Las dificultades que enfrentan los venezolanos para surtir gasolina (tras el endurecimiento de las sanciones de EE.UU.)
El taxista Antonio Blanco estaciona su carro en una esquina de Caracas, un Caprice clásico del año 1989, con la pintura desgastada y los cauchos en sus últimos días. Son las 10:13 de la noche, abre la puerta del lado del chófer, se baja y sonríe. Su plan ha resultado, es el primero en la cola.
La esquina donde estacionó es una de las más anheladas —desde hace más de un año— por los conductores de la capital venezolana, quienes intercambian información de las gasolineras por grupos de Telegram y otras redes sociales. El carro de Antonio quedó a menos de 100 metros de unas de las bombas que vende combustible subsidiado por el Gobierno y en la que puede reponer hasta 40 litros por menos de 10 centavos de dólar.
Antonio tiene 54 años y trabaja como taxista desde hace 6. Antes era agente de seguros, pero las dificultades económicas del país lo llevaron a cambiar de labor para poder sostener a una familia de cinco: tres hijos, su esposa y él. Asumió el oficio con el único vehículo que ha tenido, "una nave" a la que llama "La Joya".
Antonio siempre ha cargado con los ingresos familiares mientras su esposa asume el trabajo del hogar y el cuidado de sus hijos. Diez años atrás, dice, "los mantenía holgadamente", pues ganaba en bolívares lo equivalente a 2.000 dólares al mes, cuando el sueldo mínimo era de 400. Pero al deteriorarse el poder adquisitivo y los salarios, el mercado asegurador tocó fondo. "Las personas no podían comprar pólizas".
Las obligaciones lo llevaron "a taxiar" mientras daba vueltas por la ciudad en búsqueda de clientes, algo que ya no puede hacer. Tenía a sus hijos en etapa escolar, entre primaria y secundaria. Ahora, el mayor va a una universidad pública y lo otros al bachillerato, en un colegio donde paga 20 dólares al mes por cada uno.
Como Antonio, hay otros venezolanos que se las ingenian para enfrentar las vicisitudes cotidianas del país, golpeado por un proceso hiperinflacionario de años, que se ha agravado con el bloqueo comercial impuesto por EE.UU. y la Unión Europea, lo que genera un profundo deterioro en la calidad de vida.
También se añaden la inestabilidad política y las sanciones aplicadas desde hace una década —de forma progresiva— contra Petróleos de Venezuela (PDVSA), medidas que también han causado muertes y daño humanitario, según lo confirman expertos de la ONU.
Bajo ese contexto, el país con las mayores reservas probadas de crudo del mundo pasó de producir casi 3 millones de barriles diarios en 2011, a poco más de 500.000 en junio de 2021, según datos de la OPEP.
120 litros a menos de 1 dólar
En el caso de Antonio, el tanque de gasolina de su Caprice es de 120 litros, misma cantidad subsidiada mensual que da el Gobierno a través de la plataforma Patria, un sistema digital que permite acceder a distintos beneficios sociales.
Mientras puede, Antonio trata de utilizar todo su cupo mensual subsidiado, que equivale a menos de un dólar, pues al agotarlo debe pagar cada litro "a precio internacional" (0,5 centavos de dólar) y para llenar el tanque completo gastaría 60 dólares en una gasolinera privada.
Aunque el monto es menor en comparación con el mercado internacional, como los 0,77 centavos de dólar por litro que se pagan en Miami, EE.UU.; o los 1,65 que se cancelan en Madrid, España; el precio sin subsidio en Venezuela es inaccesible para un trabajador que gane sueldo mínimo, que es de menos de 3 dólares al mes.
Por esa razón, Antonio acude tres veces —cada mes— a una estación subsidiada y espera desde la noche hasta el día siguiente. Lo hace así porque solo puede cargar un máximo de 40 litros por cada visita. Cuando no, debe ir a una privada donde pone solo 10 litros (5 dólares).
Llegar de primero a la cola o hacer la espera desde un día antes no le garantiza nada. Al día siguiente le pueden decir que no hay gasolina o que debe esperar a que llegue el camión con combustible. "Lo mejor que me ha pasado es estar toda la madrugada en el carro y que abrieran la estación a las 8:00 de la mañana y nos dejaran entrar sin mayor problema, pero también me ha tocado feo".
"Hay muchas irregularidades en las gasolineras"
Una vez, comenta Antonio, hizo una cola desde las 4:00 de la tarde hasta el día siguiente. Las razones de la lentitud, asegura, son las irregularidades que se ven a diario alrededor de las bombas de gasolina.
