Por qué EE.UU. podría perder la guerra gasística frente a Rusia
Durante los últimos años, cuando Estados Unidos decidió entrar en el mercado internacional de gas, la situación ha cambiado drásticamente, señala la revista 'Foreign Policy'. En particular, "han desaparecido las optimistas predicciones sobre una demanda insaciable del gas estadounidense en Asia".
El precio del gas ha bajado considerablemente tras la caída del precio del petróleo y ya no cubre los costos de licuefacción y transporte. Además, la demanda asiática de gas natural no ha sido constantemente creciente.
Japón, que necesitó de esta fuente de energía después del accidente de Fukushima, resolvió sus problemas, mientras que China tiene una gran cantidad de opciones para satisfacer sus necesidades de gas, incluso a través de nuevos contratos con Rusia. Por otra parte, la puesta en marcha de proyectos de gas en Australia ha sido un fuerte golpe a los planes de EE.UU. en Asia, según el artículo.
Europa, la única alternativa para EE.UU.
En estas circunstancias, la única alternativa para las empresas de EE.UU. sería Europa, pero no es tan simple, advierte la publicación de 'Foreign Policy'. El autor del artículo señala que las terminales de recepción de gas natural licuado están solo en Europa Occidental, mientras que Europa del Este se ve como un gran consumidor y necesita nuevos gasoductos.
"El nuevo flujo de gas desde EE.UU. puede tener un resultado paradójico y no reducir, sino fortalecer la dependencia europea de Rusia. El gas ruso, relativamente barato, es tan atractivo que ya ha provocado una división en Europa. Por ejemplo, Alemania busca construir nuevos gasoductos y opta más por el gas ruso por razones comerciales, pese a los reclamos de Bruselas sobre la necesidad de encontrar proveedores alternativos", subraya la publicación.
Si Gazprom sigue adaptándose y reduce los precios, podría mantener su posición de liderazgo durante décadas, lo que exactamente Bruselas estuvo tratando de evitar durante los últimos años, plantea el artículo.
"Políticamente una estrategia de este tipo favorece al Kremlin, ya que conserva la posición de Rusia como socio energético de Europa y proporciona influencia política", opina James Henderson, representante del Instituto Oxford de Estudios Energéticos.