Los bomberos rusos aún luchan contra los incendios en los bosques de turbas
Medio año después de los incendios forestales que afectaron la zona de Moscú, los bomberos siguen luchando contra las llamas en las turberas. A pesar de la capa gorda de nieve que cubre la superficie, la turba y los troncos de los árboles quemados siguen sufriendo una combustión latente. Los ecólogos advierten que en caso de no sofocar los focos, el verano que viene estos servirán como la fuente 'perfecta' para nuevas catástrofes.
Uno de los participantes en las labores contra incendios, Grigori Kuksin, voluntario de Greenpeace, comenta que la turba siempre es la principal culpable de los fuegos forestales: "Es un combustible fósil que se encuentra en estos bosques… Es altamente inflamable y muy difícil de apagar. Tras los incendios quedaron restos de turba y el problema es que arden por debajo de la tierra. Lo peligroso es que pueden provocar la repetición de la catástrofe de 2010".
Los ecólogos comentan que los focos que tienen menos de 30 centímetros de profundidad y están en los límites de las turberas se apagarán en primavera de manera natural cuando comience el deshielo en abril. El problema principal está en el núcleo de las turberas, donde el agua no llega a las capas más profundas. Estas siguen humeando y secando más árboles que volverán a arder en los meses calurosos.
Las autoridades rusas reconocen que la tarea no es nada fácil. Vladímir Dmítriev, portavoz del Departamento Forestal de Rusia, acentúa: "Estamos limpiando todos los restos de los incendios. Pero hacerlo en tan solo un año es casi imposible. Tardaremos unos tres años en llevar a cabo el programa. Y luego el plan será plantar nuevos árboles".
Mientras tanto, los ecólogos subrayan que hoy en día el mayor problema es la actual legislación forestal como tal: ha eliminado más de 70.000 puestos de guardabosques. Además, el proyecto de una nueva ley que regulará las actividades de los bomberos voluntarios tiene estipulados unos procedimientos burocráticos muy complicados y considerables gastos adicionales, tanto para los organismos filantrópicos como para los propios voluntarios, lo que dificultará mucho la participación de los no profesionales en las labores de extinción de incendios.