El gravísimo error en el horrendo crimen de la profesora española Laura Luelmo
Laura era una profesora zamorana de tan solo 26 años que se trasladó a El Campillo (Huelva) para trabajar como interina en una localidad cercana (Instituto Vázquez Díaz, Nerva). A la semana de comenzar las clases, el pasado miércoles día 12 de diciembre, Laura desapareció. Un día después, jueves 13 de diciembre, de forma casi simultánea, tanto la profesora que le había alquilado el piso como su familia, denunciaron la desaparición.
Ese mismo jueves los agentes de la Guardia Civil registraron la vivienda y al salir coincidieron con Bernardo Montoya, al que identificaron. Bernardo vivía en la misma calle y a escasos metros de la vivienda de Laura. Al solicitar información, una vez requerida la documentación, los agentes descubrieron que era un hombre de 50 años que había pasado casi la mitad de su vida en prisión (17 años) por el asesinato de una mujer mayor y por el intento de violación a una joven. Hacía solo dos meses que había salido de prisión.
El viernes 14 de diciembre Bernardo Montoya acudió por la mañana a un centro de salud en Cortegana (Huelva), una localidad en la que tiene familia, y estuvo en un vis a vis con una reclusa de la cárcel de Huelva con la que mantiene una relación (episodios que no se conocieron inmediatamente porque no existía un dispositivo de vigilancia sobre él). Al día siguiente, el sábado 15 de diciembre, se le localizó de nuevo en la mencionada localidad pacense gracias a la identificación de su vehículo por las cámaras de seguridad. Ese día ya se le buscaba.
Tristeza y rabia por la pérdida de Laura Luelmo, la joven y talentosa profesora asesinada en España https://t.co/3bPi6w1ipNpic.twitter.com/GqTRbO7b5G
— RT en Español (@ActualidadRT) 18 de diciembre de 2018
Dos días después, el lunes 17, se encontró el cadáver de Laura Luelmo en una zona de jaras; el martes 18 se detuvo a Bernardo Montoya y el miércoles 19 el detenido confesó su crimen.
La sombra de la duda
Del relato anterior podemos concluir que:
- Bernardo Montoya tenía antecedentes penales por robo con violencia y asesinato de una mujer mayor. Peor aún, acababa de salir de prisión y fue reconocido e identificado al día siguiente de la desaparición de la víctima por los agentes que registraron la vivienda.
- El asesino confeso vivía en la misma calle y a escasos metros de la joven en una localidad, El Campillo, que censó en 2017 solo 2.043 habitantes.
- Hasta el sábado 15 de diciembre Bernardo Montoya se movió con libertad y sin seguimiento, incluso estuvo en un vis a vis en la prisión de Huelva.
Si estos datos los contrastamos con la hipótesis de los forenses, la cual centra la muerte de Laura entre el viernes 14 y el sábado 15 de diciembre (entre dos y tres días después del secuestro y, al menos, 24 horas después de ser denunciada su desaparición), nos encontramos ante lo parece una evidente negligencia por parte de la Guardia Civil. Pues esta versión obliga necesariamente a una retención de varias horas o días de Laura por parte de Bernardo Montoya (después de haber sido identificado en el primer registro).
La hipótesis de los forenses en contra de la versión de la Guardia Civil
Ante las dudas generadas por el informe forense, la Guardia Civil ofreció una conferencia el pasado 26 de diciembre para desmentir y desmontar la hipótesis de los forenses. Según los tenientes coroneles Ezequiel Romero y Jesús García Fuste, la víctima no pasó la noche del 12 al 13 de diciembre retenida en la vivienda del asesino ni en ninguna otra parte, porque estiman que Laura Luelmo fue asesinada la misma tarde en que fue retenida.
Se relato es el siguiente: Laura regresaba de hacer la compra cuando Bernardo Montoya la introdujo por la fuerza en su vivienda, la maniató y la golpeó contra el suelo tras recibir una fuerte patada de la víctima. Según la versión de la Guardia Civil, uno de los golpes que el asesino la propinó resultó mortal. Ello hizo que, quizás asustado, Bernardo llevara a la víctima (ya muerta) al paraje de jaras en el que se la encontró, la violara (postmortem) y la abandonara. Esta versión explicaría los restos de sangre en la vivienda, que la víctima estuviera semidesnuda en el lugar en el que la encontraron y la visita que el asesino realizó (por la fuerte patada recibida) al médico dos días después (el viernes 14).
Sin embargo, la Sociedad Española de Medicina Legal respondió el 28 de diciembre a la versión de la Benemérita con un duro comunicado en el que afirmaron que la predicción realizada es concluyente, pues está basada en pruebas científicas, y que los análisis complementarios que quedan por realizar no suelen corregir las conclusiones obtenidas durante el examen del cadáver. Por tanto, para los forenses, Laura falleció entre el viernes 14 y el sábado 15 de diciembre con un margen de error de doce horas.
¿Se equivoca la Sociedad Española de Medicina Legal o miente la Guardia Civil para encubrir una supuesta negligencia?
