Un geólogo iraquí supervisó la fabricación de armas químicas para el Estado Islámico (EI) durante 15 meses, hasta que, afortunadamente para él, fue capturado vivo, según relató el acusado a The Washington Post.
Suleimán Al Afari, actualmente de 52 años, estaba trabajando para el Ministerio de Industria y Minerales en Mosul cuando esa ciudad, la segunda más grande de Irak, cayó en manos del movimiento terrorista.
Los extremistas convocaron a los especialistas que no habían huido de la ciudad para que trabajaran para el EI, y fue entonces cuando aceptó la propuesta de encargarse de un programa de armas químicas, según contó Al Afari en una entrevista concedida al medio estadounidense en el Departamento Antiterrorista de Irbil, donde está retenido.
"¿Si me arrepiento? No usaría esa palabra", confesó, alegando que el EI se había convertido en un nuevo Gobierno.
"Queríamos trabajar para que nos pagaran. No compelían a nadie. Tenía miedo de perder mi trabajo. Es difícil obtener empleos gubernamentales y era importante mantenerlos", dijo al periódico.
El geólogo fue capturado por soldados kurdos y estadounidenses en 2016 y es uno de los pocos participantes del programa de armas químicas del EI que quedaron vivos. Se le imputa haber organizado una cadena de suministros de gas mostaza y equipado un grupo de laboratorios.
"No se hacía nada apropiadamente"
Al Afari dijo estar convencido, a partir de sus conversaciones con los supervisores del EI, de que los terroristas necesitaban ese programa en primer lugar para atemorizar y afectar la psicología y socavar el espíritu combativo de las fuerzas que los combatían.
"No creo que la calidad de las armas fuera de un nivel muy peligroso", afirmó.
Acerca del lugar donde trabajó, dijo que se acondicionó un taller de reparación de coches y lo describió como "muy primitivo y simple".
"Hubo allí gente inculta que no tenía las habilidades necesarias. Creo que no se hacía nada apropiadamente", señaló.
Aunque este laboratorio fue eliminado, el medio citó a varios funcionarios iraquíes que admiten que el EI podría haberse llevado parte de los equipos y químicos a Siria en 2016.
El EI ha utilizado reiteradamente armas químicas, como cloro y gas mostaza, tanto contra civiles como contra militares iraquíes y sirios y efectivos de la coalición internacional encabezada por EE.UU.
La plaga terrorista en Siria e Irak
El Ministerio de Exteriores de Rusia, país que ha estado ayudando a las autoridades sirias a luchar contra el EI en Siria por la invitación de su Gobierno desde 2015, afirmó en 2017 que el Estado Islámico y otro grupo terrorista, el Frente Al Nusra, usaban armas químicas, como cloro, gases mostaza y sarín, en Siria e Irak.
"Las actividades terroristas de los actores no estatales en Siria e Irak son mayores, más sistemáticas y transfronterizas y sus perspectivas de producción [de armas] van más allá de Oriente Medio", declaró la portavoz de la Cancillería rusa, María Zajárova.
La coalición internacional de Occidente ha reconocido reiteradamente el uso de este tipo de armas por parte de los terroristas en Irak, pero han aprovechado en varias ocasiones este tipo de ataques en Siria para culpar al Gobierno de Bashar al Assad sin presentar prueba alguna.
En diciembre de 2017 Irak anunció que la presencia militar del EI en este país había sido casi desmantelada después de tres años de intensa lucha y tras la recuperación del control de la ciudad de Mosul. Sin embargo, los militares iraquíes siguen realizando operaciones frecuentes contra "células durmientes" de la organización yihadista, que, supuestamente, continúan activas en ciertas zonas del país árabe.
Para agosto pasado las tropas gubernamentales sirias, con el apoyo de las Fuerzas Aeroespaciales de Rusia, consiguieron recuperar el 96,5 % del territorio del país, tras la liberación de más de 1.400 localidades. La cifra contrasta con el 8 % que las autoridades sirias controlaban según los datos del 30 de septiembre de 2015.