Las calificadoras, en el ojo del huracán por la crisis en Portugal
Los países europeos están indignados por la decisión de la agencia calificadora Moody's de rebajar la calificación de Portugal como 'basura'. Se han escuchado llamamientos para acabar con la hegemonía de las calificadoras y limitar su influencia, creando una institución similar europea.
El 5 de julio la agencia internacional de calificación de riesgos Moody's rebajó el índice de solvencia de Portugal en cuatro escalones, otorgándole la calificación de 'bono basura' (Ba2), que implica una calidad de crédito cuestionable, según la definición de la agencia. Por el momento solo Grecia tiene un índice de solvencia más bajo, Caa1, considerado como una calidad de crédito de extrema pobreza.
Asimismo, la agencia calificadora dio una perspectiva negativa sobre la deuda de Portugal, dudando que el país sea capaz de estabilizar la situación económica. Moody's cree que Portugal volverá a recurrir a la ayuda de las instituciones financieras. El país recibió su primer paquete de rescate financiero de 78.000 millones de euros en mayo: el dinero se lo dieron el FMI y la UE, obligando a Portugal a reducir el déficit.
Todo esto no tardó en afectar la situación económica en toda la zona euro. El curso del euro bajó desde los 1,4477 hasta los 1,4335 dólares, y los mercados de la zona se han situado en rojo. Los europeos echan la culpa a las calificadoras que con sus declaraciones solo aumentan las especulaciones y la incertidumbre en la esfera financiera, que a su vez puede provocar una nueva ola de crisis en la región.
Los miedos de los europeos no carecen de fundamento. Las tres calificadoras más influyentes, Standard & Poor's, Moody's y Fitch, juegan un papel clave en la actividad financiera mundial y son capaces de hundir los mercados con sus pronósticos, aunque no lograron prevenir la crisis financiera de 2008. Fue entonces cuando los países europeos exigieron por primera vez limitar los poderes de las calificadoras.
Sin embargo, no es tan fácil hacerlo: el mismo sistema financiero actual impide librarse de ellas. Las propias instituciones políticas y los bancos centrales son los que les dan fuerza: así, para los que quieren tomar un crédito, cotizar en bolsa o emitir un bono es imprescindible presentar las calificaciones crediticias de las calificadoras. Entonces, para limitar su influencia sería necesario reformar todo el sistema, y Europa primero tiene que resolver sus propios problemas.
De todos modos, la crisis financiera en Europa parece ser el cuento de nunca acabar. Así, Portugal y Grecia no son los únicos que están en apuros: los expertos financieros predicen que Irlanda, España e incluso Italia necesitarán ayuda externa. Ahora toda la esperanza está puesta en Christine Lagarde, la nueva directora gerente del FMI, quien declaró que el problema de las deudas nacionales sería una de sus prioridades.