De forma rápida, el presidente argentino, Javier Milei, ha dado pasos significativos los últimos días, para que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) acepte el ingreso de Argentina como "socio global" del ente trasnacional.
Para alcanzar dicho estatus, Argentina debe atravesar un proceso que puede durar entre tres y cuatro años. Esto incluye presentar una carta de intención, demostrar su disposición a contribuir con la organización y hacer modificaciones en sus Fuerzas Armadas.
La semana pasada, Luis Petri, ministro de Defensa argentino, presentó en Bruselas la carta de intención que deja constancia del pedimento de Buenos Aires. El subsecretario de la alianza, Mircea Geoana, agradeció los gestos de la administración de Milei en sendo comunicado.
Pero la ofensiva no se queda solo en el mundo diplomático o geoinstitucional. La Casa Rosada comienza a cumplir con la otra prueba que exige la OTAN: la modernización de las Fuerzas Armadas.
La modernización incluye la doctrina y el equipamiento. En relación a este último, el Gobierno de EE.UU. anunció la semana pasada la aprobación de 40 millones de dólares del Financiamiento Militar Extranjero, con el fin de concretar la compra de 24 aviones militares supersónicos (F-16) a Dinamarca.
La Casa Rosada comienza a cumplir con la otra prueba que exige la OTAN: la modernización de las Fuerzas Armadas.
El alineamiento de la Casa Rosada con Washington y la OTAN se acelera y puede ser sellado, si el presidente se apura, antes que culmine el período de su gestión.
Las Malvinas: entre la OTAN y los BRICS
El pedido de Milei para entrar en la OTAN tiene como objetivo central incorporarse de manera decidida con el eje defensivo occidental, para contrarrestar el entusiasmo que generó en la región, y especialmente en Brasil y Argentina, la emergencia de los BRICS. Por un lado, implica una desalineación con el Sur Global, y por otro, una realineación en firme con los países occidentales: un verdadero giro geopolítico.
Este giro trata de caracterizar no solo a Argentina, sino sobre todo a un subcontinente suramericano en plena disputa. Milei ha apostado de una vez a cambiar el posicionamiento de Argentina en el mapa geopolítico. La rapidez con que actúa dice mucho de la aceleración de la disputa ideológica de América Latina.
El pedido de Milei para entrar en la OTAN tiene como objetivo central incorporarse de manera decidida con el eje defensivo occidental.
El punto más débil con este movimiento estratégico, y habría que ver la lectura que le otorga la sociedad argentina, es que con el eventual ingreso a la OTAN, el país suramericano se alía justamente con sus peores enemigos, como es el caso del Reino Unido y la disputa por las Islas Malvinas, que llevó a ambos a una guerra en 1982 y cuya reclamación lejos de haber sido cerrada, mantiene fuerte presencia en el imaginario social argentino.
Con esta demanda de adhesión, los argentinos se preparan para ser los nuevos socios, militares, del otrora enemigo número uno, que bombardeó y torpedeó a las fuerzas argentinas hasta doblegarlas.
La pregunta que queda ante el nuevo esquema de alianzas, es que si hipotéticamente se iniciara nuevamente un conflicto armado, o se acrecentara -diplomática o jurídicamente- la disputa territorial, entonces, cuál será la posición de la OTAN, tomando en cuenta que Reino Unido es uno de los socios fundadores y el segundo país de mayor peso político y militar en la organización de países, mientras que Argentina apenas sería un "socio global", es decir un aliado de segundo orden.
Esto tiene importancia no solo para Argentina sino para América Latina, cuya mayoría de gobiernos son de izquierda, y donde la propuesta de los BRICS ha tenido fuerte acogida y varios países esperan su hipotética incorporación al bloque. Mientras que por parte de la OTAN, solo Colombia tiene estatus de "socio global", que no implica afiliación de pleno derecho.
A comienzos de abril, Milei recibió a Laura Richardson, jefa del Comando Sur, en Ushuaia, la ciudad más austral del mundo, y que pertenece a la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, lo que irritó al nacionalismo argentino, que recuerda con amargura la experiencia de la Guerra de las Malvinas.
El gobernador de dicha provincia, Gustavo Melella, anunció su rechazo a la visita: "No vamos a recibir formalmente, oficialmente y de ninguna manera a la Jefa del Comando Sur de Estados Unidos porque realizan prácticas militares junto a Gran Bretaña en el Atlántico Sur".
La postura del gobernador puede comprenderse como un rechazo a este movimiento táctico de Milei de ofrecer a Occidente una alianza que llegue al sur del Atlántico, aunque eso cueste pasar por encima del reclamo sobre las Malvinas, entre otras islas.
Más allá del incidente táctico, el giro geopolítico está en desarrollo, pero el cuestionamiento puede ir también por otros lados, como el significado que tiene aumentar el financiamiento y la deuda en torno al sector militar en momentos en los que el Ejecutivo implementa recortes a los sectores neurálgicos de la sociedad como salud y educación, lo que podría tener efectos electorales a medio término en 2025, o rumbo a las presidenciales de 2027.
En todo caso, ya sería tiempo suficiente para concretar el ingreso a la OTAN y modificar la doctrina y el posicionamiento de las Fuerzas Armadas a lo interno de la nación argentina.