Una 'Gran Escandinavia' sorprendió a algunos en Europa, cuando Suecia, Finlandia, Noruega, Dinamarca e Islandia emitieron una declaración conjunta en la que calificaban a Rusia del "mayor desafío para la seguridad europea" y prometían intensificar su cooperación militar multilateral.
Algunos astutos observadores, sin embargo, habían visto venir este paso, ya que Suecia, pese a no formar parte de la OTAN, ya ha liderado los esfuerzos antirrusos de la coalición en el norte de Europa en un intento de recuperar su influencia imperial sobre la región, perdida hace tiempo, indica un comentario del portal Sputnik.
Lo mismo se puede decir de Polonia, que se ha comportado de la misma manera y con los mismos fines, lo que significa que ahora todos los ojos están puestos en Rumanía, que podría dar las últimas puntadas al telón de acero que se cierra sobre Europa.
La expansión de la OTAN hacia Rusia ha sido el evento más desestabilizador en Europa desde el final de la 'Primera Guerra Fría', y es también una de las causas principales de la segunda.
Desde que estalló la nueva guerra fría en el continente, a raíz del exitoso golpe de Estado en Ucrania, en su esfuerzo de crear un 'cordón sanitario' contra Rusia, EE.UU. ha animado a antiguas potencias regionales, como Suecia, Polonia y Rumanía, a apoyar su estrategia a cambio de reconocer después la restauración de su influencia.
El artículo de Sputnik propone echar un vistazo a dos ejemplos de la construcción del telón de acero desde Escandinavia hasta el sureste de Europa:
Suecia
Suecia era uno de los imperios más poderosos de Europa a mediados de la década de 1600, cuando ocupaba Finlandia, los países bálticos, y una parte de Noruega. La Gran Guerra del Norte contra el zar ruso Pedro el Grande fue el dramático comienzo del final del dominio regional de Estocolmo, aunque con una ambición imperial persistente.
Hoy en día es el Estado con mayor número de habitantes y más fuerte economía de los cinco países escandinavos, y por lo tanto, se entiende que tiene el potencial de convertirse en su líder de facto si juega bien sus cartas.
Prueba evidente de estos esfuerzos fue que en octubre pasado se inventó el mito de la presencia de un submarino ruso en aguas territoriales suecas para justificar su escalada militar en el Báltico y el aumento del presupuesto de defensa.
En la configuración regional actual, EE.UU. prevé que Suecia, como potencia económica y militar, extienda su influencia sobre otros Estados escandinavos para formar el nuevo muro divisorio con Rusia.
Por ejemplo, Dinamarca controla la entrada al Báltico, factor fundamental para el movimiento de los submarinos rusos, mientras que Islandia es la puerta hacia el Atlántico Norte para la Flota del Norte de Rusia y coordinarse con la Groenlandia danesa y Noruega para vigilar las maniobras navales rusas.
Europa del Este: Polonia
La situación en Europa del Este es más clara que la del norte de Europa y más conocida por el público internacional.
Polonia es un antiguo estado hegemónico de esta zona con un ego imperial dañado, y tiene como objetivo restaurar de facto el Estado polaco-lituano, que incluía también las tierras de Ucrania Occidental y Bielorrusia Occidental.
También hay que recordar que Polonia es el país anfitrión de la polémica infraestructura de defensa antimisiles de EE.UU. llamada a atentar contra el potencial de disuasión nuclear de Rusia.
Polonia y Lituania han creado una brigada conjunta con Ucrania que sirve de vehículo para la integración de Kiev en la OTAN, que ahora es objetivo formal del país de acuerdo con su nueva doctrina de seguridad nacional ucraniana.
Rumanía: la última puntada
Rumanía es vista como la piedra angular de la estrategia naval de la OTAN en el mar Negro.
Durante los últimos 20 años Rumanía ha controlado a Moldavia, país con que comparte cercanos lazos culturales y lingüísticos y todos estos años se hablaba insistentemente sobre la unificación, ya sea a través de medios legítimos (referéndum) o los ilegítimos (la fallida 'Revolución Twitter' de 2009 en la capital moldava).
Rumanía también es importante porque tiene salida al mar Negro, por lo que no le afectan las restricciones de la Convención de Montreux de 1936, que limita las fuerzas navales de los Estados que no sean de la región. Dicho factor la hace atractiva para la OTAN con el objetivo de reforzar sus capacidades navales para compensar los fracasados planes de terminar con la presencia de la flota rusa en Crimea.