La Casa Blanca está considerando activamente la posibilidad de entregar al régimen de Kiev las controvertidas municiones de racimo, prohibidas por más de 120 países, con el fin de ayudarle a romper las defensas rusas, informa Politico.
De acuerdo con dos funcionarios estadounidenses y una persona familiarizada con el asunto, el debate se ha intensificado en los últimas días, ya que algunos altos funcionarios en Washington están preocupados por el estancamiento de la anticipada contraofensiva de Kiev y esperan que las municiones de racimo puedan "hacer que la campaña ucraniana tenga más éxito".
A pesar de que hace unos meses, la Administración del presidente estadounidense, Joe Biden, afirmó que tenía "dudas" sobre la entrega de este tipo de municiones, los fracasos y grandes pérdidas de las tropas ucranianas han reavivado el debate sobre la aprobación de la medida. Así, según algunos funcionarios, ahora la administración está más cerca del "sí" que en cualquier otro momento del conflicto.
Al mismo tiempo, los tres interlocutores de Politico señalaron que aún no se había tomado una decisión definitiva, pero según un alto funcionario estadounidense, Washigton está considerando seriamente el suministro de este tipo de munición, que podría provocar numerosas víctimas mortales entre la población civil.
Cabe recordar que la semana pasada, una alta funcionaria del Departamento de Defensa de EE.UU. declaró que el Pentágono considera que las bombas de racimo podrían ser útiles en los combates de Ucrania contra las tropas rusas. Por su parte, Foreign Policy comunicó hace unos días que un grupo bipartidista de legisladores estadounidenses está presionando a la Administración de Biden para que envíe a Kiev las llamadas DPICM (municiones convencionales mejoradas de doble uso).
Las bombas de racimo suelen lanzar grandes cantidades de minibombas que pueden matar indiscriminadamente en una amplia zona. Los opositores argumentan que cuando estas minibombas se dispersan, pueden mutilar y matar a civiles, así como que tienen un alto índice de fallos, por lo que los proyectiles sin estallar representan un peligro durante años.
Debido a posibles bajas entre la población civil, en 2008, 123 países adoptaron una convención que prohíbe el uso de las bombas de racimo, aunque EE.UU., Ucrania, Rusia, China y Israel no se adhirieron al tratado.