Un imperio construido sobre el expolio: las (incómodas) verdades de Pedro Castillo en Perú que escuecen en España
Pedro Castillo, nuevo presidente de Perú, arremetió con dureza contra España y Europa durante el discurso de investidura, en el cual aseveró que su país sufrió "tres siglos de explotación" cuando perteneció a la corona española.
Una explotación, especialmente de minerales, que permitió "el desarrollo de Europa" y que se produjo "con la mano de obra de los abuelos de muchos de nosotros". Además, relató: "Llegaron los hombres de Castilla, que con la ayuda de múltiples 'felipillos' y aprovechando un momento de caos y desunión, lograron conquistar al estado que hasta este momento dominaba gran parte de los Andes centrales".
Unas aseveraciones que no han sentado bien a la derecha y la ultraderecha españolas, siempre nostálgicas del pasado imperial, por lo que no tardaron en tener respuesta, aun cuando el propio Pedro Castillo se mostró conciliador en las redes sociales. Baste señalar que mantuvo una reunión con Felipe VI tras la que afirmó: "Tuvimos un agradable encuentro con el rey Felipe VI de España. Conversamos sobre los vínculos culturales de ambos países y sobre el fortalecimiento de nuestros lazos de amistad".
Aunque los ofendidos españoles calificaron el discurso del presidente peruano, y a este mismo, como ignorante y desacertado, resulta imposible no preguntarse si hubo expolio de Perú –y Latinoamérica– y si este fue determinante para España –y Europa– para la construcción del imperio (y el desarrollo del Viejo Continente).
El siglo de la plata
Si se analizan las interpretaciones de una gran cantidad de autores, los metales preciosos llegados de América fueron determinantes para el desarrollo europeo. Hasta tal punto que algunos autores sostienen que se trató de "primera revolución industrial". Una valoración discutida por otros autores y, quizás exagerada, pero altamente reveladora al respecto del impacto de los metales preciosos americanos en Europa.
Porque estos, especialmente el oro y la plata, fueron indispensables como formas de pago en la época. Tanto es así que las minas centroeuropeas se quintuplicaron entre 1450 y 1540. Un incremento de las explotaciones originado por la demanda existente, la cual se vio inicialmente cubierta por el oro que llegó en los primeros años de la conquista, un oro obtenido a bajo coste. El coste de la espada y el fuego, de la muerte y de la destrucción de las poblaciones indígenas. Incluso después, el coste de producción del oro siguió siendo bajo, pues gran parte de los supervivientes quedaron condenados al trabajo forzado. Por tanto, no solo fueron metales preciosos lo expoliado, sino también mano de obra. Y vidas. Muchas vidas. Tal y como señaló Pedro Castillo.
Así, inicialmente, España recibió grandes cantidades de oro de las Antillas y del resto de los territorios brutalmente conquistados. En total, se considera que los españoles obtuvieron unos 380.000 pesos de oro fino tras la conquista de Tenochtitlan y más de un millón de pesos por el rescate de Atahualpa. Una auténtica fortuna para la época.
Sin embargo, con el paso del tiempo, el metal más importante expoliado de América Latina en aquella época fue, sin duda, la plata. Tanto en peso como en valor. En total, se extrajeron 6870 Tm de plata entre 1561 y 1600, aunque solo en la última década del siglo XVI se alcanzaron 2,7 Tm de plata y casi 20.000 kilos de oro. En cualquier caso, la importancia de estos metales preciosos queda constatada por suponer el 90 % del valor de las mercancías que llegaban a Sevilla. Un aporte de oro y plata decisivo para Europa debido a la escasez de plata del continente.
Otro elemento extraído en grandes cantidades que suele obviarse fue el mercurio. No obstante, este metal pesado se convirtió en esencial cuando se redujo la producción de plata debido a la reducción de la población indígena. Un problema que encontró solución en parte gracias al sistema de amalgamación, el cual permitía obtener plata más pura con el uso de mercurio.
Sin embargo, el mercurio necesario para este proceso duplicó las cantidades que se obtenían de plata, por lo que debieron extraerse enormes cantidades. Un ejemplo del mercurio expoliado lo encontramos en Huancavelica, en Perú, de donde se extrajeron más de 170.000 quintales y casi 70 libras, entre 1571 y 1599. Además, también se expoliaron grandes cantidades otros metales como cobre o plomo, para lo cual fue necesaria la creación de galerías cada vez más profundas. La demanda española y europea era insaciable, tanto que ello derivó en la implementación de mejoras en la ventilación y el drenaje.
Por tanto, resulta incuestionable que durante el siglo XVI se produjo un considerable expolio de metales preciosos y otros recursos que fueron enviados a Europa, especialmente a España, lo que tuvo relación directa, o al menos fue un factor considerable para que se produjera un incremento de la población y de la urbanización, junto a una creciente mejora en la producción agraria y la manufactura. Un desarrollo que difícilmente habría podido producirse sin las riquezas extraídas de América.
Tanto es así que la fundación de la Casa de Contratación de Sevilla, en 1503, puede considerarse como uno de los emblemas de un expolio que España –y Portugal– pretendieron sin éxito convertir en monopolio. Y que no consiguieron debido, en gran medida, a la incapacidad económica española, derivada de la poca pericia de sus élites. Una España que fue incapaz, incluso convertida en imperio, de obtener mayor rendimiento de lo expoliado, lo que provocó que los mayores beneficiados a largo plazo fueran holandeses, ingleses, alemanes o italianos.
El siglo de la(s) crisis
A diferencia del siglo XVI, el siglo XVII está considerado como un periodo de estancamiento, especial e inicialmente en los países mediterráneos, aunque este también afectase al resto de países europeos, en mayor o menor medida. Más allá de la discusión historiográfica sobre si se trató de una o varias crisis, de un periodo homogéneo de recesión o de varios periodos de crisis que afectaron de forma heterogénea al continente, lo cierto es que el crecimiento se detuvo, en el mejor de los casos.
Y esta recesión tuvo una relación directa, lo que no quiere decir que fuera el único elemento clave, con el estancamiento de metales preciosos provenientes de América durante la primera mitad del siglo XVII. Este atasco (que algunos aseveran que no fue tal porque aseguran que pudieron extraerse mayores cantidades) resultó esencial en la parálisis del crecimiento demográfico, la producción agrícola y el crecimiento industrial.
Así pues, Europa se tambaleó cuando los metales preciosos americanos dejaron de llegar o se perdieron por el camino o por las alambicadas redes corruptas españolas.
Sí hubo expolio y sí se enriqueció España
Por tanto, analizando los datos, aun cuando no pocos historiadores, muchos de ellos españoles, pretenden transmitir una visión de redistribución de la riqueza latinoamericana en el propio continente, algo así como una ensoñación en la cual los españoles desarrollaron Latinoamérica de forma altruista, no cabe duda que resulta bastante complicado que esto aconteciera a la vez que el Imperio español se expandía y se consolidaba a base de interminables guerras y conflictos que, finalmente, junto a la endémica corrupción, la desangraron.
Ciertamente, los Felipillos expoliaron Perú, y también América Latina, y con las riquezas obtenidas construyeron, junto a otros muchos elementos, un imperio: Pedro Castillo tenía razón.
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