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Sobre paradojas militares y embustes norteamericanos: el trasfondo de la 'invasión rusa' de Ucrania

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Sobre paradojas militares y embustes norteamericanos: el trasfondo de la 'invasión rusa' de Ucrania

Medio mundo ha podido leer en estos días, principios de diciembre de 2021, que Rusia pretende invadir Ucrania a finales de enero de 2022, tras la filtración de los servicios de inteligencia norteamericanos a los medios de comunicación.

Se trata de un movimiento, tan hábil como incendiario —existen otros canales de comunicación entre países—, con el que los norteamericanos siempre ganan, tanto si se cumple la profecía como si no: si, efectivamente, Rusia invade el este de Ucrania, todos recordarán que los servicios de inteligencia norteamericanos lo advirtieron; y si, por el contrario, Rusia no invade Ucrania, tal y como han señalado los rusos, ello se deberá, claro está, a que los medios de comunicación occidentales habrían avisado de ello.

Según los informes filtrados, Rusia ha reforzado su propaganda para denigrar a Ucrania y a la OTAN, de tal manera que ello facilite la invasión militar. Es decir, los medios rusos están preparando el terreno. Tras la publicación de estos informes, Joe Biden aseveró que hará "muy, muy difícil" la profetizada invasión porque está reuniendo un "conjunto de iniciativas completo y significativo" que impida a Rusia "seguir adelante" con la invasión de Ucrania. Lo curioso del asunto es que la propia difusión de la invasión rusa de Ucrania es una de las mencionadas iniciativas, por lo que los medios occidentales quedarían convertidos automáticamente en elementos de propaganda norteamericana. Una curiosa paradoja.

Más allá de la capacidad de los servicios de inteligencia norteamericanos de jugar a 'Nostradamus', conviene recordar y señalar una serie de aspectos que, seguramente, no hayan tenido en cuenta los medios de comunicación occidentales que han difundido las informaciones al respecto de la invasión militar rusa del este de Ucrania.

La afición de los norteamericanos a mentir

Por un lado, debemos señalar la afición, casi adicción, de los norteamericanos a mentir, especialmente por parte de sus presidentes y personalidades gubernativas más importantes. El listado es tan extenso que daría para varios libros, de hecho se ha llegado a escribir uno en el que se incluyen casi mil embustes que pretendieron cambiar la opinión pública norteamericana solo desde 1950 —Chuck Lewis publicó '935 Lies: The Future of Truth and the Decline of American’s Moral Integrity'—.

Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Existe una paradoja militar: Rusia no tiene derecho a movilizar militares en su propio territorio sin que se le acuse de preparar una invasión, mientras que EE.UU. no solo mantiene militares de forma estable en Europa sino que tiene por costumbre realizar maniobras militares enormemente numerosas.

Así pues, sí, bien podríamos estar ante un nuevo embuste norteamericano al más alto nivel, pues presidentes norteamericanos engañaron al mundo al respecto de las armas de destrucción masiva en Irak, el escándalo Irán-Contra, la masacre sistemática de salvadoreños —El Mozote—, las maniobras para derrocar a Salvador Allende o la intención de enviar norteamericanos a Vietnam.

La paradoja militar

Por otra parte, en esta historia existe una paradoja militar bastante pronunciada, ya que Rusia no tiene derecho a movilizar militares en su propio territorio —en este caso se habla de 175.000 efectivos— sin que se le acuse de preparar una invasión, mientras que Estados Unidos no solo mantiene militares de forma estable en Europa sino que tiene por costumbre realizar maniobras militares enormemente numerosas. Por ejemplo, el ejercicio 'Defender Europe' de 2020, en plena pandemia, pretendía desplegar 30.000 militares norteamericanos, mientras que el realizado este año 2021 ha supuesto el despliegue de 20.000 efectivos norteamericanos.

No obstante, estos ejercicios militares occidentales aumentan la tensión en Europa hasta constituir una seria amenaza para todos, lo que quedó demostrado con las maniobras militares de la OTAN enmarcadas en el ejercicio 'Able Archer' celebradas el 7 de noviembre de 1983. Unas maniobras que, según algunos analistas, pudieron provocar entonces una guerra nuclear—la URSS creyó que se trataba de una operación real—. Y, aunque sea muy probable que se trate de una exageración afirmar que el mundo estuvo al borde de la III Guerra Mundial, es cierto que los ejercicios militares norteamericanos a gran escala, como el mencionado 'Able Archer 93' o los celebrados en los últimos años —'Trident Juncture' o 'Europe Defense'— no parecen ayudar mucho a la pacificación de la región.

