El fracaso de la guerra narco en Argentina: ¿qué pasó?
"Tenemos que ganar esta guerra", convocó el presidente de Argentina, Mauricio Macri, la mañana del 30 de agosto de 2016 al presentar su programa "Argentina sin narcotráfico" en una ceremonia a sala llena en la que participaron el presidente de la Corte Suprema, el gabinete, jueces, diputados y senadores.
Macri retomó ese día los tradicionales términos bélicos impuestos hace décadas a las políticas sobre drogas a escala internacional. Intentaba demostrar que cumplía compromisos, ya que hacía poco más de ocho meses había asumido la presidencia con base en tres promesas: "pobreza cero", "unir a los argentinos" y una meta jamás alcanzada por país alguno, "derrotar al narcotráfico".
Pero en los años siguientes la pobreza creció y la polarización política que envuelve y divide a la sociedad argentina se agudizó. En la recta final de su mandato, al mandatario solo le quedó el narco como el único tema sobreviviente de las tres promesas más importantes con las que había llegado a la Casa Rosada.
Por eso, las campañas oficialistas de este año tuvieron como eje el relato macrista que se erige como el primer gobierno que convirtió la lucha antinarco en una política de Estado. "Antes convivíamos con el narcotráfico, ahora lo combatimos", afirma uno de sus lemas más difundidos para diferenciarse en particular de los pasados gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner (2003-2015), a los que suele acusar de haberse "aliado a las mafias".
El macrismo basa parte del supuesto éxito de su estrategia en incautaciones que suele calificar como inéditas, pero un análisis pormenorizado de datos oficiales demuestra que los récords no lo son tanto.
Decomisos y consumo
De acuerdo con informes del Ministerio de Seguridad, entre 2005 y 2018, el año de mayor decomiso de marihuana fue 2015, el último de la gestión de Fernández de Kirchner, con el secuestro de 206,7 toneladas. El macrismo no ha superado esa cifra, ya que en 2016, 2017 y 2019 incautó 160,5, 174,9 y 194,7 toneladas, respectivamente.
Sobre la cocaína, entre 2016 y 2017 los decomisos casi se duplicaron al pasar de 8,4 a 15,7 toneladas, que efectivamente es una cifra récord, pero en 2018 bajó de nuevo y de manera abrupta a 8,5 toneladas, una cantidad mucho menor a los secuestros de esta droga registrados en varios de los años kirchneristas, que tuvieron su pico en 2008 y 2009, con más de 12 toneladas incautadas.
Las estadísticas marcan oscilaciones en la cantidad de drogas ilegales encontradas en uno y otro gobierno, algunos años más, otros menos, sin que hasta ahora se haya demostrado que ello tiene un impacto real en la reducción de la oferta y demanda.
Los últimos datos disponibles son de 2017, cuando la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas (Sedronar) presentó el Estudio de Consumo de Sustancias Psicoactivas en la población de entre 12 y 65 años. El primer informe de este tipo realizado desde 2010 confirmó que el consumo reciente de alguna droga ilícita aumentó del 3,6 % al 8,3 % en apenas seis años. El uso de marihuana pasó de 3,2 % al 7,8 % y el de cocaína, de 0,6 % a 1,5 %, aunque la mayor prevalencia, al igual que ocurre en el resto del mundo, la tienen sustancias legales: el 81 % en el caso del alcohol y el 51,3 % con respecto al tabaco.
En comparación con 2010, en 2017 se duplicó el porcentaje de niños y adolescentes que consumieron cocaína, que consideran que no es riesgoso fumar marihuana y el de quienes usaron éxtasis por primera vez. El número de menores que consumieron cocaína se triplicó. En general, el estudio señaló que el consumo de alguna droga ilícita en niños y adolescentes aumentó 146 %, dato que debería bastar para atenderlo como un problema de salud, no de seguridad. Además, más de la mitad advirtió que les era muy fácil conseguir drogas ilegales en menos de 24 horas. La accesibilidad se mantiene intacta.
Incautaciones y detenciones
En diciembre pasado, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, presumió en un informe de 17 páginas la incautación de bienes del narcotráfico por un valor de 593,5 millones de dólares en solo dos años y medio.
Aunque se mencionan armas, municiones, dinero en efectivo, motos, camionetas, aeronaves, camiones, bicicletas, canoas, lanchas, yates, celulares, computadoras, tablets, cámaras de foto, teléfonos fijos y satelitales, discos rígidos, cedés y devedés, la mayor parte de esa cifra, 524,7 millones de dólares, corresponde al valor estimado de las drogas ilegales secuestradas.
El informe dice que los cargamentos de marihuana, cocaína y drogas sintéticas valen lo suficiente para construir 35 hospitales o 131 escuelas, pero la comparación es ociosa porque, si las sustancias no se venden entonces, no hay ganancia alguna. No se pueden invertir en nada.
Otro dato que el gobierno suele usar como indicador de "éxito" en su guerra contra las drogas es el aumento en las detenciones.
