¿Por qué el G7 no puede resolver las crisis globales?

Carmen Parejo Rendón

Italia, asumiendo su presidencia rotatoria del Grupo G7, acogió recientemente una nueva reunión de los ministros de defensa de este grupo, donde se abordaron distintos conflictos a nivel internacional. Destacándose la escalada en Oriente Medio o la situación en Ucrania, así como otros escenarios como Haití, Venezuela o las relaciones con China.

El G7 (Grupo de los 7) nació en 1975, fruto del colapso del sistema de Bretton Woods (1971) y de las consecuencias derivadas de la crisis del petróleo de 1973-1974. Está compuesto por Alemania, Canadá, EE.UU., Francia, Italia, Japón y Reino Unido. Además, la Unión Europea participa del foro como invitada permanente.

La mayoría de estas potencias han sido imperios coloniales y, posteriormente, se han destacado como potencias saqueadoras en el desarrollo de un sistema neocolonial que mantuvo el yugo sobre las antiguas colonias a través del expolio continuado a sus recursos y a su soberanía política. Todo, a punta de pistola.

Una de las características que unifica al grupo es su influencia financiera a nivel internacional, sirviéndose de instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial, entre otros mecanismos.

Unos organismos, herederos del Sistema Bretton Woods, que han aplicado históricamente políticas en beneficio de estas naciones y a costa de los países en desarrollo, manteniendo una estructura de dominación entre un centro, representado fundamentalmente por estos países, y una periferia que subordina su desarrollo a los intereses de ese centro. 

A su vez, debemos destacar la capacidad de influencia militar del grupo. Salvo Japón, el resto de potencias pertenecen a la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN), la mayor alianza militar actualmente existente y que, además, mantiene desde hace varias décadas un protagonismo destacado en distintos conflictos a nivel internacional. Una vez más, con el único fin de garantizar los intereses de sus miembros.

Por otra parte, también debemos atender al rol que están cumpliendo estas naciones en los conflictos a resolver que ellos mismos plantearon durante el encuentro.

Estrategia confusa

En primer lugar, no es ningún secreto la alianza que mantienen estas naciones con el Estado de Israel, tanto a nivel de apoyo político como militar, y como el régimen sionista no ha dejado de ser funcional a los intereses de estas potencias en la región de Oriente Medio. En esa dirección, este encuentro contó con una sesión de diálogo con invitados regionales. Sin embargo, este espacio no favoreció las conversaciones entre las partes en conflicto, sino que se limitó a favorecer un coloquio con los tradicionales aliados de Occidente en la región: Arabia Saudita, Egipto, Jordania, Emiratos Árabes Unidos y Catar. Una estrategia confusa donde no queda claro si desean resolver el conflicto o simplemente medir sus fuerzas en la zona. Además, se combina con el aumento de la presión contra naciones soberanas en la región, como ocurre en los casos de Siria, Irak, Irán o Yemen.

Es paradójico que digan estar preocupados por un auge de escalada en Ucrania cuando desde el inicio y, sobre todo, en estos últimos días, han intensificado la presión y las amenazas contra Rusia.

En relación con Ucrania, debemos asumir que, si bien Ucrania no entró aun en la OTAN, hace años que la OTAN sí que entró en Ucrania. Es difícil que nos puedan convencer de ser a la vez juez y parte en este conflicto. Pero, sobre todo, es imposible resolver un problema cuando no dejas de ser una parte fundamental del problema. Es paradójico que digan estar preocupados por un auge de escalada en Ucrania cuando desde el inicio y, sobre todo, en estos últimos días, han intensificado la presión y las amenazas contra Rusia.

Haití y Venezuela

Algo similar ocurre en los otros escenarios. ¿Se podría entender la actual crisis en Haití sin la implicación histórica de EE.UU. en la desestabilización de este país caribeño? Y de manera más reciente, en el asesinato del presidente Jovenel Moïse a manos de mercenarios colombianos y estadounidenses en 2021.

¿Y la crisis política en Venezuela? Tras una campaña de acoso internacional promovida por estas mismas naciones que han generado un escenario de guerra híbrida, económica, política e incluso con episodios de violencia, promoviendo sanciones, creando gobiernos paralelos, como el que intentan reproducir con Edmundo González, saqueando activos en el extranjero: ¿alguien puede confiar en la "buena voluntad" del G7 a estas alturas al respecto de Venezuela?

Diferente, pero clarificador, también es el caso de China, que aún genera contradicciones entre los miembros del grupo, evidentemente por choques entre sus intereses económicos. ¿Alguien se puede creer que tratar de fijar el objetivo en China se deba a un apoyo no probado de este país a Rusia en Ucrania? O quizás, ¿por el conflicto en Taiwán? Escenario, a su vez, contradictorio, ya que todos estos países, incluido EE.UU., reconocen el principio de una sola China. ¿No será que la emergencia de China como potencia económica es el motivo real detrás de estas supuestas preocupaciones?

¿Alguien puede confiar en la "buena voluntad" del G7 a estas alturas al respecto de Venezuela?

El mundo está cambiando, desgraciadamente los miembros del G7 aún no. Esto nos lleva a un escenario de incertidumbre. El derecho internacional está hecho añicos por décadas de unipolaridad, y parece que en lugar de asumir un cambio y reconstruir unas normas para promover la paz, el G7 va a seguir apostando por sembrar y agudizar conflictos en distintas partes del planeta.

Desgraciadamente, entre las consecuencias de haber tenido un desarrollo basado en la dominación financiera y la imposición militar, sabemos que las políticas de los países del G7 están determinadas por su complejo militar industrial, y que este siempre está sediento de sangre y dólares. 

En ese sentido, podemos afirmar que el G7 nunca será un foro legítimo ni efectivo para resolver crisis globales porque no fue creado para ello, sino para defender los intereses de un grupo específico, y para el que la guerra es su método predilecto para obtener sus garantías de dominación.