"En Bagdad no hay ley, todo puede pasar". Esa fue una de las tantas advertencias que recibió Falah Sabar, un iraquí, de origen suní que llegó a la capital del país junto a su familia tras huir del Estado Islámico cuando el grupo terrorista ocupó su pueblo natal, Zweiya, en la provincia de Ambar. Sin embargo, el lugar en el que pensó que podría encontrar la paz se convirtió en un destino trágico.
Las guerras tribales son una constante en Irak. Incluso existían durante el gobierno de Saddam Hussein. Tras su derrocamiento, muchos de esos grupos quedaron en medio de las disputas entre las fuerzas de EE.UU., los sectores de poder y las influencias de Al Qaeda. En ese contexto, Falah Sabar y su primo, Abu Ammar, trabajaban para la Policía.
Con el paso del tiempo, Zweiya se convirtió en un bastión proestadounidense que le entregó el poder a una de las facciones. Fue entonces cuando Al Qaeda comenzó a dividir a la población. "Una tribu tiene todo el poder. Esta ya no es tu ciudad", advertían, y hubo gente que "lo aceptó". Poco después, muchos se habían sumado a las fuerzas de los terroristas. El caos creado tras la invasión de EE.UU. se había agigantado, reseñó el portal The Atlantic.
Los chiíes dominaban el Gobierno y los suníes comenzaron a ser perseguidos. Hubo protestas en repudio a la Ley Antiterrorista que terminaron cuando, en abril de 2013, las fuerzas de seguridad dispararon contra los manifestantes en Hawija. Cerca de 50 personas fueron asesinadas y más de 100 sufrieron heridas.
Tierra del Estado Islámico
Mientras las luchas internas desangraban a Irak, el Estado Islámico tomó la ventaja y comenzó a controlar cada vez más ciudades. Así, llegaron hasta Zweiya. Sus habitantes eran vistos como "ocupantes", pero, poco a poco, la población comenzó a ayudar a los terroristas. Para Sabar y su familia era el momento de partir.
Con los hombres fuera de la ciudad, la esposa de Sabar, Umm Salam, junto a sus hijos, debían sortear las barreras de los terroristas del Estado Islámico. Así, cruzaron a pie el desierto mientras los extremistas destruían todo en Zweiya.
¿Cuántas veces hemos visto esta imagen en #Bagdad desde 2003? #Irakpic.twitter.com/GB8lzt8pXe— mikel ayestaran (@mikelayestaran) 11 de mayo de 2016
En octubre de 2014, la familia llegó a Haditha, donde se refugiaron. Allí, muchos equiparaban al Gobierno iraquí con los terroristas del Estado Islámico. También criticaban a los estadounidenses por haberlos abandonados.
El viaje a Bagdad
El lugar no era seguro. Por eso, Sabar consiguió que su familia fuese llevada a Bagdad, pensando que allí podrían encontrar la paz. Sin embargo, su nueva casa estaba en un vecindario chií. "Era como una prisión", recordó Umm Salam, quien, sin embargo, dijo que prefería estar en una prisión si eso mantenía a sus hijos "con vida".
En el lugar, las fuerzas chiíes se multiplicaban con cada victoria, mientras el Estado Islámico perdía cada vez más posiciones.
Una noche, alguien golpeó a la puerta de la pequeña vivienda. Eran milicianos locales que los acusaban de ser terroristas. Los obligaron a separarse y se llevaron a los hombres, adultos y jóvenes, en vehículos. Poco después los bajaron y les dispararon. Siete miembros de la familia fueron asesinados. Solo Sabar sobrevivió, aunque las heridas le dejaron graves secuelas: no podía hablar, perdió la visión del ojo izquierdo y la audición del mismo lado.
No obstante, eso no lo detuvo y gracias al esfuerzo de su familia fue llevado a la región del Kurdistán iraquí y poco a poco comenzó a mejorar.
La mitad de los refugiados en Erbil, Irak, tiene menos de 18 años. Hoy no hay un futuro para ellos.@cope_espic.twitter.com/J4KMUPclK2— Ángel Expósito (@ExpositoCOPE) 9 de mayo de 2016
Sin registro de las víctimas
Las cifras oficiales sobre la cantidad de muertos suníes en Irak no existen. Solo algunas organizaciones no gubernamentales intentaron recuperar los registros.
Mientras tanto, las más crudas fueron las agrupaciones de derechos humanos, que aseguraron que en este conflictivo proceso que dura más de una década las fuerzas que lucharon contra el Estado Islámico mataron a tantos suníes como el propio Estado Islámico.