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Brasil y Turquía, tan distintos y tan parecidos

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Brasil y Turquía tienen mucho en común. Ambos países muestran un alto desarrollo de sus economías, ambos juegan papeles importantes en la política internacional y son enormes fuerzas regionales. Ambos se ven sacudidos por duras protestas.
En Turquía las manifestaciones masivas prendieron con la chispa de una protesta ecologista contra la tala de los árboles del parque Gezi; en Brasil el detonante fue la subida del precio de los billetes del transporte público. Si la causa de las protestas en Brasil es la injusticia social, en Turquía los manifestantes acusan el Gobierno de limitar su libertad de expresión e intervenir en su vida privada, se oponen a la islamización y el autoritarismo del primer ministro turco. En ambos casos la respuesta institucional fue el gas lacrimógeno y las balas de goma. En Turquía, la reacción popular se extendió a unas pocas ciudades. En Brasil, a todo el país.

A pesar de que las reclamaciones de los dos pueblos difieren un poco, ambos países muestran indignación por ser desoídos por sus gobiernos.

La corrupción ha sido como la "cabeza de la hidra"


Según el corresponsal y analista político Pepe Escobar, tanto en Turquía como en Brasil la corrupción ha sido como la "cabeza de la hidra". En Brasil, como en Turquía, la democracia participativa resultó debilitada por la "orgía de megaproyectos, generadores de dudosos beneficios para unos pocos elegidos".

"[La corrupción] de Turquía gira en torno a los intereses comerciales del partido gobernante AKP en la "reconstrucción" de Estambul, y en Brasil lo hace en torno a los fondos públicos para la celebración del Mundial y los Juegos Olímpicos", dice el experto.

Según Escobar, atraído por su sueño capitalista Brasil ha dejado sin atención "que la calidad de vida en sus grandes ciudades parecía estar en una espiral descendente, y que el racismo -en especial de la Policía- nunca ha desaparecido, mientras que la demonización de los líderes campesinos e indígenas brasileños era rampante ante todo porque ellos estaban obstruyendo el camino de los poderosos intereses agroindustriales y la locura de los megaproyectos".

No habrá ninguna primavera turca, tampoco brasileña


Las duras olas de protestas que han sacudido a Turquía y Brasil han hecho crecer las especulaciones acerca de una posible revolución en las regiones, tipo la primavera árabe. No obstante, muchos expertos consideran que es muy poco probable el escenario de un violento derrocamiento del Gobierno en ambos países.

"Tanto Turquía como Brasil son democracias, aunque el primer ministro Erdogan se ha embarcado claramente en una estrategia de polarización autoritaria. Lo que enlaza Turquía y Brasil es que el irreversible resentimiento popular acumulado contra la política institucional [y la corrupción] ha sido catalizado por un suceso relativamente menor [en comparación con los acontecimientos de la primavera árabe]", dice Escobar.

Otra cosa es que ambas democracias están lejos de acudir a los métodos de contención, ampliamente practicados en Oriente Medio y África del Norte, nadie cierra internet, los policías no ordenan asesinar a los rebeldes y las organizaciones sociales, a su vez, pueden criticar públicamente al poder.

En este sentido Brasil parece ser más demócrata que Turquía. A diferencia de Erdogan en Turquía, que tacha Twitter de "una amenaza" y quiere criminalizar las redes sociales, Dilma Rousseff parece haber escuchado el 'ruido digital' y el de la calle, diciendo el martes que Brasil "despertó fuerte" debido a las protestas.
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