La detención en Estados Unidos del general Salvador Cienfuegos Zepeda, de 72 años de edad y retirado hace solo dos años tras ser secretario de Defensa de México de 2012 a 2018 bajo el mandato de Enrique Peña Nieto, se trata, probablemente, de la más importante captura de toda la historia de la DEA –Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos–. Un arresto que ha provocado un seísmo a nivel internacional y que deja varias incógnitas por resolver.
Según la información hasta ahora difundida, Salvador Cienfuegos habría estado colaborando durante más de un año, unos catorce meses, entre diciembre de 2015 y febrero de 2017, con el Cártel H-2, subsumido al de Arturo Beltrán Leyva. Quizás, lo más sorprendente del asunto sea que esta colaboración con los narcos no solo comenzó cuando Cienfuegos ya era secretario de la Defensa, sino cuando estaba cerca de dejar de serlo. Una circunstancia que, unida a las sombras existentes en su gestión al frente de la Sedena –Secretaría de Defensa Nacional– y la captura hace casi un año –diciembre de 2019– de Genaro García Luna, exsecretario de Seguridad Pública bajo el mandato de Felipe Calderón (2006-2012), presagian que, probablemente, solo nos encontramos ante la punta del iceberg.
La trama
Todo comienza tras la ruptura del narco conocido como El H-2 o El Chico, Juan Francisco Patrón Sánchez, del cartel de Sinaloa. Este se establece en el estado de Nayarit, donde consigue corromper al fiscal Edgar Veytia, organiza su propia estructura, se une con el Cártel de Arturo Beltrán Leyva y como guinda del pastel corrompe a Cienfuegos. El grupo H-2 no solo se limitó a operar en Nayarit y Sinaloa, el principal objetivo de Patrón Sánchez, sino que también llegó a maniobrar en Los Ángeles, Las Vegas y Nueva York, siendo la justicia neoyorquina la que ha investigado –y destapado– la trama.
No deja de ser casualidad que, el 8 de enero de 2016, con Cienfuegos recién incorporado a la estructura criminal, fuera detenido el principal enemigo de Patrón Sánchez, El Chapo Guzmán –aunque Cienfuegos capitalizó el éxito, lo cierto es que fue la Armada la que realizó la captura–, lo que provocó una guerra abierta, especialmente en Sinaloa, que dejó un balance terrorífico en todo el país durante 2016: más de 2.600 homicidios el mes de la captura, más de 2.000 durante el verano y más de 4.800 en septiembre –hoy todavía se registran más de 2.000 homicidios mensuales–. Para hacernos una idea de la magnitud, en España, con algo más de un tercio de la población de México, se produjeron durante ese mismo año 2016 un total de 292 homicidios, una centésima parte de los 24.559 asesinatos perpetrados en México.
Durante esta guerra, en la que finalmente se impuso el cartel de Sinaloa, el general Cienfuegos habría colaborado con el Cártel H-2 para la creación y expansión de su estructura criminal, aceptando sobornos a cambio de evitar operativos e, incluso, habría llegado a apoyar la expansión del cártel a Mazatlán y al resto de Sinaloa. Aunque la información se expresa en condicional, las estadísticas parecen dejar poco margen a la duda, ya que durante las fechas en las que se produjo la colaboración de Cienfuegos, el cártel H-2 no tuvo casi bajas y la mayoría de actuaciones, 102 de 136, se realizaron en áreas bajo control de otros cárteles.
Para esta expansión fue imprescindible la contribución del fiscal Veytia, bajo cuyo mandato las desapariciones pasaron de 48 a 339, y también la implantación de un régimen de terror: Mazatlán se convirtió en una de las ciudades más violentas de México, siendo el Cártel H-2 responsable de, al menos, 150 homicidios.
