En la Antigua Roma no todo era esplendor. Los integrantes de las capas sociales más bajas de la Ciudad Eterna sufrían a menudo de artritis, fracturas de huesos y morían de media a los 30 años después de pasarse casi toda la vida trabajando duramente y alimentándose a base de cereales en mal estado. Esta otra cara de Roma la desveló un equipo interdisciplinario italiano que examinó 2.000 esqueletos exhumados de los cementerios de los barrios periféricos urbanos durante 15 años de excavaciones.
Además de las fracturas de huesos (narices, falanges de los dedos y vértebras cervicales), muy frecuentes entre los romanos de la clase obrera, se han descubierto numerosos esqueletos de personas que murieron a causa de cáncer óseo. También era habitual la artritis crónica en los hombros, las rodillas y la espalda; las huellas de esta enfermedad se han detectado en esqueletos de personas jóvenes, de veinte años, dijo al periódico 'The Local' la historiadora de la medicina Valentina Gazzaniga.
Un análisis forense realizado con el equipo más moderno demostró que los pobladores de Roma eran expertos en el trato de huesos rotos, ya que después de sufrir una fractura, incluso si era grave, los trabajadores romanos volvían a su agotadora actividad y seguían trabajando varios años más. Aunque no muchos, ya que la esperanza de vida media en la Antigua Roma era de tan solo 30 años.
De los 2.000 esqueletos examinados solo ocho pertenecían a personas llegadas de África del Norte o de los Alpes. Pero todas habían sido enterradas en tumbas sencillas, lo que indica que pertenecían a las clases bajas de la sociedad.
Un estudio similar practicado el año pasado a esqueletos de los habitantes ricos de Pompeya dejó claro que pertenecer a un estrato social u otro era determinante para el estado de salud de una persona. Los nobles pompeyanos evitaban los trabajos difíciles y su alimentación exquisita y variada les permitió conservar el cuerpo en buena condición durante muchos años... hasta que los sepultó la ceniza del Vesubio.