"Estamos hablando de falta de medicamentos, de abusos, de torturas. A mi hijo le han atacado con un 'taser' (pistola de descarga eléctrica), rociado gas pimienta. Cuando entra en crisis los guardias no están preparados para acudir de forma adecuada, sino que lo golpean", dijo a RT Gemma Tena, madre de un reo que padece una enfermedad mental y que cumple condena en una cárcel de Miami, estado de Florida.
Abusos como los que menciona Gemma fueron los que acabaron con la vida de Darren Rainey, un preso que sufría de esquizofrenia y que murió en 2012, en la misma prisión en la que se encuentra el hijo de Tena, después de que los guardias lo ducharan con agua hirviendo.
En un reciente informe, Human Rights Watch denunció que en las prisiones estadounidenses los guardias utilizan fuerza excesiva contra los internos con discapacidad mental. Mientras que cifras oficiales revelaron que en 2014 en las sobrepobladas cárceles de Florida murieron 346 presos, y otros 70 fallecieron solo en los dos primeros meses de este año.
Las muertes y los abusos han generado gran polémica en EE.UU., sin embargo, son solo la punta del iceberg. Los expertos aseguran que la falta de entrenamiento de los carceleros y de medicación son en muchas ocasiones el origen de las situaciones violentas que acaban en tragedia.
Según datos oficiales, la población carcelaria con enfermedades mentales en Florida ha crecido de forma desproporcionada, pasando de 6.800 reos en el año 2000 a unos 18.000 en 2014. Los expertos denuncian que el sistema no se está adaptando a esta nueva realidad.
"No les dan los medicamentos necesarios o les dan genéricos, no les dan un apoyo psicológico ni un apoyo médico, que es lo que necesita una persona que está enferma", criticó el psicólogo clínico Armando Aluar.
Incluso algunos jueces se quedan perplejos al ver las condiciones de hacinamiento en las que se encuentran los reos que ellos mismos han condenado. "No meterías a un perro en esas celdas, están sobrepobladas, 3, 4 y hasta 5 personas en una celda destinada para una. En algunos casos no hay agua potable y los reclusos beben directamente de la alcantarilla. Tratan mal a los reos, hay abusos. Los oficiales no tienen entrenamiento", señaló el magistrado Steve Lifeman.