Ciencias
Hallan una toxina que mata a 2.000 millones de personas
El Departamento de Salud Pública de EE. UU. en Sacramento, California, descubrió la toxina más letal jamás conocida: un gramo de esta sustancia es suficiente para matar a 2.000 millones de personas. Fue detectada en las heces de un niño botulínico.
La toxina botulínica es de tipo H e igual que los demás agentes causantes del botulismo bloquea la liberación de la acetilcolina, el neurotransmisor que hace a los músculos funcionar, y de este modo, causa parálisis mortal en sus víctimas. Sin embargo, constituye una rama separada en el árbol genealógico botulínico. La diferencia que tiene con sus análogos, aparte de ser extremadamente potente, es que no tiene antídoto alguno.
Durante sus experimentos con la sustancia detectada, los especialistas del Departamento de Salud Pública intentaron usar anticuerpos convencionales para los agentes botulínicos en un grupo de ratones, pero descubrieron que muy pocos de ellos interaccionaban con la sustancia y ninguno pudo proteger a los ratones. Entonces, intentaron criar anticuerpos propios, en conejos. Estos anticuerpos sí pudieron proteger a los ratones de la toxina hasta un cierto grado, pero las dosis inyectadas debieron ser inadmisiblemente altas.
La falta del antídoto es la razón por la cual la secuencia ADN de la toxina está fuera de las bases públicas de datos: es la primera vez, en la que una secuencia se clasifica por razones de seguridad. Para publicar su estudio en ‘The Journal of Infectious Diseases’, los especialistas del Departamento de Salud tuvieron que recibir la aprobación del Departamento de Seguridad Nacional de EE.UU., del laboratorio de enfermedades infecciosas del Ejército de EE. UU., del Centro de Control y Prevención de Enfermedades y varias otras agencias gubernamentales.
Las autoridades permitieron la publicación, pero solo con datos generales, sin que se mencionara la secuencia de genes. Publicar la secuencia sometería la sociedad a un “riesgo inmediato e inusualmente grave”, sostiene David Relman, de la Universidad de Stanford, en sus comentarios para el artículo.
Durante sus experimentos con la sustancia detectada, los especialistas del Departamento de Salud Pública intentaron usar anticuerpos convencionales para los agentes botulínicos en un grupo de ratones, pero descubrieron que muy pocos de ellos interaccionaban con la sustancia y ninguno pudo proteger a los ratones. Entonces, intentaron criar anticuerpos propios, en conejos. Estos anticuerpos sí pudieron proteger a los ratones de la toxina hasta un cierto grado, pero las dosis inyectadas debieron ser inadmisiblemente altas.
La falta del antídoto es la razón por la cual la secuencia ADN de la toxina está fuera de las bases públicas de datos: es la primera vez, en la que una secuencia se clasifica por razones de seguridad. Para publicar su estudio en ‘The Journal of Infectious Diseases’, los especialistas del Departamento de Salud tuvieron que recibir la aprobación del Departamento de Seguridad Nacional de EE.UU., del laboratorio de enfermedades infecciosas del Ejército de EE. UU., del Centro de Control y Prevención de Enfermedades y varias otras agencias gubernamentales.
Las autoridades permitieron la publicación, pero solo con datos generales, sin que se mencionara la secuencia de genes. Publicar la secuencia sometería la sociedad a un “riesgo inmediato e inusualmente grave”, sostiene David Relman, de la Universidad de Stanford, en sus comentarios para el artículo.
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