La abogada Victoria Villarruel repitió la "maldición" que pesa sobre los gobiernos de Argentina y, en cuanto Javier Milei asumió la presidencia y ella la vicepresidencia, se distanciaron.
A poco más de dos meses de haber comenzado a ejercer los roles más poderosos de la política del país sudamericano, jamás comparten eventos públicos, ni se apoyan ni se mencionan en sus discursos. Sus agendas están separadas por completo.
Hasta el jueves, además, la exdiputada, quien también es presidenta del Senado, se distinguía por el tono sobrio en sus redes sociales.
Pero ese día emuló al presidente, un exacerbado usuario que no deja de compartir insultos, memes, amenazas y burlas contra los opositores (y halagos hacia sí mismo), y compartió un video que, gracias al uso de la inteligencia artificial, la presenta como una heroína.
La controversia fue inmediata, ya que horas antes Milei había publicado una ilustración que lo mostraba como 'Terminator', el mítico y cinematográfico personaje. "Nos gobiernan memes", fue el lamento generalizado.
Esta es la mayor coincidencia que ha habido entre Milei y Villarruel en las últimas semanas, ya que la frialdad entre ambos es tal que rememora las peleas que marcaron a las duplas Fernando de la Rúa-Carlos Álvarez (1999-2000); Néstor Kirchner-Daniel Scioli (2003-2007); Cristina Fernández de Kirchner-Julio Cobos y Amado Boudou (2007-2015); Mauricio Macri-Gabriela Michetti (2015-2019) y Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner (2019-2023).
En este caso, la disputa se debe a promesas incumplidas, ya que, durante la campaña, Milei aseguró que Villarruel quedaría a cargo de las áreas de seguridad y defensa pero, una vez que ganó, dejó esos puestos en manos de la fórmula exrival integrada por Patricia Bullrich y Luis Petri, quienes, después de quedar en un lejano tercer lugar en la primera vuelta, se aliaron con el líder ultraderechista.
La desconfianza, desde entonces, se ha impuesto en la estratégica relación.
Negacionista
El deterioro del vínculo Milei-Villarruel quedó evidenciado desde la campaña, ya que la entonces candidata a vicepresidenta comenzó a encabezar actos de manera individual y usar un logotipo propio, algo inédito en la política argentina.
Fue el primer acto de rebelión de esta política conservadora de 48 años y heredera de familia militar que, a diferencia de Milei, quien llegó al poder en tiempo récord, comenzó a construir su carrera política hace dos décadas, con eje en la defensa de los condenados por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura (1976-1983).
Su militancia en favor de los represores, que incluye la creación del Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas y el libro 'Los otros muertos. Las víctimas civiles del terrorismo guerrillero de los 70', le han valido permanentes polémicas, ya que contradice las políticas que han convertido a Argentina en un país que está a la vanguardia en políticas de derechos humanos a nivel mundial.
Por eso, el triunfo de la fórmula que integró junto a Milei representó la llegada al poder de "la teoría de los dos demonios", la narrativa que niega o minimiza los delitos de la dictadura y desprecia a las víctimas y que, a diferencia de lo que establece la jurisprudencia internacional, equipara los crímenes del Estado con los cometidos por las guerrillas.
El militar retirado Pedro Rafael Mercado incluso reveló que Villarruel visitaba y organizaba encuentros con el fallecido exdictador Jorge Rafael Videla, uno de los personajes mas siniestros de la historia latinoamericana que murió en 2013, en la cárcel y condenado por secuestros, torturas, desapariciones y robo de bebés.
Acorde con sus creencias religiosas, la abogada también militó en contra de la legalización del aborto y es enemiga declarada de los feminismos. Tanto, que evita el lenguaje inclusivo al extremo de identificarse y exigir que la llamen "la vicepresidente" y "la presidente del Senado", así, con "e".
Rumores
A principios de enero, la prensa argentina reveló que Villarruel y el expresidente Mauricio Macri, en ese momento también distanciado de Milei, se habían reunido en secreto en la patagónica ciudad de Bariloche.
El encuentro reforzó los incesantes rumores de una supuesta conspiración entre ambos políticos contra el presidente.
La versión, apoyada por el ex precandidato presidencial y dirigente peronista Juan Grabois, es que Villarruel y Macri creen que Milei renunciará o será eyectado en los próximos meses de la presidencia y ahí está la vicepresidenta dispuesta a sucederlo con el respaldo total del expresidente.
El mes pasado, la propia Villarruel abonó a las especulaciones al repostear un artículo del Financial Times que describía favorablemente su futuro político.
"Creo que hay que observarla atentamente; ella está lista, para lo que sea", decía la cita que la vicepresidenta borró después del escándalo que provocó, ya que el: "para lo que sea", en realidad implicaba: "para sustituir a Milei" en el corto plazo o postulándose ella misma a la presidencia en 2027.
Por el momento, no parece fácil. En principio, porque la debacle de popularidad del Gobierno afecta a todos los funcionarios por igual. La última encuesta de la consultora Zubán Cordoba, por ejemplo, reveló que Villarruel tiene un 53,1 % de imagen negativa.
Alejada de los eventos gubernamentales a los que tendría que ser convocada en su carácter de vicepresidenta, la abogada sigue construyendo poder propio desde la presidencia del Senado, en donde mantiene una dura confrontación con la bancada peronista-kirchnerista.
También promueve una agenda personal que se diferencia de los exabruptos y peleas de Milei. Así, Villarruel se muestra serena y sonriente en múltiples eventos militares y en reuniones con políticos conservadores, productores agropecuarios, víctimas de delitos, hijos de policías o embajadores.
"La gente feliz de verla. La mandataria puede salir tranquila por la calle porque todo lo que hace lo hace bien", reza uno de los mensajes de autopromoción que la vicepresidenta reposteó y que escribió un usuario que la encontró en un supermercado. Porque ella, sigue en campaña.