Según el entrevistado, algunos funcionarios a cargo de las filas hacen formaciones paralelas para cobrar hasta 10 dólares a los que quieran pasar primero, afectando al resto de usuarios que esperan en orden desde la madrugada.
"Había personas que pagaban 5, 10 y hasta 20 dólares, si eran camionetas, por llenar todo el tanque. Los iban metiendo en medio del alboroto que ellos mismos arman y por eso nuestra cola no se movía", cuenta.
Antonio se devolvió a su carro e informó sobre la irregularidad, una realidad recurrente que combate el Estado y que ha llevado a la cárcel a civiles, policías y militares por contrabando de combustible. Luego, las personas que estaban en la fila comenzaron a reclamar e increparon a los funcionarios. La presión, dijo, obligó a que les abrieran el paso.
"Fue como a las 12 del mediodía que nos dejaron pasar, yo salí como a las 2:00 de la tarde. Son muchas las irregularidades en las gasolineras, yo creo que ninguna se salva".
¿Qué pasa en las regiones?
La escasez de diésel en Venezuela llegó a su punto más crítico en 2020, en plena pandemia del covid-19. Esto se originó cuando EE.UU. radicalizó sus sanciones contra PDVSA y le prohibió negociar con otros países y empresas del sector para adquirir repuestos e insumos para producir carburantes. Washington también le negó a Caracas la posibilidad de importar e incluso interceptó barcos cargados de combustible que iban al país suramericano.
Todo esto sumó en la ecuación para que Venezuela entrara en un escenario de desabastecimiento generalizado de gasolina y diésel, este último esencial para el transporte de carga pesada que distribuye alimentos, medicinas y otros rubros fundamentales.
Orange Márquez, originario del estado Táchira, estado fronterizo con Colombia y ubicado en los andes venezolanos, es un campesino que maneja su propio camión para vender —en Caracas— vegetales y hortalizas que él mismo siembra y cosecha junto a su familia. Márquez, de 60 años de edad, comenta que acceder al diésel, que es totalmente subsidiado por el Estado, se hace cada vez más difícil.
"A veces no hay, entonces toca buscar a pimpineros [contrabandistas] que te lo venden en el mercado negro muy caro, a 2 o 3 dólares por litro, también me ha tocado comprarle a bachaqueros el diésel que traen por las trincheras desde Colombia (donde cuesta 0,50 centavos de dólar). Así es como resolvemos". Todo eso encarece la venta de los rubros, dice, aunque asegura que él logra mantener "precios razonables" porque no tiene intermediarios. "Si consiguiera el gasoil como antes, vendería más barato".
La experiencia del señor Orange se repite también en otras regiones como el estado Lara, ubicado al occidente del país y a más de 360 kilómetros de Caracas. Allí las dificultades para poner gasolina subsidiada son aún más extremas, incluso reponer en una estación privada puede ser una hazaña.
Colas de semanas y venta de los "cupos de gasolina subsidiada"
Sorelis Hernández, de 37 años, quien se dedica a la fabricación de tortas y utiliza su vehículo para realizar entregas a domicilio, cuenta que en al menos dos ocasiones le ha tocado esperar entre una semana y 17 días para reponer combustible subsidiado.
Para hacer la cola, debe dejar su carro estacionado en la fila que va hacia la gasolinera. Ahí se queda un familiar o conocido, mientras ella realiza las entregas de sus pedidos a pie o en bicicleta. Cuando no puede y para no perder clientela, contrata servicios de delivery.
En la cola se elabora una lista, explica, se entregan números e intercambian los contactos telefónicos para estar informados. En las noches se turnan y definen dos grupos, uno que se queda a cuidar y otro que se va a descansar.
Con esta organización, dice Sorelis, resulta difícil —"aunque sí sucede"— que entren "coleados" a la estación pagando sobornos, porque ya conocen los vehículos y siempre se pasa la lista. También, añade, "aparecen personas que revenden sus cupos de gasolina subsidiada a cambio de dólares".
El ministro de Petróleo, Tareck el Aissami, dijo a Bloomberg a finales de junio que las refinerías venezolanas tenían el objetivo de producir el 100 % de la demanda nacional de combustible y dijo que, cuando se alcanzara esa meta, las colas en las gasolineras desaparecerían.
Además, indicó que este año el Ejecutivo invertirá 1.200 millones de dólares para reactivar la industria petrolera, que tiene un potencial de producción de hasta 6 millones de barriles día.
Orlando Rangel Y.
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