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Ecuador eligió nuevamente a un presidente conservador: ¿cómo entender el resultado electoral?

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Ecuador eligió nuevamente a un presidente conservador: ¿cómo entender el resultado electoral?

La noche del domingo se ofrecieron los resultados de la segunda vuelta presidencial en Ecuador que registraron el triunfo del empresario Daniel Noboa, quien sacó más de tres puntos de ventaja a la candidata del correísmo, Luisa González, lo que reproduce un escenario que requiere ser analizado.

Lo primero que llama la atención del resultado es la similitud con las presidenciales de 2021, en las que el conservadurismo logró el 52 %, mientras el correísmo quedó en 47%, guarismos casi exactos a los del domingo.

Esto puede sorprender.

Desde 2021 mucha agua ha pasado bajo el puente. El gobierno conservador del también banquero y hoy presidente saliente, Guillermo Lasso, se vino abajo en medio de diversos escándalos, acumuló enormes malestares en contra, tanto que no pudo sostenerse y en mayo del presente año tuvo que decretar la "muerte cruzada" (adelanto electoral) antes de enfrentar una destitución por la Asamblea Nacional.

Ya en la propia campaña electoral, una cadena de eventos criminales trataron de impactar el resultado electoral. Se trató de culpabilizar al correísmo de estos. También, andanadas de señalamientos recibió Noboa debido a la relación de empresas familiares con hechos de corrupción y narcotráfico.

Pero nada pudo impedir un resultado similar al de 2021.

El correísmo partió de favorito: ¿qué sucedió?

Este escenario de convocatoria electoral adelantada, tanto del Legislativo como del Ejecutivo, parecía favorecer al correísmo, que era la primera fuerza en la Asamblea Nacional, venía de ganar las elecciones seccionales —donde consiguió un gran número de alcaldías y prefecturas, incluso en predios que eran baluartes del conservadurismo—. Además de eso, a diferencia de 2021, este movimiento había podido presentarse con un partido de hechura propia: Revolución Ciudadana.

La maquinaria parecía aceitada.

A pesar de este escenario, que lucía proclive para el triunfo, este movimiento que tuvo la hegemonía política desde 2007 hasta 2017, perdió por segunda ocasión consecutiva.

Este escenario de convocatoria electoral adelantada parecía favorecer al correísmo, que era la primera fuerza en la Asamblea Nacional, venía de ganar las elecciones seccionales.

En esta oportunidad, Luisa González, la candidata de la Revolución Ciudadana (RC), pudo aumentar poco más de 500.000 votos en relación al resultado del correísmo en el balotaje de 2021; Noboa también aumentó un número similar en relación al resultado que entonces consiguió Lasso.    

Esta similitud en los resultados, en los que las fuerzas conservadoras y progresistas consiguen el mismo porcentaje de votos de la elección pasada, nos recuerda la teoría del comunicólogo Paul Lazarsfeld, denominada 'la campaña electoral ha terminado', en la que se plantea que son pocos los márgenes de maniobras reales que tiene una campaña electoral para impactar al votante. Según el teórico de la comunicación, apenas algunos puntos porcentuales se pueden arrancar al contendiente, haciendo una campaña focalizada, sectorizada en determinados grupos electorales. Pero respecto al grueso del voto, poco puede variar, y apenas los grados de abstención por sector pueden terminar siendo definitorios cuando la correlación es pareja.

Esto quiere decir, en las circunstancias actuales de Ecuador, que este resultado tiene connotaciones que van mucho más allá de la campaña electoral como tal y que se refieren a la visión del mundo, la ideología, que el elector está teniendo en una época determinada.

¿Quiere decir esto que el correísmo tras su segundo traspié no va a poder volver al gobierno? Esto es lo que queremos analizar.

Lo bochornoso de la campaña

Acaba de culminar la campaña electoral más calamitosa que haya ocurrido en la historia de la democracia ecuatoriana. Y posiblemente una de las más escandalosas de toda América Latina.

El asesinato de un candidato electoral, de alcaldes y concejales, el levantamiento de cárceles gobernadas por bandas criminales, y el homicidio de siete implicados en el homicidio del candidato Fernando Villavicencio —quienes estaban custodiados por el Estado y su sistema de justicia— acompañaron el corto pero escabroso camino electoral que terminó el domingo.

De manera irresponsable y sin prueba alguna, el correísmo y el "gobierno de Correa" —en referencia a Rafael Correa, expresidente y líder histórico del movimiento, asilado en Bélgica— fueron constantemente señalados como culpables del hecho.

Sin embargo, a pesar de la magnitud de los acontecimientos y la alineación del 'statu quo' para implicar al correísmo, este no se vino abajo, mantuvo su misma línea de votación tanto en la primera como la segunda vuelta en relación a 2021 y luchó hasta el final para conseguir su victoria.

