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Así es el día a día de los migrantes de la caravana hacia EE.UU. en un albergue en Ciudad de México

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Sin embargo, hay quienes ya no buscan llegar al país norteamericano, sino tomar las posibilidades que el Gobierno de México les ha abierto.
Así es el día a día de los migrantes de la caravana hacia EE.UU. en un albergue en Ciudad de México

Amanece en 'Ciudad Palillo', el albergue instalado en el estadio Jesús Martínez de Ciudad de México, con el trinar de las aves, aumenta también el número de migrantes adormilados que salen a la calle, a 'dar una vueltita', comer algo, cortarse el cabello, visitar a un amigo o hasta para ir a Xochimilco, un sitio turístico famoso por sus canales, al sur de la capital mexicana.

La estación 'Ciudad Deportiva' del Metro se llena de los pasos de aquellos que hace 16 días salieron, principalmente, de Honduras buscando una ruta hacia una mejor vida. En el lugar pasaron la noche poco más de 2.000 migrantes que, esta mañana, salen del albergue con caras soñolientas, con los hombros un poco caídos, limpiándose los ojos, viendo que son vistos por los otros que no migran, que están aquí y que esperan saber un poco de ellos. La mayoría son jóvenes que se desperdigan en soledad, pero también truenan las sonrisas infantiles que se adelantan a los pasos de sus padres.

Afuera del albergue, en el primer cerco de seguridad, los policías, las autoridades y la prensa crean un enjambre confuso. Los primeros, tratan de tener control de la seguridad; los segundos, hablan y se reúnen para tener el último estatus de la situación; los terceros, aguardan por un declaración, otean a los personajes que tal vez les darán una buena historia y esperan a que sean las 10:00 horas (local) para poder ingresar al campamento: son solo 10 minutos y escoltados siempre por personal del Gobierno de Ciudad de México.

Lo que sí, es que todo "está mejor que antes", es la expresión generalizada, no solo de las autoridades, también de los vendedores y vecinos de la zona. Se refieren a cuando la Ciudad de México recibió por primera vez una caravana migrante, en noviembre de 2018, y se improvisó un albergue en este mismo sitio para acoger a los miles de migrantes del grupo que habían salido de Honduras el 12 de octubre de aquel año.

Una niña camina feliz, lleva dos muñecas que sus brazos no alcanzan a rodear, detrás le sigue una chiquillería también de brazos rebosantes de juguetes que un reportero les ha traído. El paso y las miradas destellantes de los niños son olvidados rápidamente para conocer que, hasta la mañana del 29 de enero, habían ingresado 1.083 personas, aunque, a decir de Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Gobierno de Ciudad de México, la estimación era que al cerrar el día superaran las 2.000 personas.

El pasado 28 de enero, alrededor de 1.049 migrantes de Honduras, Nicaragua y El Salvador, integrantes de la nueva caravana que busca llegar a EE.UU., arribó a Ciudad de México, donde se habilitó como albergue el estadio Jesús Martínez 'Palillo', en la zona conocida como Ciudad Deportiva Magdalena Mixhuca, ubicada entre las alcaldías de Iztacalco y Venustiano Carranza.

Entre quienes han llegado a 'Ciudad Palillo' había, hasta el 29 de enero, 40 bebés de menos 2 de años, 14 personas de la comunidad LGBT y una persona con discapacidad motriz; el 80% de los migrantes provienen de Honduras y, en su mayoría, son hombres de entre 22 y 29 años, destacan las autoridades en un breve corte que dan a la prensa.

El bebé de María Esther es uno de los 40 que se tienen registrados. Esta mujer proveniente de Honduras amamanta a su hijo en plena explanada con un rayo de sol que parece vivir en sus ojos, mientras su hija, de 9 años, se le escapa de la mano para ir corriendo a jugar a las carpas que el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) ha habilitado para los niños y niñas.

