El presidente de Kazajistán, Kasim-Yomart Tokáev, ha decretado el estado de emergencia en todo el territorio nacional en su intento por hacer frente a las protestas masivas que este miércoles se tornaron violentas en Almatý, la mayor urbe del país, y en otras ciudades.
Las protestas estallaron el 2 de enero a raíz de la drástica subida de los precios del gas licuado del petróleo, utilizado en la región como combustible en la mayoría de los autos, y han desembocado en disturbios y enfrentamientos con agentes de la Policía, que en algunos casos decidieron apoyar a los manifestantes, negándose a detenerlos.
Cuando el Gobierno se avino finalmente a rebajar los precios del combustible hasta sus niveles previos, las protestas antigubernamentales ya habían adquirido un cariz político, incluyendo la exigencia de apartar definitivamente del poder al expresidente Nursultán Nazarbáyev. Tokáev accedió a la demanda este miércoles y anunció que el exmandatario dejaba su cargo vitalicio de presidente del Consejo de Seguridad Nacional, su última parcela de poder, desde donde eclipsaba al actual jefe del Estado a ojos de la población.
En su discurso, Tokáev denunció que varios uniformados murieron durante las protestas y prometió actuar con "firmeza". Según el Ministerio del Interior, ocho policías y miembros de la Guardia Nacional han perdido la vida en los disturbios, mientras que 317 resultaron heridos. Los aeropuertos de Aktau, Aktobé y Almatý fueron cerrados.
Los momentos de mayor tensión se han vivido en la antigua capital del país, Almatý, donde una turba enfurecida asaltó esta jornada el edificio de la Administración y la antigua residencia presidencial, causando incendios en la sede del Gobierno regional y en los edificios de la Fiscalía y del canal estatal Qazaqstan.
Los manifestantes también tomaron el control del aeropuerto internacional de Almatý, donde causaron destrozos en la terminal y en la tienda de Duty Free. La principal aerolínea rusa Aeroflot canceló su vuelo a la ciudad desde Moscú previsto para esta noche.
La Policía de Almatý reportó que los manifestantes quemaron 120 coches, entre ellos 33 policiales, y que destrozaron 120 tiendas, 180 restaurantes y cafeterías y cerca de un centenar de oficinas.
En medio de las protestas, residentes locales organizaron puestos de control a las afueras de la ciudad, donde paran vehículos militares y obligan a los efectivos a quitarse el uniforme, mientras personas congregadas en la plaza central rezan y cantan. En todo Kazajistán rige el toque de queda entre las 23:00 y las 7:00 de la mañana.
El operador Kazakhtelecom desconectó internet en todo el país, aunque se reporta que el acceso se va restableciendo poco a poco en distintas regiones, incluso en Aktau y Almatý.
¿Qué encendió la mecha de las protestas?
Las protestas en Kazajistán se desataron justo después de la celebración del Año Nuevo, cuando el precio del litro de combustible pasó de 50-60 tenge (12-14 céntimos) a 120 tenge (28 céntimos). Según las autoridades, el aumento se produjo porque a partir del 1 de enero los precios de gas dejaron de estar regulados, para formarse libremente, en función de la oferta y la demanda.
Descontentos con la situación, los primeros en manifestarse fueron los residentes de la ciudad de Janaozen, que salieron a la calle el 2 de enero, repitiéndose después las protestas en la capital del país, Nursultán, y en más urbes y localidades, entre ellas Aktau, Almatý, Aktobé y Taldykorgan.
En un intento de impedir el caos, el Gobierno, que aseguró en un primer momento que el restablecimiento de los precios anteriores era imposible debido a las "leyes del mercado", anunció el martes una rebaja del litro de combustible hasta los 50 tenge en la región, donde estallaron las protestas, y también en Aktobé, si bien no logró frenar el descontento público. El Gobierno kazajo ha dimitido este miércoles.
Cabe señalar que el oeste de Kazajistán, donde estallaron las protestas, es una importante región petrolera que aporta la mayor parte de los ingresos al presupuesto nacional. Sin embargo, dado que la región no recibe todos los subsidios que necesita para su desarrollo, el drástico aumento de los precios del combustible resulta allí dos veces más oneroso para la población que en cualquier otra parte del mundo.