"Yo realmente no tengo grandes problemas, no hay que encasillarse en lo que son las religiones. Yo siempre digo: 'Buen judío, buen católico, buen musulmán, buen ser humano'. Esa es la consigna", sostiene Ana Angiulli, una argentina que hace 35 años decidió dejar sus creencias católicas para convertirse al islam. Convive con el resto de la sociedad sin problemas a pesar de profesar una religión que, en muchos lugares del mundo, es observada con tono inquisidor.
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La islamofobia ha surgido con fuerza tras los atentados en Francia como parte de una asociación equivocada entre musulmanes y terrorismo. En cambio, Argentina se presenta como una opción de amistad para los miembros de la comunidad musulmana.
"El islam tiene más de 1.400 años. Esta gente tiene dos, tres, cuatro años... y dicen representar al islam. ¿Dónde está la piedad del profeta puesta en ellos? ¿Alguien vio a los musulmanes históricamente decapitar, quemar gente viva o destruir ciudades? Esas ciudades que están destruyendo quienes se dicen musulmanes, ¿no están enclavadas desde hace miles de años en territorio islámico?", establece Sheik Moshen Ali, referente de la comunidad musulmana en Argentina.
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El Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo argentino resalta no haber recibido denuncias por segregación religiosa, aunque advierte que algunos medios transmiten un mensaje confuso al momento de informar. "Hay conductas o expresiones islamofóbicas o arabofóbicas en el periodismo, donde se trata de asociar muchas veces a los sectores islámicos con sectores vinculados a grupos terroristas", lamenta Pedro Mouratian, interventor de esta institución.
Actualmente en Argentina, país al que entre 1850 y 1950 llegaron unas 108.000 personas provenientes de Oriente Medio, un 30% de ellas musulmanas, viven unas 350.000 personas que se identifican con esta religión y alrededor de 50.000 mantienen viva la experiencia islámica entre sus allegados.