La espiral de conflicto político no cesa de crecer en Argentina.
El miércoles 27 le tocó el turno a la Confederación General del Trabajo (CGT) con una manifestación en contra del paquete de ajustes económicos decretados por el presidente Javier Milei. El nuevo gobierno aún no cumple veinte días desde la toma de posesión y ya ha tenido que enfrentar varias marchas, cacerolazos y movilizaciones.
La prisa de Milei
Sin embargo, lejos de amilanarse, el flamante mandatario sigue imprimiendo velocidad a su rumbo.
La estrategia parece ser clara. Milei se ve en el espejo del gobierno del expresidente Mauricio Macri, quien en medio de una situación también complicada, tuvo que aplicar medidas de ajuste de forma gradual y al final de su período perdió la reelección sin poder completar las reformas liberales que planteaba.
Quizá por ello, Milei prefiere, a pesar de que se aviven las resistencias en su contra, aplicar un paquete radical de una vez por todas, de manera tal que, al final de su período de cuatro años, pueda mostrar una "economía saneada" y unos logros que, aunque con efectos sociales indeseables, permitan estabilizar la economía y poner coto a la inflación que es ahora el peor de los dolores de cabeza de los argentinos: "el gradualismo siempre fracasó en la Argentina. No hay alternativa al shock", dijo el presidente el pasado martes.
Para lograr su objetivo necesita sortear dos obstáculos. Primero, que el paquete de medidas sea aprobado por el Congreso, y segundo, que las movilizaciones sociales no desestabilicen al gobierno, provocando, como en 2001, su caída.
Milei prefiere, a pesar de que se aviven las resistencias en su contra, aplicar un paquete radical de una vez por todas.
Para dar el primer paso, ya Milei ha comenzado a desafiar a los diputados y senadores, firmando un decreto que los llama a sesionar de forma extraordinaria en pleno receso navideño: "deberán elegir entre acompañar lo que ha votado la gente, acompañar el cambio o poner palos en la rueda a esto que la mayoría de la gente queremos (…) Si los legisladores imponen lentitud, es porque están buscando coimas".
Y para saltarse ambos desafíos, Milei ya ha asomado cuál podría ser la instancia decisiva para lograr su objetivo de aplicar la terapia de shock: "si me rechazan el DNU (Decreto de Necesidad y Urgencia), llamaría a un plebiscito".
Plebiscito: la carta bajo la manga
A la hora de hacer oposición contra este tipo de modelos de derecha populista como el que desarrolla Milei, las organizaciones de izquierda, quienes vienen de perder las presidenciales, deben ser cautelosas y evitar las reacciones automáticas como la violencia callejera, los ultimátums y los llamados insurreccionales.
Estos actos de resistencia, lejos de debilitarle, pueden coadyuvar a que Milei emprenda una operación de aglutinamiento de sus votantes y en vez de ir perdiendo fuerza debido a sus medidas antipopulares, más bien permita otorgarle un sentido a las masas que le apoyaron y quienes podrían constituirse en un sujeto político que le dé proyección al programa de Milei, mucho más allá de la coyuntura.
A la hora de hacer oposición, las organizaciones de izquierda deben ser cautelosas y evitar las reacciones automáticas como la violencia callejera, los ultimátums y los llamados insurreccionales.
Algo similar a como pasó con el ya fallecido presidente Carlos Menem (1989-1999), quien aplicó medidas neoliberales y antipopulares pero pudo consagrar su reelección, en medio de una franca lucha contra organizaciones sociales y sindicatos.
La posibilidad de un plebiscito, tal como lo plantea Milei, puede significar el combustible requerido para terminar de desguazar el Estado o también podría ser un búmeran que le obligue a frenar su DNU de forma tajante.
Sería una medida populista, pero democrática, en un momento en que Milei viene de demostrar su fuerza electoral superando por más de 11 puntos al candidato progresista Sergio Massa. Puede significar un paso "suicida" pero podría terminar de debilitar la oposición en su contra, dejando el campo libre para avanzar en su política económica, radicalmente neoliberal.
Una vez aparecida esta opción, quedaría por esperar la interpretación que sobre el plan de ajuste estarían otorgando las mayorías electorales que votaron a Milei. El "programa de shock" fue ofrecido abiertamente durante su campaña, sin embargo, se presentó como un plan que se dirigía más en contra de la burocracia que en contra de los trabajadores y es posible que la valoración sobre el mismo esté cambiando, por parte de los sectores populares que le apoyaron, una vez se comienzan a visualizar los efectos sociales que produce.
Sin embargo, para saber esto habrá que ver cómo se desarrolla la diatriba las próximas semanas. Es posible también que Milei provoque acciones radicales por parte de sindicatos y partidos de izquierda para configurar su adversario político y buscar arrasarlo con una convocatoria electoral. Como también cabría esperar que el apoyo aluvional que obtuvo en el balotaje de noviembre se disipe una vez conocida la forma como se está llevando a cabo el plan.
Habrá que esperar.