Suenan tambores de guerra en Oriente Próximo. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha amenazado de nuevo a Irán durante la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU celebrada el 26 de septiembre. Una amenaza que de materializarse podría terminar con una guerra para regocijo de los norteamericanos y para pesar del resto del mundo. Literalmente.
Porque, esta vez, las amenazas yanquis no han quedado circunscritas a los países que tradicionalmente han sido etiquetados como sus enemigos, sino que el dedo acusador, y la tétrica sombra que lo acompaña, se ha dirigido también a los más fieles aliados de los Estados Unidos: Francia, Alemania, Reino Unido y la Unión Europea. Si no le siguen en esta batalla que piensa comenzar, al comienzo en forma de sanciones, pagarán las consecuencias. Sus palabras fueron claras: "Cualquier individuo o entidad que se niegue a cumplir con las sanciones tendrá que hacer frente a serias consecuencias". Palabras que pretenden doblegar la voluntad europea de no sancionar a Irán y, de paso, devolverles al sumiso lugar que Europa ha ocupado las últimas décadas.
Tras estas amenazas, antaño infrecuentes y ahora relativamente cotidianas, subyace el profundo desacuerdo europeo con su patrón norteamericano, quien según Merkel o Macron ha dirigido la política exterior Europea desde la II Guerra Mundial. Política que ha conducido a Europa a un terremoto que afecta directamente a sus cimientos y que solo beneficia a la extrema derecha. Por ello, Europa no quiere más disparates en Oriente Próximo, pues los últimos (Irak y Afganistán) han generado millones de refugiados y desplazados que en su intento de refugiarse en la que creían que era el panteón de los Derechos Humanos y la Democracia han encontrado la reclusión, la expulsión o los campos de hacinamiento.
En este escenario, Europa ha decidido pactar con Irán en cuanto a la no proliferación nuclear y la transparencia del cumplimiento del acuerdo, posición que ha enardecido a los norteamericanos. Especialmente porque junto a Europa (Francia, Alemania y Reino Unido) estuvieron el resto de potencias internacionales con interés en la región: China y Rusia. Así pues, estas amenazas llegan como consecuencia del pacto alcanzado el lunes 25 de septiembre por las cinco potencias mundiales con intereses en Oriente Próximo, lo que deja literalmente a Estados Unidos aislado. Una soledad bastante insólita en las últimas décadas, pero que no ha sido impedimento alguno para paralizar sus planes cuando en el pasado ha acaecido.
El acuerdo amistoso entre Irán y el resto del mundo, salvo EE.UU., fue motivo de satisfacción pública para la responsable de la política exterior europea, Federica Mogherini, que afirmó que "los estados miembros de la UE crearán una entidad legal para facilitar las transacciones financieras legítimas con Irán y eso permitirá a las compañías europeas seguir haciendo negocios en Irán".
Obviamente, la relación entre la Unión Europea y Estados Unidos no pasa por su mejor momento, lo que queda patente en las palabras del secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, que aseveró que la firma del acuerdo con Irán "es una de las medidas más contraproducentes que se puedan imaginar para la paz y la seguridad global" porque nutre "los ingresos del régimen [por Irán]" y asienta "el estatus de Irán como principal promotor del terrorismo". Olvidando, claro está, a los países aliados norteamericanos acusados de fomentar el terrorismo como pudieran ser Arabia Saudí, Israel o Turquía.
Por tanto, Estados Unidos continúa con su campaña de sanciones en contra del criterio de, literalmente, todo el mundo, y la aviación, los automóviles o la metalurgia iraníes ya han sido golpeados por las sanciones y en pocos meses los hidrocarburos sufrirán el mismo castigo. No solo eso, sino que Donald Trump ha avisado que impondrá "las sanciones más duras nunca impuestas contra el régimen" y John Bolton, su consejero de Seguridad Nacional, ha amenazado con un "infierno" a Irán. Abismo que se materializaría por un bloqueo económico que genere millones de muertos o una guerra que arrase el país.
Se avecinan, pues, a tenor de la dureza y el belicismo del discurso nortemericano, malos tiempos para el Planeta, muy especialmente para Oriente Próximo y más concretamente para Irán. País, a día de hoy, situado en el punto de mira de los Estados Unidos y sus aliados en la región, Arabia Saudí e Israel. Pero no todos tienen motivos para la desolación, pues los altos mandos militares norteamericanos suspiran por los méritos bélicos, la industria armamentista anhela aumentar sus beneficios y cotizaciones y las élites mundiales codician expoliar el país y explotar laboralmente a sus gentes.
Todos juegan sus cartas, la partida ha comenzado.