"Arrinconar a Rusia, es aumentar el riesgo de una Tercera Guerra Mundial"
Hoy en día, Occidente sigue empleando en los conflictos la retórica adoptada durante la Guerra Fría: "EE.UU. versus el Imperio del Mal", "el pueblo de Dios contra Satanás", lo que le impide entender al enemigo y sus motivaciones, sostiene el diplomático y exagente de la Inteligencia británica MI6, Alastair Crooke, en un artículo publicado en el sitio web Conflicts Forum.
En su análisis, Crook se basa en la opinión del académico Steven Cohen, "el experto en Rusia más respetado en Estados Unidos", según el cual este enfoque de EE.UU. excluye "cualquier posibilidad real de encontrar un 'modus vivendi' mutuamente aceptable con Rusia, algo que se requiere urgentemente si de verdad queremos hacer frente al fenómeno del yihadismo wahabí (o resolver el conflicto sirio)".
Según Cohen, la posibilidad de una asociación estratégica duradera entre Washington y Moscú se perdió irrevocablemente bajo la administración de Clinton, y no fue a iniciativa de Moscú, sino de Washington. "Y se perdió hasta tal punto que hoy, al menos durante los últimos años, hemos estado, literalmente, en una nueva Guerra Fría con Rusia", sostiene Cohen para agregar que muchas personas en la política y en los medios de comunicación no quieren admitirlo, porque si lo hacen tendrían que explicar qué es lo que han estado haciendo durante los últimos 20 años.
¿Por qué esta nueva Guerra Fría es más peligrosa que la anterior?
Esta nueva Guerra Fría reúne todo el potencial para ser aún más peligrosa que la anterior por varias razones.
En primer lugar porque mientras que el epicentro de la primera Guerra Fría estaba en Berlín, el de la confrontación actual se ubica en Ucrania, es decir, no solo cerca de las fronteras de Rusia, sino "en el corazón de la civilización eslava ruso-ucraniana", explica Cohen.
Otra razón, prosigue, es aún más importante y tiene que ver con las 'líneas rojas'. Según explica, después de la crisis de los misiles en Cuba, Washington y Moscú establecieron una serie de normas de conducta para evitar el peligro de una guerra nuclear. "Cada parte sabía dónde estaba la línea roja del otro. Ambas partes a veces se acercaban a ella, pero siempre se retiraban a tiempo, porque entendían que había líneas rojas", argumenta Steve Cohen.
"Hoy en día, las líneas rojas no existen. Vladímir Putin y su predecesor, Dmitri Medvédev, han dicho en reiteradas ocasiones a Washington: "¡Ustedes están cruzando nuestras líneas rojas!". Y Washington ha respondido y continúa respondiendo: "Ustedes no tienen líneas rojas. Somos nosotros los que tenemos líneas rojas y podemos crear tantas bases militares a lo largo de sus fronteras cuantas queramos, pero ustedes no pueden construir bases en Canadá o México. Sus líneas rojas no existen", detalla Cohen, quien opina que "todo esto demuestra que hoy ya no existen estándares mutuos de conducta".
Finalmente, en actualidad no hay ninguna fuerza en EE.UU. —bien sea dentro del Gobierno, en los medios de comunicación, en las universidades o en los 'think tanks'— que se oponga a la Guerra Fría e intente detenerla.
Las dos opciones de Rusia
Según Cohen, la idea de que la amenaza nuclear desaparecería con la Unión Soviética es falsa. "La realidad es que la amenaza ha crecido, ya sea por falta de atención o por accidente, y ahora es más peligrosa que nunca", recalca el analista.
Asimismo, según destaca Alastair Crooke en su artículo, Europa actúa como un cómplice de aumento de presión sobre Rusia en Siria, Ucrania y Crimea, además de empujar a ciertos países, como Montenegro o Georgia, hacia la OTAN.
Rusia tiene ahora solo dos opciones: ceder ante la potencia hegemónica 'benevolente' o prepararse para la guerra
Mientras tanto, el llamamiento de Rusia a la cooperación contra el Estado Islámico, sus respuestas cautelosas a provocaciones como el derribo del bombardero Su-24 en Siria y la retórica equilibrada del mandatario ruso, Vladímir Putin, están siendo utilizados por Washington y por Londres para pintar a Rusia como un "tigre de papel", a quien nadie tiene miedo.
De esta manera, apunta Crooke, nos encontramos ante la paradoja de que "la determinación de Rusia para tratar de evitar una guerra está conduciendo a una guerra".
"En resumidas cuentas, Rusia solo tiene ahora ante sí dos opciones: ceder ante la potencia hegemónica 'benevolente' o prepararse para la guerra", concluye el autor del artículo.