Lo que México gana (y pierde) en el acuerdo con EE.UU. para evitar los aranceles
Después de diez días de negociación, la delegación mexicana que se apersonó en Washington logró sacar un acuerdo con el gobierno de Estados Unidos y con el presidente Donald Trump, que no siempre son un sinónimo. La agresividad con la que se comportaron los Estados Unidos tiene pocos antecedentes en la vida nacional mexicana, aunque en la política exterior estadounidense se ha vuelto un lugar común la manera tan agresiva en que se ha conducido lo mismo con adversarios históricos como Rusia, China, Irán o Venezuela, que con sus aliados de toda la vida como la Unión Europea o el propio México.
Debe quedar claro que no había dos propuestas sobre la mesa. Había un ultimátum de parte de Estados Unidos y México estaba totalmente contra la pared. Dos cuestiones estaban presentes, la primera era sobre la cuestión migratoria que lleva meses discutiéndose y en la que se le quería imponer a México la categoría de Tercer País Seguro, y otra era la inminente imposición de un alza de aranceles del 5% que hubiera entrado en vigor tan pronto como el 10 de junio pasado y que progresaría en un 5% cada mes hasta llegar a 25%. Dicen los economistas que cada 5% le hubiera costado a México 18.000 millones de dólares y que a partir del 10% la situación desencadenaría además la pérdida de 1,2 millones de empleos y alrededor del 1% del PIB. Esto hubiera ocurrido a mediados de julio. Un auténtico callejón sin salida.
Sin embargo, la comitiva mexicana se negó, bajo cualquier circunstancia, a aceptar el término de Tercer País Seguro, lo que provocaría que todos los migrantes que pidieran asilo en Estados Unidos pudieran ser deportados. Todos, sin excepción. Se accedió, basándose en el Pacto Mundial de Migración firmado en Marrakech, que se establecerían controles en la frontera sur mexicana más estrictos pero que promovieran una migración regular, ordenada y sobre todo segura. Hay que recordar que en los últimos meses, dentro de las caravanas de migrantes, hay cientos de niños que viajan solos y cuya seguridad debe ser una prioridad. Para esto el canciller Marcelo Ebrard ha solicitado el acompañamiento de la ONU y sus organismos internacionales como ACNUR y UNICEF para que colaboren en esta complicada tarea.
En el terreno comercial, todo el mundo daba por sentado el alza del 5%. Los agoreros del desastre, que anhelan que a este gobierno le vaya mal, ya hablaban de recesión y del quiebre de la economía. No sucedió, a pesar que el mundo entero sabe lo difícil y volátil que es negociar con Trump. Estados Unidos está en una guerra comercial contra el mundo, lo saben China, la Unión Europea, Rusia. Impone sanciones unilaterales lo mismo a Venezuela que a Irán. A pesar de esto, México logró que se conjurara momentáneamente las alzas arancelarias. La recesión, la afectación al PIB y el desempleo de más de un millón de personas es una amenaza que se ha postergado pero que sigue latente.
En términos comerciales México ha conseguido una prórroga en el alza unilateral de los aranceles. Para un gobierno que está arrancando y que tiene en contra a las calificadoras internacionales, que han castigado el grado de inversión en Pemex y a nivel país, era muy importante mantener una estabilidad económica. México no se podía dar el lujo de perder un millón de empleos de un plumazo o entrar en recesión por los caprichos de Donald Trump. Y en esto hizo cambiar de parecer al esquizofrénico presidente estadounidense. Este aplazamiento ha sido un respiro que permite a México calcular mejor sus siguientes pasos, que debieran incluir una respuesta también de alzas de aranceles a productos estadounidenses así como denuncias ante organismos comerciales por las violaciones de acuerdos previos por parte de Estados Unidos. Una victoria transitoria, pero victoria al fin.
En términos migratorios, México no fue declarado Tercer País Seguro, algo que Estados Unidos quería imponer a toda costa debido a los 140.000 migrantes que llegaron a sus fronteras solamente en el mes de mayo. Estados Unidos seguirá teniendo la obligación de dar asilo a un número determinado de migrantes, así sea pequeño. El Pacto de Marrakech, que servirá como guía en esta nueva etapa, estipula que se debe garantizar salud, seguridad y, en los casos que correspondan, hasta educación y trabajo a los migrantes que queden en territorio mexicano. Algo muy difícil de cumplir pero que al menos servirá como referencia jurídica para los migrantes.
El número de migrantes que pasan por territorio mexicano podría estar llegando hasta el millón de personas anualmente, algo que evidentemente necesita un tipo de orden y control o se convertirá todo en un caos. El registro de estas personas servirá para una mayor seguridad de todos, desde el país que los acoge hasta el caso de los propios migrantes que por carecer de estatus legal facilitaba los abusos en territorio mexicano, empezando por los de las autoridades migratorias. Otra cosa que México logró imponer en la agenda es que la migración no es una cuestión exclusiva de seguridad, sino que debe ser vista también en términos de desarrollo económico. Por eso ha puesto sobre la mesa el Plan de Desarrollo Integral para Centroamérica, que busca promover la economía de la región y al que Estados Unidos deberá aportar fondos por 5.000 millones de dólares. En el pasado, programas como la Iniciativa Mérida eran vistos casi exclusivamente por el lente de la seguridad. Hoy, México ha podido introducir la variable del desarrollo, un logro que tampoco es menor.
Pero hay cosas en las que se pierden. México pretende regular la migración con 6.000 elementos de la Guardia Nacional. Forzosamente, la mayoría de estos elementos provendrán del Ejército y la Marina y, aunque se les den órdenes precisas sobre su comportamiento, siempre está latente que se puedan violar los derechos humanos de los migrantes debido a que no están preparados para la tarea que se les está encargando. También puede ser que la infraestructura mexicana se vea desbordada por el número de migrantes y en algún punto no pueda proveer las garantías necesarias para ellos según lo que se establece en el Pacto de Marrakech. Estas dificultades deberán sortearse en el momento pero habrá que ver el grado de éxito que se logre.
Finalmente, para todos los que afirman que el único que gana, como siempre, es Estados Unidos, hay dos puntos que significan reveses. El primero, quizá pequeño por provisional, es que no pudo imponer ni los aranceles ni la figura de Tercer País Seguro. Si no es un signo de debilidad al menos quedó claro que también tuvo que ceder.
El segundo, quizás más imperceptible pero que tendrá más impacto a largo plazo, es que Estados Unidos está enterrando el discurso del libre mercado que ha sido el suyo y el del orden mundial desde la posguerra. Las agresiones unilaterales en materia de comercio contra competidores como China, pero sobre todo las amenazas vertidas a aliados históricos como la Unión Europea y México, dejan de manifiesto que el supuestamente abanderado del libre comercio es quien más lo socava. Esto nos lleva a pensar que el cambio de estafeta está en marcha y que estos manotazos en la mesa no son más que los estertores de un imperio en decadencia.
Sí, con mucha fuerza todavía y por muchos años, pero en decadencia al fin. La curva descendente de Estados Unidos y el libre mercado como lo conocemos está a la vista de todos.
@BuenrostrJavier
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