Varios protocolos, convenios y comunicados de las Naciones Unidas nos ayudan a distinguir en la teoría estos dos conceptos. Refugiado, reza una definición, es "la persona que, por temor justificado de ser perseguida por su raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un grupo social concreto u opinión política, se encuentra fuera del país de su nacionalidad y no puede o, debido a ese temor, no quiere aprovechar la protección que le ofrece dicho país".
Existe hasta una comparación oficialmente aprobada: "Los migrantes, en particular los económicos, eligen desplazarse para buscar mejores perspectivas para ellos y para sus familias. En cambio, los refugiados se ven obligados a desplazarse si quieren salvar su vida y preservar su libertad. No obtienen protección por parte de sus Estados, y a menudo es su propio Gobierno el que amenaza con perseguirlos".
La diferencia parece bastante clara, pero deja varias incógnitas. ¿Quién va a juzgar si el temor es justificado o no? Si se trata de una persona, puede hacerlo una corte con ayuda de un perito psicólogo, pero se trata de decenas de miles de personas. La situación ha cambiado desde que la canciller de Alemania, Angela Merkel, aseguró a una niña inmigrante en julio que las autoridades iban a estudiar cada solicitud de asilo por separado y "algunos todavía tienen que abandonar el país".
Quienes han atravesado en los últimos meses las fronteras de la Unión Europea no esconden que buscan mejores perspectivas para sí mismos y sus niños, que tienen sus preferencias, en qué país quisieran vivir: algo muy propio de la migración voluntaria. Además, viajan familias enteras, como se aprecia en recientes reportajes de Hungría.
Todo eso hace que las propias autoridades europeas confundan las categorías de inmigrante y refugiado. Merkel y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, han propuesto imponer cuotas de admisión a cada país europeo que no difieren ambos grupos. Según una filtración publicada en Twitter, de los 160.000 desplazados que se concentran actualmente en Italia, Grecia y Hungría, por ejemplo, España debería acoger a 16.835 personas. Alemania y Francia darían la bienvenida al mayor número de personas: 34.000 y 26.000, respectivamente.
Crunching numbers - estimates of quotas based on sources saying 160,000 will be the number of people relocated pic.twitter.com/r3ACzyPjOL— Bruno Waterfield (@BrunoBrussels) September 3, 2015
Cuando la Policía húngara confundió dos grupos al destinarlos a todos a un campamento de refugiados, se produjeron protestas en varias estaciones de ferrocarril. "Queremos a Alemania", respondieron a gritos y con unos cartelitos improvisados los pasajeros de tránsito desalojados de varios trenes. Por su parte, la prensa suele recurrir al políticamente correcto "refugiados e inmigrantes" para referirse a toda la gente que atraviesa en masa una frontera europea tras otra.
Ante la crisis de refugiados que vive Europa, Rusia se muestra abierta al diálogo. Su Ministerio de Exteriores recuerda que desde que se desató el conflicto interno en Ucrania, Rusia ha acogido a más de 900.000 ciudadanos de ese país, 400.000 considerados refugiados. El presidente Vladímir Putin afirmó en un reciente discurso que la crisis actual se debe a "las políticas erróneas de Occidente", en particular a que los Gobiernos europeos "siguen ciegamente la política de EE.UU. hacia los migrantes".