Pasado el terremoto, comienza el desastre social en México
"Yo estaba dentro y de milagro es que vivimos yo y mi esposo. Estábamos adentro cuando empezó a temblar", dice entre lágrimas Yolanda Pereyra al observar las ruinas que se amontonan frente a ella. "Siento tristeza, es un trabajo de toda la vida: mi casa, me quedé sin nada. Ahora vamos a ver cómo empezar de nuevo".
96 muertes –de las cuales 76 ocurrieron en la entidad mexicana de Oaxaca– y más de 200 personas heridas es el balance del terremoto que sacudió varios estados en México, como Chiapas. Más allá de las cifras y con una perspectiva social de las consecuencias que este sismo dejó, un recorrido por distintas zonas afectadas, deja en claro que lo peor está por venir, es decir, que la tragedia tan sólo ha mostrado uno de sus rostros, el más evidente.
Las familias que perdieron a alguno de sus integrantes, les dieron sepultura y tuvieron que regresar a enfrentarse a la destrucción en sus casas, en las calles, en las colonias, en las comunidades. Es el momento en que se tiene que librar con el dolor y la pérdida, con la necesidad de levantar ladrillos, vigas, de intentar regresar a una cierta vida.
No habrá compensación, el apoyo que la sociedad civil está recolectando y enviando a esta región del Istmo de Tehuantepec está siendo acaparado por los niveles de gobierno, no para ser distribuido sino para asignarse a conveniencia. Y con eso también tendrán que cargar las familias.
Hace tan sólo una semana y media, Juchitán se disponía a recibir las fiestas patrias, había llenado la plaza con banderas mexicanas y la plaza central lucía colorida, llena de vida; el mercado estaba repleto de gente que vendía tamales de iguana, tlayudas (una de las comidas típicas de Oaxaca); señoras con blusas bordadas y de vistosos colores caminaban partiendo plaza con grandes iguanas en sus cabezas.
Hoy ese mercado es una maraña de concreto y vigas de acero, fue de ahí precisamente, que el sábado 9 de septiembre fue rescatado el cuerpo de Juan Jiménez, policía que estaba siendo buscado desde que ocurrió el terremoto.
Su esposa, hijas e hijos gritaban de dolor frente a la devastación que de pronto les cayó encima.
La sección séptima, un barrio con fama de ser violento, peligroso, es también un barrio con muchas pérdidas materiales. No hay cuadra que no tenga varias casas caídas en su totalidad, la gente espera fuera a que alguien del gobierno municipal, estatal o federal llegue a censar sus casas y a atenderles en las demandas de revisión médica y de distribución de alimentos.
Reina la incertidumbre mientras la tarde cae, una vez más son la gente más necesitada la que tiene más golpes, una noche más durmiendo en la calle, con el temor de que una réplica del terremoto acabe de tirar lo que aún permanece de pie y con el abandono gubernamental a cuestas.
Sin embargo, en cada casa a la que se entra, las familias reciben las cámaras y la labor periodística con ánimo, con la esperanza de que eso sirva para que les volteen a ver; y sin tener nada, ofrecen un vaso con agua, un plato de la poca comida que algunos tienen. Muchas motos pasan en las calles y movilizan a jóvenes que están coordinando la posible llegada de víveres, la seguridad en las colonias de la sección, a fin de cuentas, es la población la que se organiza a partir de sus usos y costumbres.
La ayuda a cuenta gotas
"El apoyo del gobierno federal–afirma Leticia Orozco, una de las personas lesionadas en la población de Unión Hidalgo– se está quedando en manos del gobierno municipal, todo se está concentrando en el aula de una escuela para que se le tomen fotos". Si se recorren los distintos municipios vecinos de Juchitán es posible corroborar esta situación y por lo menos en San Mateo del Mar, Unión Hidalgo, Asunción Ixtaltepec e Ixtepec, esto es lo que ocurre.