La gravísima contradicción de la Guardia Civil
Ante esta disparidad de versiones, podemos concluir que si los forenses tienen razón, necesariamente la Guardia Civil no solo fue negligente en este caso, sino que además ha pretendido engañar a la ciudadanía construyendo, con pleno conocimiento, una versión falaz.
Pero más allá de esta controversia, existe en este desolador caso una circunstancia todavía más inquietante si analizamos la versión de la Guardia Civil, pues en un momento de la rueda de prensa los agentes afirmaron que cualquier acción sobre Bernardo Montoya podría haber desembocado en el asesinato de Laura o en su desaparición definitiva ("De inicio es un sospechoso, algo que nos daba pie a seguir pendientes de él, pero no sabíamos si la podía tener viva en algún sitio. Además no queríamos que él fuera consciente de que estábamos pendientes de él… ¿Y si la hubiera retenido en otro sitio?… Nunca se plantea realizar una gestión que ponga en peligro la vida de alguien retenido").
En su explicación, poco después, catalogaron al asesino confeso, Bernardo Montoya, como un sujeto desorganizado e impulsivo. Este carácter queda corroborado, por ejemplo, en la ausencia de esfuerzos para borrar las pruebas que le incriminaban. Sin embargo, una actuación prudente en el caso de un asesino desorganizado e impulsivo resulta altamente contradictoria, sobre todo, si como es el caso, se le pudo retener, seguir o detener casi de inmediato.
Porque la cautela de la Guardia Civil y el carácter desorganizado de Bernardo Montoya entran en una seria contradicción. Si planteamos los escenarios que se producirían en el caso de que la Guardia Civil hubiera optado por detener a Bernardo Montoya de inmediato, tenemos cuatro posibilidades:
- Laura seguía viva y Bernardo es detenido.
- Laura seguía viva y la detención de Bernardo yerra.
- Laura estaba muerta y Bernardo es detenido.
- Laura estaba muerta y la detención de Bernardo yerra.
Dado que en los escenarios 3 y 4 la incidencia sobre la vida de Laura ya no tenía valor alguno, analicemos las otras dos posibilidades:
- Laura seguía viva y Bernardo es detenido: Puesto que nos encontramos con un asesino desorganizado y no un meticuloso individuo que hubiera planificado el crimen, la posibilidad de desconocer el paradero de Laura una vez detenido Bernardo Montoya era casi inexistente. No era Bernardo un sujeto de los que construirían un sofisticado sótano en el que retener a Laura. Por supuesto, no es tampoco un individuo que callaría sin revelar la ubicación de Laura en caso de ser detenido mientras ella estaba viva, lo que queda constatado en la rápida confesión que obtuvieron los investigadores (al día siguiente de detenerle). Por todo ello, la frase de la Guardia Civil en la rueda de prensa, "¿Y si la hubiera retenido en otro sitio?", se encuentra completamente fuera de lugar.
- Laura seguía viva y la detención de Bernardo yerra: Puesto que los asesinos desorganizados son incapaces de mantener el control, un error en su detención o seguimiento podría haber desencadenado la muerte de Laura. Pero, como estos sujetos se caracteriza por cometer actos de gran violencia (mutilaciones, ensañamiento o agresiones postmortem), poseer un nivel medio-bajo de inteligencia, carecer de herramientas sociales, no se mantienen informados de las investigaciones que se realizan y, lo más importante, asesinar de forma rápida, difícilmente mantienen con vida durante mucho tiempo a una persona retenida. No solo eso, sino que los posibles desencadenantes de su muerte son tan numerosos que el tiempo corría en contra de los investigadores.
Así pues, cuando la Guardia Civil decidió ser prudente en el caso de Laura Luelmo con el principal sospechoso, Bernardo Montoya, un individuo desorganizado e impulsivo (algo que deberían haber sabido por sus antecedentes), cometieron un gravísimo error. Deberían haber centrado gran parte de sus esfuerzos en su retención, detención o seguimiento. Este error quedará por anecdótico si el informe forense definitivo confirma que Laura falleció el mismo día en el que fue asaltada por Bernardo Montoya, pero se convertirá en una fatal equivocación si, como afirman los forenses, la víctima fue asesinada entre dos y tres días después de su desaparición.
Nota: Da la casualidad que hace justo un año, en diciembre de 2017, se detuvo a José Enrique Abuín Gey, conocido como El Chicle, por el asesinato de Diana Quer. Esta detención también estuvo rodeada de polémica por cuanto el asesino fue detenido, no como resultado de las pesquisas, sino porque intentó nuevamente secuestrar a una chica (para seguramente violarla y/o asesinarla). El intento de secuestro se produjo el 26 de diciembre y fue frustrado por la afortunada aparición de varios chicos. Fue la denuncia de esta chica la que condujo a su detención el 31 de diciembre, aunque según los investigadores desde noviembre sabían que él era el culpable. ¿Si sabían que era culpable por qué esperaron tanto tiempo? Solo la fortuna evitó otra agresión sexual y/o muerte.
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