"El asesinato de John Kennedy impidió que EE.UU. se reconciliara con Cuba en 1963"
Después de la famosa crisis de los misiles de 1962, el primer ministro de Cuba, Fidel Castro, pasó seis semanas en la URSS. En aquel período el primer secretario del Partido Comunista soviético, Nikita Jruschov, aplicó todos sus esfuerzos para persuadir al líder cubano para que buscara la distensión y la paz con el presidente Kennedy, al que consideraba "digno de confianza".
El propio Fidel recordó que Jruschov le leía "durante horas" mensajes del presidente Kennedy. El líder de la revolución cubana regresó a su país decidido a buscar un camino de acercamiento.
El sobrino del entonces mandatario estadounidense conoce esos datos no solo por las memorias de los líderes soviéticos y sus hijos. Según revela Robert F. Kennedy en una serie de artículos publicados por la agencia de noticias Inter Press Service, la CIA estaba al corriente de aquella disposición. El agente Richard Helms, el futuro director de la agencia de Inteligencia, envió el 5 de enero de 1963 un mensaje según el cual "a petición de Jruschov, Castro regresó a Cuba con la intención de adoptar una política conciliadora".
Dos emisarios enviados por la Casa Blanca a Cuba confirmaron esta información. Además, cambiaron en un sentido muy positivo la imagen que los estadounidenses tenían de Cuba —una imagen modelada por la propaganda antirrevolucionaria—, al constatar y contar la popularidad de que gozaba Castro entre los cubanos.
Aparte de eso, según escribió el biógrafo de JFK Arthur Schlesinger, "Kennedy tenía una simpatía natural por los desvalidos de América Latina y entendía el origen del resentimiento generalizado contra Estados Unidos". Esta simpatía incluía también la Revolución Cubana, cree Robert Kennedy junior.
Durante meses los emisarios de la Casa Blanca mantuvieron negociaciones con La Habana sobre la liberación de los prisioneros de la invasión de Playa Girón, apoyada en 1961 por la CIA. Cuando la Cuba revolucionaria los liberó, JFK consideró seriamente reanudar las relaciones con Castro.
Los dos meses previos al magnicidio de Dallas estuvieron dedicados a la planificación de una misión secreta del experiodista y diplomático William Attwood, que conocía a Castro en persona desde los primeros días de la Revolución Cubana. Para noviembre de 1963 la isla antillana lo tenía todo preparado para acoger el vuelo clandestino desde EE.UU. e iniciar el diálogo sobre la distensión.
Cuatro días antes de su muerte Kennedy incluyó en un discurso pronunciado ante la comunidad de exiliados cubanos en Miami un mensaje que querían oír en La Habana y en toda América Latina: que la política de EE.UU. no era la de "dictar a nación alguna cómo organizar su vida económica". "Toda nación es libre de dar forma a su propia institución económica de conformidad con sus propias necesidades y voluntad nacionales", admitió el mandatario el 18 de noviembre de 1963.