La lógica dice que si se tienen ayudas, entre víveres y medicamentos, es necesario consolidar una red que permita la distribución adecuada para que estas ayudas lleguen a la mayor cantidad de familias afectadas. Sin embargo, en los cuatro días posteriores al terremoto, las ayudas se fueron concentrando en manos del DIF (las siglas del Desarrollo Integral para la Familia, un servicio estatal), sin contar con que llegaron de distintas asociaciones civiles, organismos no gubernamentales y de parte de grupos de ciudadanos que solidariamente entregaron alrededor de 100 toneladas de acopio; una vez concentrados, no se distribuyeron inmediatamente y las quejas no se hicieron esperar.
"El Ejército trajo unas cuantas cobijas y sólo dio una por familia, no reparten los víveres y no sabemos la razón", comenta un poblador de Unión Hidalgo que prefirió no dar su identidad; tras la visible desorganización en Oaxaca, el gobernador Alejandro Murat, anunció este 11 de septiembre que sería el Ejército el único autorizado para repartir los apoyos en alimentos, cobijas y colchonetas, pero a dos días de su declaración no hay resultados contundentes.
La situación en Asunción Ixtaltepec es similar: ante el alarmante panorama de destrucción la población de este municipio empezó a organizarse para juntar alimentos y tener un lugar seguro, por lo que una cancha deportiva en la cuarta sección sirvió de albergue; días después el DIF llegó y se adjudicó no sólo el albergue sino las tareas de distribución de los pocos alimentos y medicamentos que habían llegado. De igual forma el gobernador Murat asistió a esta localidad sin recorrer los lugares más afectados, pero se tomó algunas fotografías.
"Porqué cuando quieren su voto si tocan puerta por puerta y ahora con la tragedia ni pasan para ver si estamos bien", concluye Érika, una joven habitante de Ixtaltepec que permanece atenta a las labores de ayuda cuando se lo permite su trabajo como recepcionista en uno de los únicos hoteles disponibles en Juchitán. Ella, como muchas personas en estas zonas afectadas tienen miedo de que se use la ayuda y a las personas damnificadas como botín para las campañas electorales que están por comenzar, uno de los mecanismos más usados por el Partido de la Revolución Institucional (PRI) que gobierna estos municipios. "No es momento de pensar en la política", concluye impotente Érika.
Divididos por una laguna
Una de las localidades más alejadas de Juchitán pero que también sufrieron daños graves en las viviendas y en la infraestructura de comunicación es San Mateo del Mar. Atravesado por una laguna colindante con el mar, la noche del terremoto, además de ver los puentes que comunican los barrios caer y el piso romperse como galleta, tuvo que sobrevivir a las inundaciones ocasionadas por la marea generada por el sismo.
Humberto, pescador, perdió su casa precisamente porque se hundió entre el agua de la laguna y la tierra abierta por el sismo. Él junto con sus tres niños, su hermano y su esposa esperan la llegada de alguien que les dé un poco de consuelo y alguna certeza de que no todo está perdido. Tras el terremoto, no ha podido volver a pescar, sin embargo, gracias a una brigada de habitantes del municipio de Salina Cruz que llegaron este lunes a repartir comida, tuvo algo que comer y que ofrecerle a su familia.
En San Mateo del Mar ni siquiera existe una autoridad municipal y fue hasta este lunes que una unidad móvil del IMSS (Instituto Mexicano de Seguridad Social) llegó para tomar los signos vitales. Al intentar recopilar datos con el personal médico, comentaron que no tenían información y que cualquier cosa teníamos que buscarla en Juchitán.
Hasta el momento y frente a la poca presencia de los niveles de gobierno en labores de apoyo a la población damnificada, han sido brigadas y esfuerzos locales e independientes los que han repartido alimentos, ropa y medicamentos. Parece que esta será la tendencia que se impondrá ante la poco visible voluntad gubernamental por facilitar la distribución de acopio de manera transparente y sin fines políticos.
Por Heriberto Paredes