"Me fui, primero, por unas amenazas; segundo, porque no hay empleo, no le puede dar uno estudios a los hijos", cuenta María, quien hace 16 días dejó Honduras y, allí, a otro de sus hijos, uno de 5 años. Cuando habla de miedo, dice que es poco en comparación con el esfuerzo hecho para llegar a este punto, donde ya no hay retorno. "Me dio un poquito de miedo, pero ya estamos casi a la mitad del camino y no puedo regresarme, porque he hecho mucho esfuerzo por llegar hasta aquí y no puedo regresarme ya".

María, de 24 años, planea amanecer algún día en Estados Unidos sin importar las siete horas que a veces llega a caminar, los 'rides' que tenga que seguir pidiendo y "cuando se pueda", pues pagar el bus.

A diferencia de esta joven madre, otras familias han decidido que es mejor regresar. Con el apoyo de la Organización Internacional para las Migraciones (IOM) –con presencia en el albergue– dos familias iniciaron el trámite de retorno voluntario a sus lugares de origen.

Migración controlada

En contraste con la llegada de la primera caravana, en noviembre pasado, y como se ha observado desde el 19 de enero de este año, cuando llegó el primer grupo al Puente Internacional Rodolfo Robles, en Chiapas, las autoridades han tomado medidas, a fin de tener una migración ordenada, controlada.

En este punto, David León, coordinador nacional de Protección Civil, destaca la presencia del Instituto Nacional de Migración para "invitar a la regularización de los migrantes que así lo decidan", pero también del Servicio Nacional de Empleo, "brindando las vacantes que existen en el país para aquellos que quieran integrarse de manera legal a la vida económica y social", refiere a la prensa.

El Gobierno de México entregó, el 19 de enero pasado, las primeras tarjetas de visitante por razones humanitarias a integrantes de la nueva caravana migrante, que partió el 14 de enero de San Pedro Sula, Honduras, con intenciones de llegar a EE.UU.

La tarjeta tiene vigencia de un año y permite a los migrantes obtener empleo, educación y servicios de salud básica dentro del territorio nacional; quienes inician el trámite obtienen una respuesta entre dos y cinco días después.

"El Gobierno mexicano está promoviendo una migración regular, ordenada, segura, por ello, el proceso de regularización que se hace en todos los puntos de internación; con él, obtienen una tarjeta de visitante temporal por razones humanitarias y una Clave Única de Registro de Población (CURP), que les permite pedir trabajo en cualquier sitio, abrir una cuenta en el banco. Estoy seguro de que el 99% de ellos, vienen de sus países obligados por condiciones de violencia o de falta de bienestar y por eso caminan hacia el norte, como seguramente nosotros, en esa búsqueda, lo haríamos", refirió León.

José Vázquez, un joven de 23 años que dejó Honduras el 16 de enero, tiene su objetivo bien definido: la tarjeta de visitante por razones humanitarias. Quiere estudiar y trabajar en México, donde hay "un excelente calor humano".

"Mi idea en Honduras era seguir estudiando, soy graduado de bachillerato en ciencias sociales, pero no se me dio la oportunidad, tenía que estudiar y trabajar al mismo tiempo, y mi principal razón para migrar es que no hay empleo", explica el muchacho con la voz un poco apagada por la tos y la gripe.

Al sur del norte

Enrique y Miriam son de Honduras. Él de Danlí, una ciudad del departamento de El Paraíso, ubicada en la parte oriental del país; ella de San Pedro Sula, una ciudad del Valle de Sula, en el norte. Él viaja con su hermano, ella con su hijo. Y ninguno de los dos tiene como meta llegar a Estados Unidos.

Enrique Madariaga Castellanos lleva 15 días caminando, "a ratos, otros, los hago en tren" y presume de su salud, nada más allá de un dolor de pies ocasional. El viaje lo ha hecho solo hasta este punto, donde se reunirá con un hermano; ingresa al albergue y sostiene con orgullo la frazada que le dan a su llegada.

"Decidí migrar por la situación económica del país, tenía un trabajo allí, pero solo me daba 'para la papa', como le dicen aquí, para ir comiendo. Yo lo que quiero es trabajar, soy de los que trabaja desde los 7 años, no me asusta nada", dice Enrique, quien continúa aferrado a su frazada mientras deja que sus ojos recorran el lugar al que acaba de ingresar apenas 10 minutos antes.

