La Marina de los Estados Unidos necesita aumentar su flota para igualar las fuerzas de otras potencias mundiales como Rusia y China. Es lo que se desprende de las palabras que el Jefe de Operaciones Navales estadounidense, el almirante John Richardson, dijo a los periodistas en una base naval norteamericana ubicada en Singapur utilizada por los Estados Unidos. Richardson también explicó durante su comparecencia que el mundo atraviesa un momento particular, caracterizado por la tensión entre países con gran capacidad militar: "Estamos volviendo a entrar, después de décadas, realmente, en una era de competencia marítima", señaló el almirante.
En concreto, se refirió a que "algunas de estas potencias globales, China, Rusia, han estado creciendo. China en particular. Están madurando en todas las dimensiones del poder [y] a partir de cierto punto se dirigen al mar para expandirse y continuar prosperando". En este sentido, Richardson argumentó que la Marina de Estados Unidos debe ponerse al nivel de esos otros países que están invirtiendo masivamente en su capacidad naval. "Tenemos que ser conscientes –matizó– de que este ambiente de tensión está avanzando a un ritmo particular y si queremos seguir siendo competitivos, es mejor que nos adaptemos al menos a ese ritmo, o que lo superemos", dijo.
Lo cierto es que las declaraciones de John Richardson condensan la actual política militar de la administración de Donald Trump, que ya había anunciado precisamente un imponente programa de rearme naval, con el objetivo de aumentar la flota de la Armada hasta alcanzar la cifra de 350 buques de guerra. En la actualidad cuentan con 272. Es igualmente notorio que las fuerzas navales americanas se han vuelto más activas en áreas adyacentes a las costas de Rusia y China.
Además, durante los últimos meses, varios barcos de la Armada de Estados Unidos han hecho diversas incursiones tanto en el Mar Báltico como en el Negro, acercándose a las aguas rusas en un intento de poner de manifiesto su presencia naval; tales expediciones incluyeron, por cierto, numerosas maniobras conjuntas con aliados de Washington en la OTAN. Ante esta situación, ciertamente desafiante para Rusia en términos globales, Moscú ha puesto en marcha su propio programa para modernizar y ampliar sus flotas, tanto la de superficie como la submarina. Entre las principales prioridades se encuentra la construcción de varios submarinos nucleares de clase Borey, esenciales en la estrategia militar disuasoria rusa.