El poder femenino, progresista y diverso que asoma el relevo en la anquilosada política de EE.UU.
Son feministas y pioneras en sus cargos. Están en contra de la discriminación, el racismo, la xenofobia y la violencia institucional y promueven la ampliación de derechos. Han construido carreras políticas basadas en un activismo que denuncia las fallas de una democracia bipartidista que se resiste todo lo que puede a la pluralidad, a la diversidad de género, de edad, de orientación sexual.
A fuerza de lucha en las calles, sin millonarios patrocinadores ocultos, como sí tienen la mayoría de sus compañeros de partido y sus rivales, se abrieron paso en el Congreso de Estados Unidos.
Se trata de las nuevas caras femeninas progresistas que, en la elección del martes, llegaron por primera vez al poder legislativo o revalidaron sus incipientes logros electorales para comenzar a transformar el adusto rostro de una clase política conformada principalmente por hombres blancos, ricos y mayores de 60 años.
Entre esos rostros sobresale el de Alexandria Ocasio-Cortez, la líder hispana de 31 años que en 2018 ya había hecho historia al convertirse en la mujer más joven en ganar un escaño en la Cámara de Representantes. Lo hizo desafiando a su propio Partido Demócrata, que junto con el Republicano intenta mantener atrofiado un sistema bipartidista, una élite política en la que caben muy pocos. Y pocas.
El año pasado, por ejemplo, el Congreso estadounidense registró un récord en el ingreso de parlamentarias.
Sí, la cifra fue histórica, pero apenas alcanzó 102 sobre 435 curules en la Cámara de Representantes (23,2 %), y 25 de las 100 en el Senado (25 %). Es muy poco para un país desarrollado en el que el 50,5 % de sus habitantes son mujeres.
Ahora habrá que esperar la reconfiguración definitiva que tendrá el poder legislativo, pero lo que sí queda claro es que la diversidad se va colando a fuerza de votos.
El escuadrón
Ocasio-Cortez, la latina de ojos gigantes y sonrisa resplandeciente que bien podría ser bautizada como 'Miss Carisma', renovó su escaño en la Cámara de Representantes por el distrito de Nueva York, territorio demócrata por excelencia.
Hace dos años, esta licenciada en Relaciones Internacionales y Economía arrasó con el 76,2 % de los votos. Ahora su caudal se redujo a un 68,8 %, pero nada opaca la alegría con la que celebró una nueva victoria del 'escuadrón', nombre con el que se ha bautizado al grupo de mujeres progresistas que representan el ala más a la izquierda del Partido Demócrata que, contra todos los pronósticos, ganaron sus elecciones legislativas en 2018.
Entre ellas está, también, Ayanna Presley, de 46 años,quien, al igual que Ocasio-Cortez revalidó la banca que obtuvo en 2018 y que la convirtió en la primera mujer afroamericana en representar a Massachusetts en el Congreso. En 2010, ya había pasado a la historia como la primera mujer negra en el Ayuntamiento de Boston.
En el mismo caso se encuentra Ilhan Omar, una mujer de 38 años, especialista en Ciencias Políticas y Estudios Internacionales, que el martes volvió a ganar las elecciones para continuar como congresista por Minessota, cargo que ganó hace dos años y que la transformó en la primera mujer somalí, africana y no nacida, sino naturalizada estadounidense, en ganar una curul en la Cámara de Representantes.
El equipo se completa con Rashida Tlaib, la abogada de 44 años que en 2019 ganó un escaño por Michigan, que ahora renovó para otro periodo. Ella y Omar son las dos primeras musulmanas en ocupar un asiento en el Congreso estadounidense.
Las 'nuevas'
El movimiento 'Black lives matter', que este año obtuvo repercusión mundial después del asesinato de George Floyd, por primera vez quedará representado en el Congreso.
La encargada será la demócrata Cori Bush, una enfermera negra que participa activamente del movimiento contra la represión, el racismo y la violencia policial y que el martes ganó la elección para representar al estado de Missouri en el Congreso. El 'escuadrón' ya le dio la bienvenida en las redes sociales.
Y si se trata de seguir haciendo historia, ahí están Sarah McBride, de 30 años, quien se convirtió en la primera trans que ocupará una banca en el Senado de Delaware, y Taylor Small, una joven de 26 años que será la primera mujer trans en la Cámara de Representantes de Vermont.
Son apenas un puñado de mujeres que se han rebelado al 'establishment', a las normas, estrategias y, en algunos casos, hasta a las plataformas de su propio partido. Que representan los cambios demográficos de género, edad, procedencias y formación que han registrado Estados Unidos en las últimas décadas, y que todavía están muy lejos de plasmarse en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial de una democracia que arrastra múltiples cuestionamientos internos por sus profundas falencias.
Ellas han tenido que pelear puertas adentro para después salir a la búsqueda de votos en un país que, en los últimos cuatro años, ha tenido a un presidente machista y discriminador, un líder ajeno por completo a la revolución feminista que recorre el mundo.
Qué lograrán juntas, todavía es una incógnita. Por lo pronto representan aire fresco en la política de Estados Unidos. No es poca cosa.
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