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"Una comunidad ultraortodoxa judía es como la Edad Media, completamente aislada"

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Las comunidades ultrarreligiosas están presentes en casi toda gran ciudad. A pesar de vivir en una megápolis, a menudo evitan todo contacto con el mundo moderno. 'The Independent' cuenta la historia de un joven que escapó de una sociedad así.
"Una comunidad ultraortodoxa judía es como la Edad Media, completamente aislada"
El joven de 27 años, identificado en el artículo como Moishy —un nombre falso para ocultar su identidad—, afirma haber crecido en una comunidad ultraortodoxa judía de jaredíes de Londres, según 'The Independent'.

Los jaredíes practican una rama del judaísmo que persigue la 'protección' de sus tradiciones contra las influencias y 'trampas' del mundo externo. Los hombres se visten con trajes tradicionales oscuros y se cortan el pelo y la barba uniformemente, mientras que las mujeres tienen faldas y mangas largas y usan pelucas para mantener el recato, cuenta Moishy. Todos los matrimonios están planeados de antemano y los jóvenes, que se casan a la edad de 18-20 años, no tienen ninguna elección, recuerda el hombre.

Pero las más significativas son las restricciones en la educación y la tecnología. "Es como la Edad Media, completamente aislada", afirma Moishy. El estudio de las prácticas religiosas sustituye al programa escolar, además "enseñan que el mundo exterior nos odia para hacer que sospechemos de él, incluyendo a otros judíos: ni siquiera se hablaba de otras ramas del judaísmo", recuerda el exortodoxo.

Los niños no estudian inglés, solo yidis, la lengua de los judíos asquenazíes, afirma el joven. "Tratan a las niñas como si fueran nada. No les enseñan nada porque si supieran más podrían negarse a casarse con chicos que tampoco saben nada", denuncia Moishy.

Los miembros de la comunidad jaredí tampoco pueden poseer ordenadores ni teléfonos móviles hasta que se casen, pero posteriormente también están obligados a instalar programas de vigilancia para que los líderes de la comunidad puedan controlar que no utilicen ni Internet ni las redes sociales, recuerda el 'fugitivo'.

"No era para mí. Tuve contactos con otra gente: no me odiaban, eran muy amables y dispuestos a ayudarme. Se me ocurrió que lo que me enseñaba la comunidad había sido falso", dice Moyshi. Después de casarse con una chica casi desconocida a quien no amaba, el joven decidió dejarlo todo atrás. Su familia cortó los lazos con él, pero no le da lástima: "Hay muchos jóvenes con un gran potencial en situaciones semejantes. Espero que mi mensaje les llegue: muchas de las cosas que os han contado no son verdad. La vida puede ser diferente", concluye Moishy.
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