¿Es la muerte de Al Baghdadi el fin del Estado Islámico?
"Cualquiera que adorase a Adnani, Shishani o Fulani, entonces sabe que han muerto, y cualquiera que adorase entonces a Allah sabe que está vivo y nunca muere.
Una de las acciones más bendecidas 'del Califa' fue no anunciar a los hombres ni hablar en nombre de ningún erudito. Cuando los eruditos emitían una fatwa (decreto religioso), se hizo bajo el nombre del Estado Islámico, cuando se publicaron sus libros, la aqidah (la ciencia islámica que estudian los eruditos), la manhaj (planificación)… todos publicados en nombre del Estado Islámico. Es entonces que, incluso si un erudito o líder en el estado islámico o cae en fitnah (disidencia en el grupo), si se desvía o incluso hace apostasía, entonces el Estado Islámico seguirá siendo el Estado Islámico, desde que ni fue ni jamás será conocido por los hombres".
Con estas palabras los medios del Estado Islámico anticipaban el anuncio de la muerte del 'califa' Abu Bakr al-Baghdadi tras una operación en Barisha, Idlib, a apenas cinco kilómetros de Turquía, ejecutada por las fuerzas especiales norteamericanas. Y es que sin al-Baghdadi el Estado Islámico puede salir reforzado con nuevas alianzas o desaparecer en un momento en el que al-Qaeda vuelve a convertirse en el grupo yihadista referente de los radicales de todo el mundo.
Es importante explicar que cuando ISIS encuentre un sustituto, todos los mandos leales a la organización deberían volver a hacerle la bay’a (juramento de lealtad) al nuevo líder. La última vez que murió un líder y hubo que renovar el juramento de lealtad, Al-Shabaab (al-Qaeda en el cuerno de África) se partió en dos. Tras la muerte de su líder Abu Zubayr en 2014, parte del grupo mantuvo su lealtad a al-Qaeda mientras que 300 disidentes decidieron jurar lealtad al Estado Islámico, pasando a llamarse Abnaa ul-Calipha. Este problema no lo tuvo Ayman al-Zawahiri cuando se convirtió en el emir de al-Qaeda porque por entonces no había organización en el tablero del yihadismo global que pudiera siquiera plantearse disputarle el poder. Pero nuevos tiempos… acarrean nuevos problemas.
Teniendo en cuenta que en los próximos meses todos los grupos que juraron lealtad a Baghdadi tendrán que 'renovar los votos', el futuro del grupo terrorista estará determinado por dos factores importantes cada uno a su manera:
- Por un lado la cúpula determinará la política de alianzas del grupo, que podría intentar reconciliarse con al-Qaeda, de donde surge el Califato, o al menos enterrar el hacha de guerra. Sin apenas mandos ni eruditos destacados vivos, todo apunta a que será Abdullah Qarsdash quien asuma el liderazgo de la organización. No obstante, resulta difícil especular sobre cuál será el rumbo que tomen: la confrontación con o el acercamiento a al-Qaeda.
- Por otro lado, la muerte de Baghdadi clarificará la fuerza real de los extremistas y servirá para conocer realmente en cuántas wilayas (regiones) tienen presencia real. En estos momentos el Estado Islámico asegura tener presencia en Nigeria, Libia, Argelia, Túnez, Egipto, Siria, Irak, Península Arábiga, Afganistán/Pakistán (Jorasán), el Cáucaso, Bangladesh, y Filipinas. Perder en un solo día al líder Baghdadi y su portavoz oficial Abu Hassan al-Mujahir, sumado a las derrotas militares, la destrucción del califato en Irak y Siria y la imposibilidad de realizar más operaciones que atentados terroristas, hacen que no sea aventurado pensar que muchas de estas regiones no vayan a renovar su lealtad en favor de al-Qaeda que vuelve a ser el grupo yihadista más grande, fuerte, económicamente poderoso del mundo. Además, a pesar de la inminente ofensiva sirio-rusa de Idlib, son el grupo de carácter yihadista que más territorio estable controla.
Baghdadi ha muerto, pero no la ideología del Estado Islámico
Si bien la eliminación de la cúpula del grupo es un duro golpe para los yihadistas de todo el mundo que hicieron suyas las ideas del autoproclamado califato, estos siguen vivos y muchos de ellos con la convicción de seguir combatiendo. Hablamos de gente que no teme ni lamenta el martirio (la muerte) sino que lo celebra como el mayor acto de fe, siendo el deseo de los más radicales. Tal es así que mientras Donald Trump anunciaba que 'el califa' había sido eliminado, los medios asociados a ISIS seguían anunciando operaciones terroristas; al menos cinco en Siria, Irak y Jorasán.
La ideología del Estado Islámico, además, no solo sigue viva en sus células y lobos solitarios. Grupos radicales como Hurras ad-Din en Siria cuentan con un alarmante número de miembros que simpatizan con la visión radical que predicaban Baghdadi y los suyos.
Las misma efusividad con la que Trump ha anunciado la muerte de Baghdadi la tuvo Obama en 2011 tras eliminar a Osama bin Laden. Es la misma que tuvo George W. Bush en 2006 tras acabar con Abu Musab al-Zarqawi. Y sin embargo, tras estos 'golpes al yihadismo', estos años han sido los más violentos. Solo en agosto de 2019 hubo 92 operaciones yihadistas. Y es que solo con bombas no se puede poner fin a un fenómeno provocado por la ausencia de estado, la inestabilidad, dejar generaciones enteras sin futuro… en esencia, provocado por las intervenciones de los mismos que dicen combatirlo.
Si Bill Clinton no hubiese apoyado directamente a los Talibán en 1994, no habría Osama bin Laden. Si George W. Bush no hubiese invadido Irak en 2003, no habría Abu Musab al-Zarqawi. Si Barack Obama no hubiese desestabilizado Siria en 2011 desatendiendo el Irak que su país había destruido, no habría Abu Bakr al-Baghdadi. Todas estas intervenciones dieron la oportunidad a los tiranos de canalizar la desesperación de la población a través del terrorismo; venerando la violencia, glorificando el sacrificio y celebrando la muerte, en un macabro ritual con el cual muchos encuentran sentido a su vida.
La muerte de Baghdadi ha llegado ya demasiado tarde. A estas alturas ya hay miles de radicales que han interiorizado las ideas del Estado Islámico y han hecho suyo el estandarte de la brutalidad y la guerra contra el mundo. Habrá divisiones, disputas e incertidumbre. Innegablemente se debilitarán, pero mientras no se trabaje contra los problemas que lo refuerzan y la retórica que lo legitima, el monstruo lejos de desaparecer, se limitará a cambiar su forma. Mientras se intente 'combatir el fuego [solo] con fuego', en las células clandestinas y campamentos de prisioneros, los terroristas seguirán gritando ¡Baqiya (permanecer y expandirse)! Y eso, es un fracaso de la humanidad que inocentes podrían pagar con su sangre.
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