Las claves de las elecciones en México II. Corrupción o cambio. El referéndum de la oposición
Cuando en el 2000 Vicente Fox del Partido Acción Nacional (PAN), un partido conservador y empresarial, habló de sacar al Partido Revolucionario Institucional (PRI) del gobierno, mucha gente esperaba un cambio en el régimen político. Lamentablemente, la alternancia electoral no tuvo un reflejo en las estructuras de poder ni en la orientación de las políticas públicas. Hubo cambio de emblema político pero no hubo un cambio de régimen, y la transición democrática en México es un proceso fallido o inconcluso en el mejor de los casos. Al menos desde 1989, hay una alianza pragmática entre el PRI y el PAN para alternarse en el poder sin cambiar un ápice las políticas neoliberales que han traído beneficios para muy pocos y perjuicios para la mayoría social. La democracia mexicana de este periodo (1989-2017) es muy similar a lo que vivió Bolivia con su "democracia pactada" (1985-2003): gobiernos cupulares y de élites para los que la democracia es solo el membrete con el que se presentan a elecciones o forman gobiernos de coalición.
La campaña electoral se basará en una especie de referéndum:continuidad o cambio. En 2000, Fox prometió un cambio y no cumplió. En 2006, Fox dijo que no había que cambiar de caballo a la mitad del río, es decir, había que mantener la continuidad del sistema. Y la continuidad nos trajo 120.000 muertos bajo el gobierno de Felipe Calderón (PAN). En 2012, Fox apoyó abiertamente a Peña Nieto (PRI) mientras que Calderón abandonaba a su suerte a la candidata de su partido, en una alianza de facto con el PRI para impedir el crecimiento de López Obrador. La continuidad nos ha traído otros 120.000 muertos en el gobierno de Peña Nieto y el mismo estancamiento económico y deterioro del poder adquisitivo, que ha sido una constante desde 1989.
No hay grandes diferencias entre el PRI y el PAN. Ambos partidos practican la ideología del gatopardismo y la corrupción como base de sus políticas públicas. En el referéndum por elegir entre continuidad y cambio, el tema central para López Obrador será la corrupción y eso es lo que buscará identificar con la continuidad. No es de extrañar que este sea el principal posicionamiento de la oposición y de la izquierda, ya que actualmente es el mayor lastre del país de la mano con la violencia que se vive en cada uno de sus rincones.
En 2016, México fue el país más corrupto entre aquellos que forman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), según los indicadores de Transparencia Internacional, y en 2017, el Foro Económico Mundial colocó a México en la décima posición de las naciones más corruptas del mundo. Con un presupuesto de 4.8 billones de pesos, un cálculo conservador sobre la corrupción en el gobierno federal (20% del total) nos daría un billón de pesos anuales (55 mil millones de dólares). Falta la corrupción de los gobiernos locales.
La propuesta de López Obrador no es de grandes innovaciones en la política, sino de un cambio en la ética de la vida pública, un cambio en la orientación del gasto social y un cambio en la economía ligada al neoliberalismo. El líder del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) ve en el actual régimen de complicidades del PRI y el PAN una reedición de la dictadura porfirista. Al régimen neoliberal lo considera un neoporfirismo y la única salida es una regeneración de la moral pública, de forma similar a lo que enunciaban los hermanos Magón. En el modelo de nación que propone López Obrador la primera ruptura sería con el régimen de corrupción y complicidades. Esa sería la primera acción para ir más allá de alternancias políticas pero que en los hechos ofrecen resultados casi idénticos.
López Obrador no utiliza el discurso ortodoxo de las izquierdas ni pretende innovar en la economía política. Apela al sentido común de la mayoría social y a las cualidades éticas que debe tener un gobernante y compartir con sus gobernados. No corromperse en el cargo o robar a la hacienda pública no solo son lemas de campaña, sino que buscan reflejar una forma de vivir o gobernar y como se pretende darle viabilidad a sus políticas públicas. Cada vez que propone reorientar el gasto social para pensiones universales, salud y educación de la cuna hasta la tumba, inversión pública y otros programas, sus adversarios le responden que eso es populismo y que habrá de endeudar al país. Los economistas del régimen se preguntan de dónde habrá de salir el dinero. La respuesta que da López Obrador es la misma de hace doce años, pero más vigente que nunca: hay dinero suficiente si es quese evita el saqueo de los políticos corruptos. 55 mil millones de dólares anuales de ahorro parecen ser un buen comienzo para la reorientación del gasto social desde el primer año de gobierno.
En su último informe de gobierno, Peña Nieto habló igual que Vicente Fox en 2006, aunque sin utilizar la analogía del caballo a mitad del río. Aseguró que la disyuntiva es muy clara: "seguir construyendo para hacer de México una de las potencias mundiales del siglo XXI o ceder a un modelo del pasado que ya ha fracasado". López Obrador y Peña Nieto miran las elecciones con perspectivas similares, pero el énfasis en el concepto preferido (continuidad o cambio) producirá narrativas electorales distintas. Mientras López Obrador pondrá el acento en la continuidad como sinónimo de corrupción, el régimen pretende identificar a López Obrador, igual que en 2006, con un proyecto de incertidumbre económica y política, etiquetándolo de populista y autoritario con una hoja de ruta similar a la de Venezuela, aunque para hacerlo haya que descontextualizar y hasta falsear información.
@BuenrostrJavier
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