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Fragmentación, nacionalismos y bloqueo: claves de la política española tras las elecciones

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La gran incógnita de la gobernabilidad de España sigue intacta, o acaso se ha hecho más pronunciada, tras la celebración de los comicios.
Fragmentación, nacionalismos y bloqueo: claves de la política española tras las elecciones

Los resultados de las elecciones generales españolas celebradas este domingo presentan algunas diferencias substanciales con respecto a los obtenidos el 28 de abril, pero no han resuelto el problema que obligó precisamente a esta repetición electoral: el bloqueo entre fuerzas progresistas y conservadoras persiste al menos numéricamente, ya que ninguno de los dos bloques está en condiciones de alcanzar la mayoría parlamentaria.

De hecho, la formación de un gobierno se antoja ahora algo más complicada que antes, ya que tanto el partido ganador, el Partido Socialista (PSOE) de Pedro Sánchez, como su supuesto socio prioritario en la izquierda, Podemos, han perdido escaños y se encuentran ahora un poco más lejos de la mayoría absoluta. Por ese motivo, el bloque de centro-izquierda está ahora aún más necesitado del respaldo de fuerzas nacionalistas o de abstenciones y apoyos de sus rivales conservadores que, al menos a priori, parecen poco probables. 

Por otra parte, el grupo de partidos de centro-derecha (Partido Popular, Ciudadanos y Vox) se halla también lejos de la mayoría absoluta, tras un notable cambio interno en su configuración: la estrepitosa caída de Ciudadanos –el más 'centrista' de los partidos a ese lado del espectro político español– contrasta con el considerable auge de los ultraderechistas de Vox, en un movimiento del electorado conservador que sugiere una polarización ideológica que en ningún caso contribuirá a la gobernabilidad del país.

Mientras tanto, el Partido Popular, que durante toda la campaña insistió en presentarse como "la única alternativa viable a un Gobierno de Sánchez", aumenta considerablemente su representación parlamentaria (de 66 a 88 escaños), e insiste en que no facilitará en ningún caso un gobierno de los socialistas con su abstención.

La relevancia del conflicto catalán

Una de las claves de la situación política y parlamentaria de España tiene que ver con el conflicto territorial que afecta a Cataluña. Allí, las fuerzas nacionalistas controlan el Gobierno regional en medio de un clima social afectado por la división ideológica y fuertemente agitado por la reciente condena del Tribunal Supremo a los líderes del movimiento soberanista que llegaron a proclamar unilateralmente la independencia de la región en 2017.

Las relaciones entre el Gobierno en funciones de Pedro Sánchez y la Generalitat de Cataluña –regida por el independentista Quim Torra– sufrieron un pronunciado deterioro precisamente cuando el jefe del Ejecutivo español le exigió al presidente catalán, sin éxito, una condena "rotunda" de los disturbios que se estaban produciendo en las protestas contra la mencionada sentencia judicial. 

Ahora, tras este domingo electoral, el apoyo de los 13 diputados de Esquerra Republicana de Catalunya, el partido independentista más representado en el Parlamento, podría ser decisivo para la materialización de un Gobierno progresista liderado por Sánchez, pero la negociación en ese terreno está obviamente sembrada de temas sensibles y en este preciso momento se perfila en el horizonte como un proceso francamente difícil.

La principal de esas dificultades podría ser, sencillamente, la de legitimar cualquier acuerdo con una fuerza independentista tras una campaña electoral en la que Sánchez ha querido exhibir firmeza frente al separatismo. 

Sin embargo, los efectos de esta problemática territorial exceden ampliamente el marco de las relaciones entre la Generalitat y el Gobierno central o el de unas eventuales negociaciones entre los grupos soberanistas y el PSOE: el propio aumento de la presencia de la ultraderecha en el Congreso español se explica en gran parte como una reacción 'españolista' al independentismo catalán, que en el discurso de Vox aparece insistentemente representado como una grave afrenta a la unidad territorial de España. 

Otros nacionalismos

Por otra parte, la decisiva influencia de los nacionalismos en la política española no se circunscribe únicamente a Cataluña. De hecho, nos encontramos precisamente ante el Parlamento más fragmentado desde la transición española, en el que hasta 19 formaciones políticas han conseguido representación, y parte de esa fragmentación se debe de hecho a la creciente presencia de partidos nacionalistas y regionalistas.

Entre las tres formaciones independentistas catalanas (ERC, CUP, y Junts per Catalunya) consiguen sumar 23 asientos, uno más que en los pasados comicios; dos fuerzas vascas (EH Bildu y el Partido Nacionalista Vasco) suman 12 escaños (uno más que en abril para cada una); y además, el Bloque Nacionalista Galego (BNG) ha conseguido también representación en el Hemiciclo con un nuevo diputado.

Se hace evidente que frente a la propuesta de unidad territorial incuestionable en la que los partidos de derechas en España fundan una parte de su argumentario –los extremistas de Vox propugnan incluso eliminar las autonomías–, los resultados delas votaciones legitiman un panorama mucho más heterogéneo, en el que se ven representadas cada vez más aspiraciones regionales. La actual configuración de fuerzas parlamentarias exige que cualquier gobierno que salga de estos comicios acepte esta realidad y lidie con ella. 

Perspectivas de futuro

Estando la suma de los partidos de derecha demasiado lejos de la mayoría absoluta como para constituir una opción –y dado su rechazo genérico a los pactos con fuerzas nacionalistas– es en la posibilidad de un gobierno progresista donde se concentran a día de hoy las esperanzas de gobernabilidad de España.

Con todo, no se prefigura ningún sendero fácil hacia ese objetivo. Todo pacto entre fuerzas de centro-izquierda exige aritméticamente la difícil y seguramente exigente colaboración de partidos nacionalistas, algo que el PSOE, como fuerza encargada de liderar el proyecto de formación de gobierno, ha querido evitar ya desde las anteriores elecciones.

Otra posibilidad, cuya mera mención suena en este momento muy poco creíble en España, es la de una supuesta 'gran coalición' entre el PP y el PSOE, algo que el líder popular, Pablo Casado, ha negado radicalmente en campaña, pero que en un momento dado podría constituir la última alternativa frente a una tercera repetición electoral que rozaría lo intolerable. 

En todo caso, es en este terreno, polarizado, fragmentado y erizado de intereses diversos y no pocas veces contrapuestos, donde deberá abrirse camino un acuerdo de Gobierno que brinde estabilidad política al país y que ponga fin a una sucesión de citas electorales que amenaza con desgastar la confianza de la sociedad española en sus propias instituciones. 

David Romero

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