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Se dispara la venta de refugios nucleares y contra tsunamis en EE. UU.

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Tanto las catástrofes de repercusión global semejantes a las que sacudieron a las poblaciones de Australia, Nueva Zelanda y Japón, como los bombardeos realizados por el propio Gobierno y sus aliados en Libia, impulsan a los estadounidenses a buscar refugios flotantes o subterráneos para sí mismos
Se dispara la venta de refugios nucleares y contra tsunamis en EE. UU.

Tanto las catástrofes de repercusión global semejantes a las que sacudieron a las poblaciones de Australia, Nueva Zelanda y Japón, como los bombardeos realizados por el propio Gobierno y sus aliados en Libia, impulsan a los estadounidenses a buscar refugios flotantes o subterráneos para sí mismos y para sus familias. Al menos eso indica el crecimiento sin precedentes de las ventas de búnkeres privados y de plazas en los búnkeres compartidos.

El servicio web Underground Bomb Shelter, que vende artículos y da consejos que ayudan a la gente a esconderse de la “ira de Dios”, no fue el único en reportar una inmensa subida del número de pedidos de todos los tipos de refugios existentes, fijos y móviles. En esta página tal crecimiento alcanzó un 400% desde el devastador terremoto japonés. Sólo en California cuatro búnkeres encontraron dueño la semana pasada. Anteriormente se lograba vender un búnker por semana como máximo. Gozan de igual demanda los refugios para casos de catástrofes nucleares, químicas y biológicas.

La empresa Shelter Systems, que se dirige al segmento más caro de receptáculos de emergencia, registró en marzo un crecimiento de ventas de un 70%. Durante las dos semanas de la catástrofe en Japón allí, en el Noreste de EE. UU. se reservaron 12 búnkeres, mientras que la media habitual de ventas es de 4 unidades al año. El precio de cada refugio oscila entre los 200.000 dólares y los 20 millones.

Al puertorriqueño Miguel Serrano, presidente de la empresa Brahman CM&C, se le ocurrió la idea de diseñar un refugio flotante capaz de ofrecer un nivel efectivo de protección contra catástrofes naturales, como tsunamis o inundaciones, acompañadas de efectos como un alto nivel de radiación. Trabajó en su proyecto desde el tsunami que asoló Indonesia en 2004 y el huracán Katrina que azotó Luisiana un año después, pero llegó a la producción en serie a tiempo: no para satisfacer la demanda de los pobres vecinos de la prefectura de Miyagi, sino la de los precavidos estadounidenses adinerados.

Hay participantes en el mismo insólito segmento de mercado que informan de un aumento de las ventas del 1.000%, aunque sin precisar qué artículos incluyen en su estadística. El espacio virtual está repleto de anuncios comerciales del tipo “empresa construirá 20 refugios para defenderse del chaparrón final” o “refugios anti tsunamis ya a la venta”.

La ocasión anterior en la que este segmento disparó sus ventas de tal manera fue durante los meses previos a la llegada del año 2000,  vinculada con el conocido como 'efecto 2000', el problema planteado por el tránsito de los ordenadores de la secuencia de números 31-12-99 a 01-01-00, que supuestamente iba a traer numerosos problemas. Y antes un interés más o menos significativo por el tema de los búnkeres sólo se registró durante la década de 1950 y hasta la crisis del Caribe, cuando en todo el mundo se pensaba en la amenaza de una guerra atómica.

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