Al emprender su marcha dejó atrás a su esposa y dos hijos, a quienes espera llevar –en su futuro cercano– a la ciudad de Monterrey (norte de México), donde vive uno más de sus hermanos; la fortuna se la deja a dios.

Miriam Acosta cruza el lugar con paso orgulloso, con rostro radiante y una negra cabellera que le vuela a los costados. "De repente tomé la decisión, me enteré que salía esta caravana y me tuve que venir", recuerda al hablar de cuando salió de la terminal de buses de San Pedro Sula el 14 de enero pasado, sosteniendo la mano de su hijo de 10 años, quien no ha dejado de sentirse feliz, cuenta Miriam: "Le digo que lo voy a devolver y me dice 'no, no mami, yo voy con usted'".

Su meta es llegar a la ciudad de Tijuana (norte de México) para conseguir empleo. "La verdad, el pago ya no me alcanzaba mucho para estar allá", el allá del que habla es Honduras, donde se quedaron su madre y cuatro hijos más. Ellos, dice, son lo único que extraña.

La naturaleza migrante

Las autoridades aún no tienen claridad sobre cuál será la ruta específica de la primera caravana migrante que ingresó a México este año. "Tenía información de que muchos querían ir a Tijuana, pero también sé que otros irían a Nuevo Laredo (Tamaulipas, norte de México), no quiero dar una ruta específica, seguramente ellos la tendrán", apunta León.

Lo que sí dejan en claro es que 'Ciudad Palillo' es un albergue temporal, donde se prevé que las estancias sean de entre seis y 10 días. "Son migrantes y de manera natural van a seguir su tránsito hacia donde ellos lo consideren. Hoy tenemos la primera caravana del año, seguramente llegarán otras y permanecerán un tiempo; el albergue estará el tiempo que se requiera para dar atención hasta terminar este proceso que ha iniciado en el sureste hace algunas semanas", expresa Arturo Medina, subsecretario de Gobierno de Ciudad de México.

Una ciudad migrante

En el estadio, ubicado al oriente de la ciudad, hay instaladas tres carpas que son usadas como dormitorios. Además, sanitarios y regaderas provisionales, por lo que "menos mal" no utilizan los servicios fijos del lugar, como refiere una mujer del cuerpo de policías al ingresar con otra a esas instalaciones que no son "para los hondureños".

Los dos tráileres que sirven como cocina están a cargo de elementos de la Secretaría de Marina, quienes además preparan alimentos en tres tiempos. A decir de las autoridades se tiene capacidad para ofertar 5 mil raciones de alimento por turno.

También se tienen dispuestas cuatro carpas para la atención médica que ha consistido, principalmente, en atender infecciones respiratorias, enfermedades de la piel y lastimaduras en los pies.

Hay, además, espectáculos y juegos para los niños, y charlas para los adultos sobre cómo usar correctamente un preservativo, cómo mantenerse hidratados y hasta cómo sentarse en posición correcta. Lo que no hay, son instalaciones eléctricas para recargar la batería del teléfono móvil, por lo que en la entrada principal, algunos de los migrantes se arremolinan en torno a instalaciones improvisadas por los comerciantes callejeros para intentar echar a andar sus teléfonos. "Aquí el señor de los dulces, ya nos dio chance, pero yo no he podido cargar nada", dice uno de los jóvenes.

Pasa del medio día y avenida Rio Piedad sin número –donde se localiza la entrada a 'Ciudad Palillo'- está más calma, solo hay algunos migrantes desperdigados en la banqueta y otros que ingresan o salen del Metro. Ahí está un joven de 27 años que intenta hacerse una 'selfie', regresa de comer "algo" y cortarse el cabello, "unas vueltecitas aquí nomás". Llegó hace un día al albergue con la caravana y aún no sabe cuál será su destino final, "a ver qué pasa en el camino". Lo que sí sabe es que salió de su país, Honduras, "porque allá hay mucha violencia, las maras, y tampoco hay empleo".

Así, miles de migrantes amanecerán, otro día más, en un lugar lejos de casa, pero buscando construir un hogar, a donde sea que este viaje finalmente los lleve.

Paola Morales

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