Por si no fuera poco, es una evidencia que los ejercicios militares no constituyen ni mucho menos episodios ocasionales de presencia militar en Europa, pues Estados Unidos posee, según un informe de 2015, 9 bases militares en Alemania, 6 en Italia, 5 en Reino Unido, 3 en Bélgica, 3 en Turquía, 2 en España y 1 en Serbia, Grecia y Portugal —además de una base en Israel y otra en Egipto—. En total, existen 33 bases militares en Europa y el Mediterráneo y casi 800 en todo el planeta distribuidas en más de 70 países. Lo que supone para los ciudadanos norteamericanos entre 160 y 200 billones de dólares anuales.

Derecho a una zona neutral

No es un derecho internacional escrito, pero sí constituye un principio geopolítico aceptado —y de indudable aplicación— desde que la crisis de los misiles en octubre de 1962 estuviera cerca de llevar al mundo a la guerra nuclear. En aquella ocasión, Estados Unidos consideró intolerable que se instalasen misiles en Cuba, a solo 90 millas de su territorio, aunque previamente no había tenido reparos en desplegar misiles en Turquía. De hecho, la instalación de misiles soviéticos en Cuba solo fue una respuesta a la instalación de misiles norteamericanos en Turquía.

Si seguimos este principio, el más importante en el conflicto que arrastra Europa, un país tiene derecho a mantener una zona neutral con su rival o enemigo, de tal manera que si este invade o maniobra de forma peligrosa en el territorio que les separa, ello es considerado como un acto hostil o bélico. Es decir, de la misma forma que la Unión Soviética consideró una hostilidad instalar misiles en Turquía y respondió instalando misiles en Cuba, lo que a su vez también fue considerado como un acto de agresión por parte de Estados Unidos, la anexión norteamericana de áreas de influencia rusa mediante su herramientas política y militar en Europa, la Unión Europa y la OTAN, es lógicamente considerada como un acto hostil por parte de Rusia —Lituania, Letonia y Estonia ya anexionadas, junto a las presiones en Bielorrusia y Ucrania—.

El statu quo quebrado

Esta cuestión nos lleva irremediablemente a la necesidad de retornar a un statu quo que no debería haber sido alterado por Estados Unidos —ni por Europa— y que no solo ha provocado la intervención rusa en Crimea, sino la actual situación de tensión y sanciones que afectan, principalmente, a los ciudadanos europeos —porque Estados Unidos tiene siempre la habilidad de jugar a la guerra bastante lejos de su territorio—.

Así pues, si bien resulta complejo que la Unión Europea y la OTAN restablezcan las anexiones de Lituania, Estonia o Letonia —junto a gran parte de la antigua Europa del Este—, adquiridas en un momento de embriaguez e ingenuidad rusa, sería conveniente encontrar un punto de encuentro en los casos de Ucrania y Bielorrusia.

Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Si Occidente abandona su posición expansionista y maximalista, se puede alcanzar un acuerdo altamente beneficioso para todos los actores geopolíticos, muy especialmente para Europa, la gran perjudicada junto a Rusia, de la confrontación actual.

Porque, guste o no, no parece ni real ni práctico pensar que Occidente volverá a encontrar un presidente ruso —Boris Yeltsin, presidente de 1991 a 1999—, tal y como relató Bill Clinton, que se dedique a emborracharse hasta terminar en ropa interior pidiendo un taxi en la avenida Pennsylvania para comprar un pizza. No olvidemos que, si bien las adhesiones de las repúblicas bálticas —como las de otros países que pertenecieron al Pacto de Varsovia y al COMECOM— se produjeron en 2004, estas fueron preparadas durante los años noventa.

Encontrar una solución

Así pues, en este endiablado escenario, con la creciente tensión en aumento, los incidentes militares asaltando la calma cada cierto tiempo, sería necesario que Occidente abandonara la aspiración de sometimiento de Rusia y buscara una solución.

Porque, en estos momentos, se trata de ser prácticos y evitar no solo un conflicto armado que supondría un enorme daño en multitud de sentidos, sino que la confrontación con Rusia siga consumiendo más recursos que los beneficios que genera. Pactar o batallar, he aquí la cuestión.

Creo, sinceramente, que si Rusia se siente tratada con respeto y Occidente abandona su posición expansionista y maximalista, se puede alcanzar un acuerdo altamente beneficioso para todos los actores geopolíticos —muy especialmente para Europa, la gran perjudicada junto a Rusia, de la confrontación actual—. Mientras tanto, el mundo espera; la guerra, según Estados Unidos, también.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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