El giro a la izquierda que ocurre actualmente en los Gobiernos de América Latina se pudo palpar en los discursos presidenciales del 78.º período de sesiones de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), que se celebra esta semana.
Especialmente unificados se mostraron estos Gobiernos en su disconformidad con la aplicación de sanciones por parte de EE.UU. hacia Venezuela y Cuba. También hubo consenso, entre estos, en torno a protestar por la inclusión de Cuba en la "lista de países que patrocinan el terrorismo" que mantiene el Gobierno de EE.UU.
A partir de la asunción del presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, y el colombiano, Gustavo Petro, las críticas a estas políticas se han hecho comunes en este tipo de foros. Pero la contundencia con que el mandatario chileno, Gabriel Boric, se adhirió a este reclamo, igual que sus homólogos de Argentina, Alberto Fernández, y de Honduras, Xiomara Castro, dan cuenta que hay un reclamo formal, sentido, de la región a Washington.
Boric llegó incluso a plantear que las sanciones contra Venezuela ponían en peligro el propio evento presidencial pautado para 2024: "Tenemos la convicción que para garantizar que haya elecciones libres, con garantías para todos los sectores, es también imperativo que Estados Unidos levante las sanciones que hoy día tiene contra Venezuela".
Es la primera vez, en los últimos años, que se concentra tal cantidad de voces presidenciales, cohesionados en torno a estas demandas que ya toman forma de protesta regional.
Igual que el resto de presidentes arriba mencionados, el mandatario chileno fue enfático en rechazar la política de Washington hacia La Habana: "Declarar que Cuba es un país que promueve el terrorismo no solo es falso, sino que nos violenta. Y por lo tanto, instamos a EE.UU. a seguir la línea que en su momento tuvo el gobierno de Barack Obama, cuando lo sacó de esa infame lista".
Es la primera vez, en los últimos años, que se concentra tal cantidad de voces presidenciales, cohesionados en torno a estas demandas que ya toman forma de protesta regional.
El presidente argentino, cuya posición fue moderada durante los primeros años de su período presidencial, en esta ocasión ha sido categórico: "La Argentina se opone firmemente a la utilización de medidas unilaterales de coerción y a la adopción de prácticas comerciales discriminatorias. La perpetuación del bloqueo contra Cuba es inadmisible. Año tras año, esta Asamblea General reclama por una abrumadora mayoría la necesidad de poner fin a dicho bloqueo". Luego, Fernández remarcó la exigencia de sacar a Cuba de la mencionada lista: "solicitamos, una vez más, la exclusión de Cuba de la lista de países que supuestamente patrocinan el terrorismo internacional". En igual tono de protesta requirió: "cesar de inmediato las sanciones impuestas por los Estados Unidos a Venezuela".
En el mismo orden discursivo, el presidente de Colombia denunció que Cuba está "injustamente bloqueada".
La presidenta de Honduras se explayó en alertar sobre el tema de Venezuela y exigió "terminar con las prácticas de sanciones, piratería y confiscación de bienes de una nación contra otra", ya que "no podemos hablar de un mundo civilizado cuando vivimos expuestos a ser embargados y que nuestras reservas sean congeladas en bancos extranjeros, como le ocurre actualmente a Venezuela, a quien se le confiscaron bienes violando todas las normas del derecho internacional".
En el mismo orden discursivo, el presidente de Colombia denunció que Cuba está "injustamente bloqueada".
Washington responde
Después de la lluvia de reclamos presentados en la Asamblea General de la ONU, la portavoz del Departamento de Estado de EE.UU., Kristina Rosales, realizó recientemente una entrevista con un medio latinoamericano y respondió: "Cuba se mantiene de la lista, no se va; no tenemos ningún anuncio ni ninguna información para decir que vamos a sacar al país de la lista o tomar alguna acción que contemple otro país, un tercer país, que en este caso es lo que dice el presidente Petro. Cuba se mantiene en la lista".
Manteniendo un lenguaje radical que indica el poco aprecio por las posiciones de Gobiernos latinoamericanos, prosiguió Rosales: "EE.UU. tiene un proceso de evaluación serio donde se examina la situación del país, no se va a sacar a Cuba, y si hay un cambio será EE.UU. el que haga el anuncio, pero nosotros no comunicamos ni indicamos ni informamos a un tercer país sobre lo que posiblemente pueda pasar con una designación terrorista".
La postura de Washington hace que suba el nivel de tensión en sus relaciones con variados Gobiernos de la región y que no se vislumbre un mejoramiento que pueda llevar a un diálogo más fluido.