Los presidentes de Argentina, Alberto Fernández, y Uruguay, Luis Lacalle Pou, se reunirán el viernes en Buenos Aires para tratar de poner fin a meses de tensiones que incluso han hecho tambalear la continuidad del Mercado Común del Sur (Mercosur), el estratégico bloque político y económico que comparten con Brasil y Paraguay desde hace tres décadas.
La cita fue pactada a fines de julio por el propio Fernández y el canciller uruguayo Francisco Bustillo, durante la toma de posesión de Pedro Castillo como presidente de Perú, acto al que ambos asistieron.
Este será un intento de recomponer la relación bilateral que el año pasado apuntaba a la madurez institucional, a pesar de sus diferencias ideológicas, ya que Fernández es progresista y Lacalle Pou, de derecha. En noviembre, de hecho, el argentino visitó al uruguayo en la estancia presidencial ubicada en la ciudad de Colonia.
La cordialidad con la que concluyó ese encuentro se rompió por completo en marzo, durante la cumbre del Mercosur en la que Argentina asumió la presidencia semestral del bloque.
Ahí, Lacalle Pou advirtió la necesidad de permitir que los miembros negociaran por su cuenta, de manera individual, acuerdos comerciales con otros países, a lo que Fernández se resistió.
"Obviamente que el Mercosur pesa, obviamente que su actividad de producción pesa en el concierto internacional, lo que no debe ser es un lastre, no estamos dispuestos a que sea un 'corset' en el cual nuestro país no se pueda mover", advirtió Lacalle durante una intervención que destacó por su tono crítico hacia el funcionamiento en general de este grupo.
Fernández, quien comandaba el encuentro que se realizaba de manera virtual, respondió enojado: "Hago hincapié en terminar con esas ideas que ayudan tan poco a la unidad, en momentos en que la unidad tanto nos importa. No queremos ser lastre de nadie. Si somos un lastre, que tomen otro barco. Para mí es un honor ser parte del Mercosur".
Las especulaciones sobre la inminente renuncia de Uruguay al Mercosur, se dispararon.
Otro pleito
El 8 de julio, cuando se llevó a cabo la siguiente cumbre del bloque, el clima no mejoró. Por el contrario, se evidenciaron nuevamente las diferentes visiones de los mandatarios sobre las reformas y los mecanismos que necesita el Mercosur. Lacalle Pou contó nuevamente con el respaldo del presidente Jair Bolsonaro para exigir una flexibilización de las normas.
Para enrarecer todavía más la situación, un día antes, el canciller uruguayo anunció de manera sorpresiva que ese país comenzaría a negociar, a título individual, acuerdos comerciales con otros países o bloques, a pesar de que ello está prohibido por las reglas del Mercosur.
Aunque confirmó que Uruguay no dejaría a este grupo, la revelación de Bustillo implicaba un quiebre institucional que sumergía al Mercosur en una crisis, ya que para tomar ese tipo de decisiones se necesita el consenso de los países miembros.
Antes de la Cumbre, la expectativa era si habría o no reconciliación entre Fernández y Lacalle, pero después del inesperado anticipo del canciller uruguayo, se descartó cualquier acuerdo.
Sin embargo, ya durante la sesión plenaria, el presidente argentino usó un tono más conciliador y se limitó a advertir que el Tratado de Asunción, que es el documento fundacional del Mercosur, preserva el principio de una política comercial común.
"Implica que las negociaciones deben iniciarse y concluirse de manera conjunta, cualquier propuesta debe estar basada en el consenso. Mercosur es un bloque abierto al mundo con negociaciones activas. Nuestra posición es clara: creemos que el camino es cumplir el Tratado de Asunción, negociar juntos con terceros países o bloques y respetar figura de consenso con base en la toma de decisiones en nuestro proceso de integración", explicó.
En respuesta, Lacalle insistió en que las negociaciones individuales con otros países no violentaban los consensos ni reglamentos del Mercosur.
"Vamos a respetar el ordenamiento jurídico vigente del Mercosur (...) el mundo va muy rápido, se está entrelazando comercialmente y el final de la pandemia va a hacer que estas negociaciones se disparen, el mundo va hacia allá y no nos va a esperar, por eso les queremos decir que hacia allá va el Uruguay, ojalá vayamos todos juntos", afirmó.
La tensión se ha mantenido latente, por lo que la primera señal de disposición a un diálogo, que permita acercar posiciones y evitar el quiebre del bloque, es el asado que mañana compartirán ambos mandatarios.