Claves de las elecciones en México IV: La derecha, la utopía de ganar el poder sin perder el partido
De cara a las elecciones presidenciales de 2018, el rostro más visible de la derecha electoral en México, el Partido Acción Nacional (PAN) –donde han convivido por décadas conservadores, empresarios, sinarquistas, cristeros, humanistas católicos, fascistas y demócratas cristianos–, vive una ruptura en su seno que supone un golpe casi definitivo para sus aspiraciones presidenciales.
Desde hace dos años, Ricardo Anaya (dirigente nacional del PAN) y Margarita Zavala (esposa del expresidente Felipe Calderón), se enfrascaron en un lucha sin cuartel por el control del partido y la designación presidencial del partido conservador. La pugna entre ambas facciones concluyó en una primera etapa, hace mes y medio, con la renuncia de Margarita Zavala a una militancia de más de 30 años en el PAN para buscar una nominación presidencial por la vía independiente, lo que sin duda fragmentará el voto duro de los sectores conservadores.
La mayoría de las encuestas electorales sitúan al PAN con preferencias electorales de 18-20 %, las más bajas para este instituto político desde hace treinta años, derivado del desencanto y nulos resultados de las administraciones de Vicente Fox y Felipe Calderón. Si a eso sumamos que, aunque Margarita Zavala renuncia al PAN, dentro del partido se queda el círculo cercano de Calderón (cinco senadores) y otros exgobernadores que la apoyan y que operarán electoralmente para ella, no es aventurado pensar que Zavala se lleva alrededor del 8 % de un panismo tradicional y molesto con su líder nacional. Así, el PAN se quedaría con un 10-12 % de los votos, gracias a su estructura territorial y partidista más que al nulo carisma de Ricardo Anaya.
Estas luchas fratricidas en la derecha no son nuevas. En el proceso electoral de 1976 se vivió un enfrentamiento similar entre Efraín González Morfín (hijo de Efraín González Luna y del panismo histórico) y José Ángel Conchello (proveniente del sector empresarial y del neopanismo), que derivó en la falta de acuerdos para designar un candidato presidencial y, en consecuencia, la deserción del PAN de la boleta presidencial. Desde entonces, "ganar el poder sin perder el partido" –frase atribuida a Luis H. Álvarez– se volvió un axioma principal de los dirigentes panistas. Pero en la actualidad, tanto Zavala como Anaya le dan un nuevo sentido a la frase y, aunque de inicio parten con simpatizantes de perfil similar, la hoja de ruta lleva a estos políticos por caminos muy diferentes.
El camino de Ricardo Anaya: ganar el partido y perder el poder
Irónicamente, el dirigente del PAN ha seguido los pasos de Calderón en la batalla contra su esposa. Se ha apoderado del partido y, a pesar de todas las críticas en su contra por ser juez y parte en el proceso de designación de la candidatura presidencial, ha mostrado que su ambición es tan grande como su cinismo. El abogado, de 38 años, se ha hecho famoso en la prensa nacional por las irregularidades financieras de su familia política y sus gastos personales, que están lejos de ser congruentes con sus ingresos.
Pero la "magia" de Anaya no se queda en las finanzas personales. Ha creado una alianza política con otras dos fuerzas políticas, incluido el Partido Revolucionario Democrático (PRD), el desprestigiado partido de centro-izquierda. Anaya insiste en ser el candidato de esta coalición política, una pretensión que pretende justificar porque el PAN es la fuerza política preponderante en esta unión 'sui géneris'. ¿Pero cuánto vale esta alianza? En términos brutos, valdría entre 18-21 %. El problema es que la sumatoria no será automática. ¿Cuánta gente de centro-izquierda perderá la coalición si la encabeza un político conservador que siembra dudas sobre su enriquecimiento inexplicable? ¿Cuántos conservadores se unirán a Margarita Zavala si la asociación es encabezada por algún político de centro-izquierda desprestigiado?
En ambos casos, una pérdida de 2-3 puntos no parece algo descabellado, lo que pondría a esta fuerza electoral en un empate técnico con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que hoy está en tercer lugar en todos los escenarios. Anaya, de ser el candidato del PAN, parece encaminado a tener la menor votación del sector conservador en treinta años y colocarse alrededor del 16-19 %.
La ruta de Margarita Zavala: perder el partido para ganar el poder
Zavala tiene un camino totalmente distinto que recorrer al de Anaya. Aunque ha desempeñado cargos públicos, al igual que el dirigente del PAN, Zavala nunca ha ganado un puesto gracias al voto directo de la gente. Ninguno ha sido elegido democráticamente por el voto popular para ningún trabajo. Pero al partir de un muy lejano cuarto lugar, la función de la esposa del expresidente es muy distinta en el ajedrez político.
Con un 8 %, su interés en principio es captar más adeptos, cuyo perfil natural es de derecha y/o conservador. Zavala le seguirá hablando al militante panista, por lo que la ganancia de ella es la pérdida directa de Anaya. Pero el círculo cercano del expresidente Calderón, entre los que destacan cinco senadores, ha empezado a operar en lo que es la apuesta del grupo calderonista: apoyo total al crecimiento de Margarita Zavala contra Ricardo Anaya, pero poniendo sus artes y oficios al servicio del PRI en todo momento.
Si Margarita Zavala crece en campaña un punto porcentual mensualmente (sin influencia territorial es improbable que crezca más), podría llegar a 12 % para fines de abril, todavía lejos del puntero, pero le habría quitado 4 puntos a Anaya. La misión de Zavala en este ajedrez es similar a la del caballo: una pieza complicada, a veces difícil de entender en sus movimientos, pero que siempre es la que prepara los ataques sorpresas para que el remate lo dé alguna otra pieza.
El propósito de Zavala no es ganar las elecciones, sino que Anaya pierda el segundo lugar y que a este se suba el candidato del PRI. Este será muy probablemente Meade, el mismo que fue secretario de Hacienda de su esposo, el único funcionario de perfil alto que pasó del gobierno de Calderón al de Peña Nieto y amigo y conocido desde tiempos universitarios de Ernesto Cordero, el alfil de Calderón que actualmente preside el Senado gracias al apoyo de los senadores priistas y en contra de las voluntades de los legisladores de su propio partido.
Así, el mes clave de la elección es mayo. El objetivo del PRI no es encabezar las encuestas en enero o febrero, sino que en los siguientes cuatro o cinco meses el propósito es sobrepasar la antinatural coalición derecha-centroizquierda del PAN-PRD, en el segundo lugar. Si en mayo el PRI se ubicara ya en el segundo lugar (por lejano que fuera), Zavala y los calderonistas bien podrían declinar u operar en favor de su candidato, especialmente si es un viejo conocido
En ese hipotético escenario, la estafeta quedaría en posición para el relevo natural: los jueces de la casa, de quienes hablaremos en la siguiente entrega.
@BuenrostrJavier
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