De la misma forma, toda el peso que cayó sobre el candidato Noboa, en relación a las vinculaciones de empresa familiares con la corrupción y con el narcotráfico, tampoco hizo mella en la votación conservadora.

Esto nos obliga a hacer un análisis más allá de la campaña, de la guerra sucia y de la cadena de acontecimientos criminales, para intentar ir pensando, en clave estratégica, cómo la izquierda y el progresismo, incluido el correísmo, pueden rediseñar el mapa político actualmente existente y presentar una fórmula ganadora para las próximas presidenciales que ocurrirán en apenas año y medio.

Una estrategia fallida

La estrategia fallida de ganar en primera vuelta develó que el "correísmo 'light'", es decir, los que votaron por González en segunda vuelta pero no en primera, que es cerca del 15 % de los votantes, no se entusiasmaron para apoyar la idea de bloquear el triunfo de la derecha, saliendo a votar por la candidata correísta e impedir el balotaje.

Quizá uno de los errores de la estrategia fue haber considerado que tener un partido consolidado, una maquinaria mucho más aceitada y contar con cargos de elección popular en numerosas alcaldías y prefecturas, podía permitir hacer la diferencia en relación a 2021.

Era una estrategia más bien moderna, más parecida a las del siglo XX que cuenta más con el sujeto político tradicional (el partido) y menos con subjetividades que deben ser articuladas. Así, el movimiento indígena, sectores juveniles, bases populares que votaron por el correísmo hasta el 2017, no se vieron convocados y aunque la maquinaria mantuvo una alta votación, no fue suficiente el día de ayer.

En cambio, el "correísmo duro" se mantuvo intacto, casi no ganó ni perdió votos. El "correísmo 'light'" también hizo lo propio y el conservadurismo también consiguió un resultado casi igual al de 2021.

Nuevas alianzas

En líneas generales, puede analizarse que si bien el correísmo se mantiene como un movimiento de primer orden para la izquierda y progresismo ecuatoriano, desde su posicionamiento actual no tiene suficientes fuerzas para darle un vuelco a la actual correlación, por lo cual debe reinventarse y lograr grandes alianzas, coaliciones o empatías con otros sectores de izquierda y del progresismo popular que no le han apoyado en las últimas ocasiones, aunque antes lo votaban.

Nos referimos a buena parte de sectores indígenas, a jóvenes y a mujeres que no se sienten convocados por la política que ha puesto en juego el correísmo durante el último lustro.

El correísmo se ha mostrado impotente en las últimas dos ocasiones para articular una mayoría en los sectores populares y toda estrategia debe enfilarse en ese sentido. 

En las elecciones presidenciales de Ecuador en 2017, el correísmo, entonces abanderado por Lenín Moreno, superó la barrera de los 5 millones de votos. La actual preocupación y el objetivo para el 2025 debe ser volver a pasar la barrera, es decir contemplar como prioridad esos votos que le apoyaron hasta ese año pero que hoy no lo apoyan, además de los nuevos votantes y los inconformes que han votado nulo.

De la misma forma, hay que conocer a profundidad a ese 15% que no se entusiasmó para votarle en la primera vuelta, aunque le halla apoyado (de manera tardía) en la segunda.

El correísmo se ha mostrado impotente en las últimas dos ocasiones para articular una mayoría en los sectores populares y toda estrategia debe enfilarse en ese sentido. 

Y no está muy lejos lograrlo. 

Estrategia hacia 2025

El progresismo ecuatoriano tiene año y medio para rehacerse, y esto pasa obligatoriamente por hacer articulaciones con el resto del movimiento popular, por establecer una nueva relación con sectores que, en el mejor de los casos, han sido muy tímidos para apoyar y movilizar al elector en sus áreas de influencia.

De ahora en adelante, el correísmo será la primera fuerza en la Asamblea Nacional, mientras al presidente electo le toca una situación realmente complicada, ya que Ecuador posee una situación calamitosa en materia económica y de orden público, que lo está convirtiendo en un país muy diferente al que conocimos hasta hace poco. Entonces, va a tener que gestionar una situación de violencia que no parece fácil, además de cumplir una oferta electoral bastante dadivosa en relación a las políticas sociales.

Así las cosas, la oposición en Ecuador capitaneada por la RC, tiene un enorme chance, dentro de muy poco tiempo, de hacerse con el gobierno, si aplica una política audaz de articulación, de remasterización y logra liderar una oposición seria que debe defender al pueblo de los mandatos de un empresario y banquero conservador.

Al correísmo le toca ir a la calle a escuchar, después del evento electoral y olvidar un rato los debates ideológicos.

La campaña electoral ha comenzado, nuevamente. Para 2025 es tarde si se quiere hacer algo tan difícil como rediseñar un mapa electoral que no se ha alterado en los últimos dos años.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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