Durante más de un año EE.UU. ha estado preparando el escenario destinado a 1) reasegurar su control sobre Europa bloqueando el comercio entre la UE y Rusia 2) llevar a Rusia a la bancarrota y 3) conseguir un cambio de poder en el Kremlin, escribe Johnstone en su artículo para la revista 'CounterPunch'.
Washington quería usar la revolución del gas de esquisto para debilitar a Moscú, expulsándola fuera del mercado, pero la tarea no fue fácil, opina la analista. "Esto es lo mismo que vender a Europa gato por liebre. El 'fracking' es más costoso. Se necesitaba una gran crisis para poder usar las presiones políticas para distorsionar el mercado", insiste Johnstone y puntualiza que la crisis esperada no tardó en surgir. Tras el golpe de Estado en Ucrania del 22 de febrero de 2014, EE.UU. "eficazmente tomó el control" sobre el país, subraya la politóloga.
Otro paso fue obstaculizar el camino del gas ruso al mercado, presionando a los miembros europeos del proyecto del gasoducto South Stream hasta que su construcción quedó cancelada, puntualiza Johnstone. "Robar el mercado del gas natural ruso, forzar a Europa para que adoptara sanciones y hacer que secuaces fanáticos de Washington como Arabia Saudita bajen los precios del petróleo, inundando el mercado, está destinado a conseguir un cambio de poder en Rusia", comenta la analista.
El pasado 4 de diciembre la Cámara de Representantes oficialmente puso al descubierto los motivos comerciales de la campaña antirrusa, al aprobar la resolución 758, destaca Johnstone. El documento insta a los países europeos a influir en Rusia, "promoviendo exportaciones crecientes de gas natural y otro tipo de energía de EE.UU. y otros países".
"Si en el futuro (…) todavía existen los historiadores, deberán considerar esa resolución como una prueba del fracaso total de la inteligencia, honestidad y el sentido de responsabilidad del sistema político que Washington intenta imponer al mundo entero", concluye Johnstone.