran herencia histórica de Siria, víctima diaria del saqueo y la destrucción de la guerra civil, informa 'The Wall Street Journal'.

Los valientes especialistas viajan por las zonas más peligrosas del país para fotografiar lo que aún está en pie antes de que sea destruido: museos, mezquitas, edificios históricos y sitios arqueológicos romanos, griegos, babilónicos y asirios. Estos dos centenares de estudiosos tratan de esconder piezas para evitar que sean robadas. Otra de sus tareas es ponerse en contacto con contrabandistas haciéndose pasar por coleccionistas para luego pasar a las agencias internacionales la información sobre las piezas que se han puesto a la venta.

La tercera línea del trabajo es intentar persuadir a quienes combaten en la guerra civil para que dejen de saquear la riqueza cultural del país, salvo a los miembros del Estado Islámico (EI).

Los activistas del EI no solo obtienen ganancias con la venta de piezas históricas –su segunda fuente de financiación después de la venta del petróleo–, sino que consideran un deber religioso destruir todo lo que no tenga que ver con su particular manera de concebir el islam sunita. Por ello lo que EI no puede vender, como es el caso de mezquitas chiitas antiguas, lo demuele deliberadamente.

El contrabando de obras culturales es hoy un "negocio transnacional organizado que ayuda a financiar al terrorismo", según el arqueólogo de la Universidad de Boston Michael Danti. Según EE.UU. la venta anual ilegal de bienes culturales puede alcanzar hasta 100 millones de dólares al año. Mientras la población civil y refugiados sirios intentan vender piezas pequeñas por un puñado de dólares, los yihadistas, fundamentalmente del EI, que manejan la mayor parte de las ventas ilegales, contactan directamente a los mayores coleccionistas privados.

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