Sanciones, insurgencia y bombardeos: Siria, todavía lejos de la paz

Alberto Rodríguez García

Desde que a principios de este año Trump anunciase que tenía pensado salir de Siria, los medios se han ido poco a poco olvidando del país. ¿Todavía siguen en guerra? Es una pregunta cada vez más recurrente. Sí, siguen en guerra, y Trump ni siquiera se ha ido; pero ha aceptado que no va a lograr derrocar el gobierno, así que ya no necesita de campañas para legitimar su apoyo a los grupos armados. La guerra actualmente no es tan cruenta como hace años, pero en Idlib han muerto desde abril más de 1000 combatientes. El daño ahora lo están provocando las sanciones que, sin apenas levantar el polvo, impone EE.UU. para asfixiar a la población siria, bajo la lógica del "si no ganamos nosotros, no gana nadie".

Ni la insurgencia del Estado Islámico (ISIS) ha sido eliminada, ni Idlib es el único frente activo. 'El Califato' ha sido destruido, y no hay otro territorio tan beligerante como Idlib, pero la insurgencia en el desierto sigue costando controlarla, hay rebeldes en Afrín, Alepo y el Norte de Hama, y las Fuerzas Democráticas Sirias, serviles a los intereses de Estados Unidos y cualquiera que quiera meter el hocico –desde Francia hasta Israel, pasando por Arabia Saudí– controlan todo el noreste del país, participando en la campaña norteamericana para intentar reducir al mínimo el petróleo que tiene Damasco.

Alberto Rodríguez García, periodista especializado en Oriente Medio, propaganda y terrorismo.
"La ley en Idlib es la sharía, y su gobierno se dedica a financiar la yihad en Siria pero también a grupos terroristas en el exterior tales como Murabitūn, responsable del asesinato de tres españoles en África en 2009".

Turquía y Rusia han intentado negociar la pacificación del Gran Idlib representando a la oposición y el gobierno respectivamente en cuatro sesiones de negociaciones en Astana y Sochi, pero estos diálogos han demostrado ser un fracaso dinamitados siempre por Hayat Tahrir al-Sham (HTS); el grupo más fuerte de Idlib, heredero de al-Qaeda en Siria. Para los rebeldes la guerra es algo más que una simple contienda por hacerse con el poder. La llevan al plano espiritual de la yihad y el esfuerzo. Para los rebeldes las únicas opciones son vencer o morir. Tal es el grado de fanatismo de los más de 30.000 combatientes que se estima que hay, que muchos de ellos pertenecen a otras regiones de Siria porque al reconciliarse estas, ellos prefirieron seguir luchando en Idlib.

Hay todavía hoy unos pocos desubicados que afirman que Idlib es un bastión de resistencia y democracia. Nada más lejos de la realidad. El poder de Idlib reside en el Consejo de la Shura, dominado por el Gobierno de Salvación, que es el brazo político de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), el brazo de al-Qaeda en Siria, como así lo considera la ONU.

La ley en Idlib es la sharía, y su gobierno se dedica a financiar la yihad en Siria pero también a grupos terroristas en el exterior tales como Murabitūn, responsable del asesinato de tres españoles en África en 2009. La única oposición que encuentran es la de grupos menores como Hurras ad-Din, tan moderados que se reivindican como la nueva al-Qaeda en Siria y piensan que deberían recuperar los ataques contra occidente.

Y aunque Turquía cuando negocia con Rusia para comprar nuevo armamento asegura querer acabar con la violencia en Siria, la realidad es que estos grupos terroristas no sobrevivirían sin la ayuda, a veces pasiva, otras directa, de los turcos.

Turquía lleva desde 2011 metiendo los morros en Siria, creando, apoyando y armando a los rebeldes, yihadistas de todo pelaje y organizaciones como Cascos Blancos. En Ankara tienen mucho interés por mantener a la insurgencia yihadista de Siria, por lo que apoyan a todas las facciones que actualmente se han unido contra el gobierno sirio. Ni siquiera los países que más fervientemente apoyaron a los mal llamados rebeldes moderados, están tan empeñados en mantenerlos vivos como lo está Turquía.

Con casi 4 millones de refugiados y una crisis social, económica y política que cuestiona el poder del AKP, Turquía debe dar pasos hacia la estabilidad. Por eso no quiere que los rebeldes retrocedan, temiendo que el avance del ejército sirio provoque un éxodo de radicales y civiles hacia su frontera. Para ello, no dudan en proteger a yihadistas internacionales, muchos de ellos de Asia Central, chechenos y chinos. Tal es el descaro con el que Turquía apoya a los terroristas que, cuando uno de los principales mandos de HTS, Abu Mujahed al-Shami, sufrió un atentado en Idlib, lo enviaron a Turquía para ser tratado en un hospital.

Y mientras, mueren los civiles. En Idlib están muriendo civiles de ambos bandos, y eso es responsabilidad de quienes azuzan las cenizas de la guerra para que la llama nunca se apague. De los 300 que han muerto en la última ola de violencia de Idlib que empezó hace casi tres meses, muchos han sido de zona rebelde, pero otros tantos, los más olvidados, vivían en zona gubernamental. Explicar los conflictos en base a la dialéctica de los civiles muertos es, básicamente, explicar qué es una guerra y por qué siempre resultan tan terribles.

Alberto Rodríguez García, periodista especializado en Oriente Medio, propaganda y terrorismo.
"De los bombardeos israelíes apenas se informa, porque no los pueden instrumentalizar para su agenda los apologistas de la guerra que buscan intoxicar y mantener la presión sobre Siria para que el frente de Idlib nunca se pacifique".

Unas guerras y un sufrimiento que no solo le interesan a yihadistas –para los que cuanto peor mejor– o turcos. Mientras la violencia no cesa en Idlib, desde el sur Israel continúa sus bombardeos contra territorio sirio, que ya suman cientos; tan constantes que han dejado de ser noticia. Bombardeos en los que también mueren civiles. Niños. Pero de estos bombardeos y estas muertes apenas se informa, porque no los pueden instrumentalizar para su agenda los apologistas de la guerra que buscan intoxicar y mantener la presión sobre Siria para que el frente de Idlib nunca se pacifique.

En las costas el control de la situación tampoco parece total. Al hecho de que se esté impidiendo que lleguen a Siria los barcos iraníes que transportan petróleo, se le añaden recientes sabotajes que además de provocar una agudización de la crisis por falta de petróleo, amenazan con una catástrofe natural para las cosas sirias. A finales de junio, alguien saboteó los oleoductos subacuáticos de la refinería siria de Baniyas, en Tartous, causando que el petróleo se esparciese por el mar y contaminase el entorno. De acuerdo al gobierno sirio, el sabotaje fue profesional, por lo que señalan la coordinación con fuerzas estatales externas que querían enviar un mensaje.

Se ha perdido el interés en Siria porque los planes para derrocar a su gobierno han fracasado y ya hay nuevos escenarios en los que operar: Venezuela e Irán. Pero la guerra sigue. Solo unos pocos desubicados pretenden vender la imagen irreal de Idlib. Solo unos pocos desubicados pretenden hacernos creer que en el mayor feudo yihadista desde Afganistán, quedan grupos moderados y democráticos. Ahora la guerra entra en una nueva fase, dedicada a las sanciones que impidan que Siria prospere. Pero en Siria, la guerra sigue.