Aquí sí, las cifras son exorbitantes: de diciembre de 2015 a diciembre de 2018 en Argentina detuvieron a 64.063 personas por delitos vinculados al narcotráfico. Implica un aumento del 145 % en solo tres años. Esto significa que, cada día, 57 ciudadanos son acusados de formar parte de una cadena criminal, aunque en realidad casi cuatro de cada 10 causas que se inician son por tenencia para consumo. Es la misma tendencia que había en los años kirchneristas. Las causas penales por tráfico representan apenas entre el 10 % y 20 %, dependiendo el año. ¿Dónde está, entonces, la "lucha contra las mafias"? ¿Por qué se piensa que llenar cárceles con personas acusadas de delitos menores vinculados al narcotráfico, en su mayoría de escasos recursos y que no terminaron el secundario, es un indicador triunfal, cuando significa precisamente todo lo contrario? ¿Para qué sirve saber que con esos detenidos se llenarían estadios Luna Park o teatros Gran Rex, como suele señalar el Ministerio en otra de sus comparaciones?
Teatralidad
Lo que más cambió en los últimos años, con respecto a otros gobiernos, fue la teatralidad del macrismo para abordar el tema, pero sin dejar de lado prejuicios y estigmatizaciones.
El presidente encabezó varios actos en torno a su programa 'Argentina sin narcotráfico', vinculando siempre el consumo de drogas ilegales a la comisión de delitos. "Los chicos terminan asesinando sin darse cuenta de lo que están haciendo", dijo sin respaldarse en dato alguno. Tanto él como sus funcionarios, además, suelen hablar de "la droga" como un todo, como un sujeto, como un ente autonómo, sin diferenciar efectos, riesgos ni prevalencia de sustancias legales e ilegales.
La que más se tomó en serio la guerra narco fue la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich: posó con ropa de camuflaje militar en operativos, invitó a ciudadanos a presenciar la quema de toneladas de marihuana y celebró operativos antinarco en los que apenas se habían decomisado algunas plantas.
También dejó frases que pasarán a la posteridad, como cuando afirmó: "Holanda es un narco estado, los mismos funcionarios holandeses dicen que son los principales exportadores de drogas de síntesis en Europa". Se tuvo que disculpar después de haber estado a punto de provocar un conflicto diplomático con el país de Máxima, la argentina Reina de Holanda. O la vez que en un programa de televisión insistió: "Todo tiene que ser considerado droga, más allá de que sus ingredientes no sean drogas". La ministra llegó a celebrar vía Twitter que el precio de la cocaína hubiera aumentado, según ella, porque los decomisos de su Ministerio provocaban una escasez del producto y lo encarecían.
Este mes, después de que el presidente Mauricio Macri perdiera las elecciones primarias frente al peronista Alberto Fernández, la diputada Elisa Carrió llegó al extremo de sugerir un fraude gracias al "control narco" que, según ella, hay en el norte y en la provincia de Buenos Aires. Tampoco presentó pruebas.
En los años macristas se decomisaron cargamentos adjudicados al Cártel del Golfo, se denunciaron operaciones locales del Cártel de Sinaloa, procesaron a la viuda y al hijo de Pablo Escobar por presunto lavado de dinero, extraditaron al narcotraficante Henry de Jesús López Londoño, alias 'Mi sangre', a Estados Unidos, y el presidente decretó una Ley de Extinción de Dominio supuestamente para recuperar bienes del narco, pero la iniciativa naufragó en el Congreso.
Nada diferente, en realidad, con las políticas de drogas que existen desde hace décadas. La única novedad fue que, gracias a los esfuerzos realizados por organizaciones de madres de niños enfermos, el Congreso legalizó la marihuana con fines medicinales, pero la regulación quedó incompleta al no contemplar el cultivo para consumo personal ni el solidario, que permitiría fabricar de manera gratuita el aceite que necesitan los pacientes.
Argentina con narcotráfico
Las sustancias ilegales se siguen y se seguirán comercializando en Argentina y en el resto del mundo porque la evidencia ha demostrado que las políticas de drogas basadas en el prohibicionismo, la militarización del combate y la criminalización de los consumidores no funcionan para cumplir el utópico objetivo de "terminar con el narcotráfico" que Estados Unidos se propuso e impuso en los años 70.
Por más decomisos y detenciones que haya, el negocio sólo cambia de manos, pero no decrece, todo lo contrario. Hace 25 años mataron a Pablo Escobar, pero Colombia sigue siendo líder en producción de cocaína. Joaquín 'El Chapo' Guzmán fue condenado a cadena perpetua en Estados Unidos, pero su Cártel de Sinaloa y decenas de organizaciones criminales siguen operando exitosamente en México y otros países. Las cárceles de Estados Unidos están sobrepobladas con personas detenidas por delitos menores sobre narcotráfico, la mayoría latinos y negros, y sin embargo sigue siendo el país que más drogas ilegales usa en el mundo, con una reciente epidemia de consumo de opioides.
El Informe Mundial de Drogas 2019, que cada año presenta la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, reveló que en la última década aumentó un 30 % el número de personas que utilizó drogas ilegales durante los últimos 12 meses. 35 millones padecen consumos problemáticos, pero sólo una de cada siete recibe tratamiento médico. En ello, pesa mucho la criminalización que afecta a quienes necesitan ser atendidos como pacientes, no tratados como delincuentes. Uno de los datos más alarmantes es que el consumo de opioides aumentó un 56 %, mientras que la producción de cocaína se incrementó en un 25 %.
Los éxitos de la guerra mundial contra el narcotráfico, como se ve, son inexistentes, y en el caso de Argentina no tenía por qué ser la excepción. Por eso Macri también incumplirá su promesa de "terminar con narcotráfico". Era irrealizable desde el principio.
Quizá futuros gobiernos se impongan metas más realistas.
Cecilia González
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