Sociedad
¿La última conversación? El drama de las familias kurdas separadas por la guerra
La guerra contra el Estado Islámico ha dividido familias enteras que se ven obligadas a separarse para protegerse de los extremistas religiosos. ¿Cómo viven la separación quienes se quedan para defender las ciudades kurdas y sus seres queridos?
Las tropas iraquíes avanzan contra los yihadistas del Estado Islámico para retomar el control de la ciudad de Baiyí en el norte del país. Se trata de una localidad estratégicamente importante por tener varias refinerías petroleras.
Entretanto, más al norte, en la frontera turco-siria no cesa el flujo de refugiados debido a la ofensiva del EI contra la ciudad de Kobani, de mayoría kurda. Y los que huyen de la guerra no sólo pierden sus pertenencias, sino también a los familiares que se quedan para defender sus hogares.
De esta forma, durante dos largos meses Leila Bakki ha vivido con la incertidumbre de no saber si su marido está vivo o no. La mujer se esfuerza por consolar a sus tres niños pequeños, que no entienden dónde está su padre y por qué no pueden regresar a casa. Ahora se encuentran en Turquía, pero su hogar es Kobani, donde su padre Masrout lucha junto a otros kurdos para liberar la ciudad de los extremistas religiosos.
Los Bakki son una de las 220.000 familias que huyeron de Kobani para salvar sus vidas. Pero, como en otros muchos casos, sus hombres permanecieron combatiendo contra el Estado Islámico para que la familia pudiera regresar algún día a casa. En estas condiciones las conversaciones telefónicas son un bien precioso: pese a que a los miembros de una misma familia están separados por tan solo 40 kilómetros, los combates los dividen en dos mundos diferentes.
La guerra provoca en miles de personas el dolor de la separación y la incertidumbre sobre cuándo y cómo volverán a unirse las familias. Y, sobre todo, el temor de que cada conversación puede ser la última.
Entretanto, más al norte, en la frontera turco-siria no cesa el flujo de refugiados debido a la ofensiva del EI contra la ciudad de Kobani, de mayoría kurda. Y los que huyen de la guerra no sólo pierden sus pertenencias, sino también a los familiares que se quedan para defender sus hogares.
De esta forma, durante dos largos meses Leila Bakki ha vivido con la incertidumbre de no saber si su marido está vivo o no. La mujer se esfuerza por consolar a sus tres niños pequeños, que no entienden dónde está su padre y por qué no pueden regresar a casa. Ahora se encuentran en Turquía, pero su hogar es Kobani, donde su padre Masrout lucha junto a otros kurdos para liberar la ciudad de los extremistas religiosos.
Los Bakki son una de las 220.000 familias que huyeron de Kobani para salvar sus vidas. Pero, como en otros muchos casos, sus hombres permanecieron combatiendo contra el Estado Islámico para que la familia pudiera regresar algún día a casa. En estas condiciones las conversaciones telefónicas son un bien precioso: pese a que a los miembros de una misma familia están separados por tan solo 40 kilómetros, los combates los dividen en dos mundos diferentes.
La guerra provoca en miles de personas el dolor de la separación y la incertidumbre sobre cuándo y cómo volverán a unirse las familias. Y, sobre todo, el temor de que cada conversación puede ser la última.
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