Sociedad
Crisis en Portugal: cuando atracar un banco se convierte en 'el último cartucho'
Ante la falta de salidas en tiempos de crisis, la gente se desespera, llegando al extremo de robar, como está ocurriendo en Portugal. Varios expertos consideran que el gobierno debe echar una mano a sus ciudadanos para evitar que crucen el límite.
Augusto Costa, un portugués que trabajó más de 30 años en la construcción, se convirtió en un ladrón de bancos debido a que no podía comprar las medicinas que le hacían falta a su ex mujer, enferma de esclerosis múltiple.
"Tenía una pequeña pistola de juguete conmigo y cuando me aproximaba al banco vi a un policía. En la calle había un paquete negro junto a un árbol, así que le dije al policía que era mejor que lo comprobara. Esperaba distraerlo. Después entré en el banco e hice lo que hice. No tardé más de cinco minutos”, cuenta Augusto.
Tras pasar un año en prisión, fue puesto en libertad a condición de que no se acercara a menos de 20 metros de un banco.
“Me hacían falta unos 100 euros para comprar medicamentos y tampoco teníamos comida en casa. Eso fue exactamente lo que compré con el dinero que robé, unos 1.000 euros”, confiesa el hombre, que cree que el sistema de ayuda social del gobierno portugués es lo que empuja a la gente a esta situación.
“Su mentalidad es tan repugnante... Ellos no me dieron nada cuando yo necesitaba más ayuda que nunca. Pero ahora que violé la ley, ya me tienen en su radar y me ayudan. El gobierno no presta atención a la gente hasta que tenemos problemas graves”, se lamenta Augusto.
Pero su opinión no es la única. Los representantes de los derechos de los trabajadores en Portugal también creen que el gobierno hace caso omiso a los problemas de la gente.
“El gobierno está preocupado por gustarle a Alemania, en vez de cuidar de su propia gente. En el país hay mucho descontento e ira. Y cuanto más piense la gente que las autoridades actúan de modo injusto, más habrá. Es como una bola de nieve. Ese es el peligro de llevar a la gente al límite de la pobreza”, sostiene el economista Eugenio Rosa.
Augusto ha tenido bastante tiempo para pensar en lo que hizo; sin embargo, asegura que no tuvo remordimiento por robar.
“He robado a mi propio banco por lo que ellos hicieron conmigo. Me dieron un préstamo con un interés disparatado. Por eso yo me vi obligado a pedir más créditos para pagar los anteriores. Ellos me robaron, por eso, yo hice lo mismo con ellos. No estoy orgulloso de ello, pero creo que el estado me forzó a hacerlo”, sentencia Augusto.
"Tenía una pequeña pistola de juguete conmigo y cuando me aproximaba al banco vi a un policía. En la calle había un paquete negro junto a un árbol, así que le dije al policía que era mejor que lo comprobara. Esperaba distraerlo. Después entré en el banco e hice lo que hice. No tardé más de cinco minutos”, cuenta Augusto.
Tras pasar un año en prisión, fue puesto en libertad a condición de que no se acercara a menos de 20 metros de un banco.
“Me hacían falta unos 100 euros para comprar medicamentos y tampoco teníamos comida en casa. Eso fue exactamente lo que compré con el dinero que robé, unos 1.000 euros”, confiesa el hombre, que cree que el sistema de ayuda social del gobierno portugués es lo que empuja a la gente a esta situación.
“Su mentalidad es tan repugnante... Ellos no me dieron nada cuando yo necesitaba más ayuda que nunca. Pero ahora que violé la ley, ya me tienen en su radar y me ayudan. El gobierno no presta atención a la gente hasta que tenemos problemas graves”, se lamenta Augusto.
Pero su opinión no es la única. Los representantes de los derechos de los trabajadores en Portugal también creen que el gobierno hace caso omiso a los problemas de la gente.
“El gobierno está preocupado por gustarle a Alemania, en vez de cuidar de su propia gente. En el país hay mucho descontento e ira. Y cuanto más piense la gente que las autoridades actúan de modo injusto, más habrá. Es como una bola de nieve. Ese es el peligro de llevar a la gente al límite de la pobreza”, sostiene el economista Eugenio Rosa.
Augusto ha tenido bastante tiempo para pensar en lo que hizo; sin embargo, asegura que no tuvo remordimiento por robar.
“He robado a mi propio banco por lo que ellos hicieron conmigo. Me dieron un préstamo con un interés disparatado. Por eso yo me vi obligado a pedir más créditos para pagar los anteriores. Ellos me robaron, por eso, yo hice lo mismo con ellos. No estoy orgulloso de ello, pero creo que el estado me forzó a hacerlo”, sentencia Augusto.
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