No solo el nacimiento de un hijo puede cambiar la vida de sus padres, sino también el nombre que elijan para él. Donald Trump, que tiene ahora 18 meses de edad y es el tercer niño en la familia de los afganos Yamilá y Sayed Assadulá, representa un buen ejemplo de cómo repercute el nombre en los sucesos posteriores de la vida.
El bebé vio luz en septiembre del 2016, cuando el entonces magnate y candidato republicano Donald Trump, el septuagenario, estaba en la recta final de su campaña presidencial. Según el padre explicó a la cadena de radio Liberty, había leído algunos textos del estadounidense y lo estaba viendo por televisión cuando se le ocurrió la idea de dar ese nombre al recién nacido.
Sayed esperaba que la fortuna del empresario de bienes raíces y estrella de televisión "se pegara" a su hijo. Pero el efecto fue contrario a lo esperado, admitió el hombre en declaraciones a la emisora.
"Sin cultura"
Ante todo, la decisión de darle un nombre no musulmán indignó a los más próximos en su aldea, situada en la céntrica provincia afgana de Daikondi. "Cuando nombré Donald Trump a mi hijo, no estuvieron felices", recordó. Le preguntaron: "¿Cómo puedes escoger el nombre de un infiel para tu hijo?".
Como consecuencia de esa discrepancia, la joven familia tuvo que trasladarse a Kabul, la capital nacional, y alquilar allí una vivienda. Sin embargo, cuando Sayed fue a la oficina gubernamental responsable de verificar los documentos expedidos en otras provincias, lo "trataron sin respeto" y amenazaron con enviarlo a la agencia de inteligencia afgana para que lo interrogaran. Para colmo, lo tacharon de "sin cultura" solo por darle ese nombre.
Ante las críticas de que los padres querían atraer la atención de la sociedad al nombrar a su hijo de forma tan controvertida, Sayed dijo que no fue su intención que la identidad de su bebé llegara a ser pública hasta ese punto.