A principios de 2017 la suerte cambió. Primero, la Armada –de nuevo la Armada y no el Ejército– localizó el 8 de febrero en la capital de Nayarit a Patrón Sánchez y su grupo armado: tuvieron pocas contemplaciones. Un helicóptero MI-17 ametralló en mitad de la noche la vivienda en la que se encontraban refugiados los narcos y terminó con la vida de trece sicarios, incluido el propio Patrón Sánchez. Los fotogramas, casi más propios de un videojuego que de la realidad, todavía son visibles hoy en las redes sociales. Poco después, en marzo de 2017, el fiscal Veytia era detenido en California. El cerco sobre Cienfuegos se cerraba y sus vicios se daban por concluidos –llegó a solicitar a Peña Nieto que no subiera el salario a los soldados porque a más salario, más vicios–.
Las sombras de Cienfuegos
Las actuaciones militares mientras Cienfuegos estuvo a cargo de la Secretaría han sido denunciadas en múltiples ocasiones por distintas organizaciones, nacionales e internacionales, públicas y privadas. No sin razón, pues el promedio de fallecimientos por homicidio del Ejército mexicano doblaba los niveles habituales en el mundo –ocho fallecidos por herido por cuatro fallecidos por herido– y el de la Armada casi lo octuplicaba –treinta fallecidos por herido–. Esto nos revelaba que en gran cantidad de casos, las fuerzas militares perpetraron ejecuciones sumarias al más puro estilo de los cárteles. Pero nos desvela más: la Armada, que no se encontraba controlada por Cienfuegos, acometió más del triple de ejecuciones sumarias que el Ejército. Esperemos que no estuviera al servicio de nadie.
La situación llegó, incluso, a obligar al general Cienfuegos a solicitar disculpas públicas el 16 de abril de 2016 tras la difusión de un video en redes sociales en el que militares y policías torturaron a una detenida. Una conducta, las disculpas, que difiere en gran medida con los grandes episodios negros del mandato de Cienfuegos, la ejecución de 22 civiles en Tlatlaya y las acusaciones en la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, en los que su conducta se adentró en el terreno de la obstrucción.
Dos incógnitas y dos certezas
La primera gran incógnita que queda por resolver consiste en saber cuál era la verdadera relación entre el Estado mexicano y los narcos y quién controlaba a quién. Y, sobre todo, hasta qué punto Enrique Peña Nieto sabía o intuía la especial relación de Cienfuegos con el narcotráfico, habida cuenta de su posición en los casos de Tlatlaya y Ayotzinapa. Porque en el mejor de los escenarios, debería haber sospechado.
El segundo gran enigma en este caso radica en el porqué de la detención de Cienfuegos a escasos días de las elecciones presidenciales norteamericanas, pues parece imposible que la detención no tenga influencia en los próximos comicios, máxime si tenemos en cuenta la gran importancia del voto latino. Y es que Estados Unidos cuenta con 60 millones de latinos, que votan en su mayoría a los demócratas y entre los que destacan los mexicanos, por lo que este movimiento pudiera favorecer los intereses republicanos. Pudiera favorecer a Donald Trump. Es en este momento cuando resulta inevitable cuestionarse sobre si Donald Trump ha roto la ley no escrita de no atentar contra los aliados, "nuestros hijos de puta" en palabras de Roosevelt o Kissinger, por favorecer sus intereses electorales o si la captura en tan señaladas fechas solo ha sido una casualidad.
Sea como fuera, en este turbio asunto también existen como mínimo dos certezas. La primera de ellas fue señalada por el propio general Cifuentes: "Ninguno de los que estamos aquí estudiamos para perseguir delincuentes. Nuestra idea, nuestra profesión, es otra y se está desnaturalizando". Efectivamente, los militares ni están preparados ni deben encargarse de tareas civiles.
La segunda gran certeza de esta mediática detención es obvia: la extrema violencia que sufre México solo terminará cuando se reduzcan los niveles de pobreza y desigualdad. Como dijo el propio general Cienfuegos, "esto no se resuelve a balazos", y como bien señaló Andrés Manuel López Obrador: "Siempre dije que no se trataba de una crisis, sino de una decadencia, un proceso de degradación progresivo en el periodo neoliberal. Que la corrupción ha dado al traste con todo y que es la causa principal de la pobreza, la desigualdad económica, la violencia".
Resulta imposible saber si México superará esta crisis en algún momento, máxime cuando, en palabras de AMLO, "la vida pública estaba podrida en México", pero, ciertamente, solo con políticas sociales podrá conseguirlo.