El primer ministro de Francia, Édouard Philippe, ha anunciado este martes la suspensión de la subida de los precios del combustible, origen de las fuertes protestas que han tenido lugar en todo el país. También ha comunicado que el Ejecutivo francés ha tomado otras medidas para calmar a los manifestantes, como abandonar temporalmente el aumento de las condiciones de inspección técnica en automóviles y no aumentar la tarifa eléctrica para mayo de 2019, como estaba previsto. De momento se trata de una moratoria de seis meses.
De este modo, el Ejecutivo galo pretende terminar con la más reciente oleada de reivindicaciones en Francia, que ha dejado destrozos en París y otras ciudades del país. Autobuses quemados, ventanas de comercios rotos y pintadas en el Arco del Triunfo son algunos de los escenarios que se encontró el presidente francés, Emmanuel Macron, a su vuelta de la Cumbre del G20, celebrada en Buenos Aires.
¿Qué reivindicaban los 'chalecos amarillos'?
Según el Ministerio del Interior de Francia, centenares de miles de personas han participado en las protestas que se han llevado a cabo en todo el país. Algunos las consideran las más importantes desde la que tuvo lugar en mayo del 68 en suelo francés.
Los miles de manifestantes que han tomado las calles muestran su apoyo al colectivo conocido como 'chalecos amarillos' ('gilets jaunes', en francés), llamados así porque usan la prenda reflectante propia de los conductores. Han salido a la vía pública las últimas semanas para exigir que se dé marcha atrás en el impuesto del diésel, el combustible más usado en el país galo. Y, de momento, han conseguido su objetivo.
El presidente francés justificaba ese aumento por motivos medioambientales, pues debe cumplir pactos a nivel europeo que él mismo ha avalado, pero las explicaciones no convencieron a los opositores de la medida. Se estima que en lo que va de 2018 la subida ha sido del 13% y el 1 de enero estaba previsto un nuevo aumento.
¿Cómo empezó todo?
La primera manifestación a nivel nacional reunió a cerca de 300.000 personas, en un movimiento que no tiene un liderazgo identificable y que se ha nutrido a través de las redes sociales.
Todo comenzó el 17 de noviembre. En esa primera jornada una manifestante murió atropellada de manera accidental, 227 personas resultaron heridas y 117 fueron detenidas por la Policía.
Una semana después del comienzo de la revuelta, el pasado 24 de noviembre, se registró una nueva protesta que dejó al menos 30 heridos y 130 manifestantes detenidos.
Además, más de cien personas resultaron heridas en París, entre las que se encontraban 12 periodistas de RT, y 400 personas fueron arrestadas el pasado sábado, 1 de diciembre, según fuentes de la Policía francesa. En Toulousse, ese mismo día los heridos superaron la cincuentena.
Los agentes usaron gases lacrimógenos, granadas de aturdimiento y cañones de agua contra los manifestantes en las calles parisinas, algunos de los cuales respondieron con el lanzamiento de objetos y prendiendo fuego a edificios y mobiliario urbano.
Lo cierto es que París, y sobre todo, las inmediaciones del Arco del Triunfo, se convirtieron en un campo de batalla con incidentes constantes, enfrentamientos entre Policía y manifestantes, incendios de vehículos, destrozos y pintadas en edificios y monumentos e incluso saqueo de algunos de ellos.
Sumando apoyos
A pesar de la violencia desatada en las últimas jornadas, tras la más intensa de todas ellas, que tuvo lugar el 1 de diciembre, el 72% de los franceses apoyaban a los 'chalecos amarillos' y el 90% pensaba que el Gobierno no había estado a la altura de las circunstancias, según una encuesta recogida por el diario francés Le Journal du Dimanche.
De ese modo, este lunes, incluso los conductores de ambulancias se sumaron a las protestas, manifestándose con sus vehículos, en algunos de los cuales colgaban pancartas que decían 'Macron dimisión'.
Además, Según la Radio Francesa Internacional (RFI), los estudiantes habían bloqueado más de un centenar de escuelas de secundaria para protestar contra las reformas en educación, aprovechando el impulso del movimiento de los 'chalecos amarillos'.
También en la protesta estudiantil ha habido incidentes, como la quema de un coche y el saqueo de una tienda en la localidad de Aubervilliers. Asimismo, en ciudades como Burdeos, Toulouse, Lyon o Dijon se han producido disturbios, con el resultado de varios jóvenes arrestados.
¿Cuál ha sido la postura del Gobierno?
Desde el Gobierno, el presidente de la República dijo el pasado sábado que "ninguna causa justifica que las autoridades sean atacadas, que las empresas sean saqueadas, que los transeúntes o los periodistas estén amenazados o que el Arco de Triunfo sea manchado".
Por su parte, la ministra de Justicia, Nicole Belloubet, aseguró que "la respuesta penal será firme" para los violentos, en declaraciones a Franceinfo. Y el portavoz del Ejecutivo, Benjamin Griveaux, afirmó que "el Gobierno controla la situación", aunque reconocía que hay muchas personas "que se encuentran en una angustia sincera" económica.
A pesar de todo, el Ejecutivo francés en un primer momento llegó a barajar imponer el Estado de emergencia, hasta que este lunes comenzó a escucharse que desde el Gobierno finalmente atenderían las reivindicaciones de la calle, como así ha sido.
De este modo, el primer ministro francés se ha dirigido este martes a la Nación en un mensaje televisado en el que ha dicho que "ningún impuesto merece poner en peligro la unidad de la nación" y ha anunciado la renuncia a las subidas de tributos.
Philippe también ha reflexionado sobre la violencia vivida estas semanas: "Esta ira tiene su origen en una profunda injusticia, la de no poder vivir dignamente de los frutos del trabajo, mientras que los días de trabajo comienzan temprano y terminan tarde", ha dicho.
Traspasando fronteras
La protesta se ha extendido en los últimos días fuera de las fronteras francesas. En Bélgica los 'chalecos amarillos' tomaron las calles a finales de la pasada semana para protestar por el alza de los precios del combustible. Así, los enfrentamientos con la Policía producidos en Bruselas dejaron decenas de detenidos.
Además del contagio del descontento, también otros países vecinos han sentido sus efectos, como demuestra que este último fin de semana se ocasionaran colas kilométricas en el municipio fronterizo español de La Junquera.
Según recoge La Vanguardia, en Cataluña se han producido congestiones de hasta 9 kilómetros motivadas por los problemas de las carreteras francesas afectadas por las protestas.
Nuria López
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