Sociedad
"Escondiendo el dolor": la Policía de Detroit secuestra y expulsa a indigentes de la ciudad
La Unión Americana por las Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) exige que la Policía de Detroit, EE.UU., detenga la “preocupante práctica” de expulsar de la ciudad a los indigentes.
En los últimos años “las personas sin hogar han sido arrastradas hasta las afueras de la ciudad por la Policía, y el Departamento de Justicia de Estados Unidos apoya esta práctica ilegal”, denuncia la ACLU.
Según las quejas recibidas por la organización, agentes de seguridad de Detroit habitualmente obligan a los indigentes a subirse a las furgonetas y los llevan fuera de los límites urbanos, donde los abandonan a su suerte en zonas desconocidas.
“La práctica de la Policía de secuestrar a las personas sin hogar y el consiguiente abandono a kilómetros de distancia, en un lugar que no conocen y sin ningún medio que asegure su regreso es inhumano, cruel e ilegal”, condenó Sarah Mehta, abogado de la ACLU en el estado de Michigan donde en 2012, según datos oficiales, vivían alrededor de 100.000 indigentes, y unos 20.000 de ellos en Detroit.
“El deseo de las autoridades de esconder los dolorosos recuerdos de nuestra lucha económica no puede justificar la discriminación contra los pobres, desterrarlos de su ciudad poniendo en peligro sus vidas. Una persona que ha perdido su casa no ha perdido su derecho a ser tratado con dignidad”, agregó Mehta.
Por su parte, Andrew Sheehan, un indigente de 37 años, relató a la cadena de televisión CBS que desde 2011 fue expulsado de la metrópoli por la Policía en cuatro ocasiones.
Una vez “estaba de espaldas hacia él (un policía) y no vi que se acercaba, y lo primero que hizo es darme una patada. No se identificó como un oficial y me dio una patada y me dijo que me levantara (…) Le pregunté si podía irme y me respondió que no”, contó Sheehan.
Michigan Thomas, coordinador de una casa de asistencia local, señala que una vez expulsados, los mendigos suelen caminar horas hasta albergues e iglesias en busca de refugio y comida caliente.
“Qué hice para merecerme este trato”, se pregunta otro indigente de 58 años de edad. “Nos hicieron subir a la camioneta, y después tuve que caminar de regreso a la ciudad durante casi cinco horas y hacía frío. No estoy haciendo nada malo, todo lo que hago en mi vida es sobrevivir”, se lamentó.
Según las quejas recibidas por la organización, agentes de seguridad de Detroit habitualmente obligan a los indigentes a subirse a las furgonetas y los llevan fuera de los límites urbanos, donde los abandonan a su suerte en zonas desconocidas.
Una persona que ha perdido su casa no ha perdido su derecho a ser tratado con dignidad”
“La práctica de la Policía de secuestrar a las personas sin hogar y el consiguiente abandono a kilómetros de distancia, en un lugar que no conocen y sin ningún medio que asegure su regreso es inhumano, cruel e ilegal”, condenó Sarah Mehta, abogado de la ACLU en el estado de Michigan donde en 2012, según datos oficiales, vivían alrededor de 100.000 indigentes, y unos 20.000 de ellos en Detroit.
“El deseo de las autoridades de esconder los dolorosos recuerdos de nuestra lucha económica no puede justificar la discriminación contra los pobres, desterrarlos de su ciudad poniendo en peligro sus vidas. Una persona que ha perdido su casa no ha perdido su derecho a ser tratado con dignidad”, agregó Mehta.
Por su parte, Andrew Sheehan, un indigente de 37 años, relató a la cadena de televisión CBS que desde 2011 fue expulsado de la metrópoli por la Policía en cuatro ocasiones.
No estoy haciendo nada malo, todo lo que hago en mi vida es sobrevivir”
Una vez “estaba de espaldas hacia él (un policía) y no vi que se acercaba, y lo primero que hizo es darme una patada. No se identificó como un oficial y me dio una patada y me dijo que me levantara (…) Le pregunté si podía irme y me respondió que no”, contó Sheehan.
Michigan Thomas, coordinador de una casa de asistencia local, señala que una vez expulsados, los mendigos suelen caminar horas hasta albergues e iglesias en busca de refugio y comida caliente.
“Qué hice para merecerme este trato”, se pregunta otro indigente de 58 años de edad. “Nos hicieron subir a la camioneta, y después tuve que caminar de regreso a la ciudad durante casi cinco horas y hacía frío. No estoy haciendo nada malo, todo lo que hago en mi vida es sobrevivir”, se lamentó.
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